Si escuchamos al representante a la Cámara por el Centro Democrático Gabriel Vallejo, el país y la institucionalidad están en riesgo. En sus palabras: “Están llevando a la destrucción de la unidad nacional”. No solo eso. Advierte que quieren que retrocedamos “años en las libertades que habíamos ganado como país y que han ganado las mujeres”. Finalmente, concluye que “ojalá no permitamos semejante esperpento en la democracia colombiana”. Sería fácil pensar que se refiere a un golpe de Estado, a una ley que pretende sustituir la Constitución o limitar derechos fundamentales. No es el caso. Vallejo está luchando contra la paridad de mujeres y hombres en la Rama Judicial. Al hacerlo, les hace eco a siglos de discriminación disfrazada de una defensa por la meritocracia.
La propuesta es clara. En la Cámara de Representantes se estaban discutiendo los requisitos para aspirar a ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y la Comisión Nacional de Disciplina Judicial. Un artículo decía: “Los procesos de convocatoria estarán diseñados para asegurar el cumplimiento de los principios de paridad, alternancia y universalidad en la participación de las mujeres dentro de las listas y ternas”. Eso fue suficiente para que Vallejo advirtiera que Colombia se encuentra a un paso de la hecatombe institucional.
Comprender los motivos que llevan a que el representante se oponga a una acción afirmativa tan importante es útil para identificar los prejuicios y vacíos que carga el debate público sobre igualdad en Colombia. Para Vallejo, el único criterio de selección debería ser la meritocracia. Sugerir que las mujeres deberían ser nominadas y elegidas a la par de los hombres es para él una imposición que “viola los principios constitucionales” y una idea “traída de los cabellos. Nos quieren imponer una igualdad material inexistente entre hombres y mujeres”. Después, atacando a la representante por la Alianza Verde, Juanita Goebertus, Vallejo dijo que “su feminismo victimista, propio de la ideología marxista, pretende imponer una paridad que atenta contra la libertad y la igualdad ante la ley”.
Hay varios aspectos para desempacar en poco espacio. Primero: Vallejo habla de la igualdad ante la ley. La Constitución y la Corte han hablado de la igualdad formal y la material, lo que quiere decir que tenemos que tomar acciones para garantizar que en la práctica se vea. Una acción afirmativa lo que busca es reconocer que la igualdad formal no es suficiente para que las mujeres tengan igualdad material y por eso es necesario intervenir. Es lo que ha ocurrido en varios momentos de la historia con poblaciones vulnerables.
Segundo, el representante habla de meritocracia. Para él, la igualdad ya existe. ¿Cree, entonces, que la ausencia de mujeres en espacios de poder es una simple muestra de su falta de méritos? ¿Es mera casualidad que siempre hay más hombres elegidos? ¿No será necesario ir más allá y entender qué obstáculos diferencian a hombres y mujeres en esos espacios?
Tercero, existe el techo de cristal, que son el cúmulo de condiciones que hacen que una mujer no tenga las mismas oportunidades ni los mismos espacios que un hombre. Para quebrarlo, necesitamos acciones afirmativas. Estas, por cierto, no ubican a las mujeres como víctimas, sino que reconocen la realidad histórica y actual, que va mucho más allá de la visión simplista del representante.
Finalmente, la paridad lo único que busca es que los espacios de poder tengan mayor representación de mujeres capacitadas. Luchar contra eso no es defender la Constitución, sino rehusarse a renunciar a privilegios y a que la igualdad material sea una realidad en el país.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Si escuchamos al representante a la Cámara por el Centro Democrático Gabriel Vallejo, el país y la institucionalidad están en riesgo. En sus palabras: “Están llevando a la destrucción de la unidad nacional”. No solo eso. Advierte que quieren que retrocedamos “años en las libertades que habíamos ganado como país y que han ganado las mujeres”. Finalmente, concluye que “ojalá no permitamos semejante esperpento en la democracia colombiana”. Sería fácil pensar que se refiere a un golpe de Estado, a una ley que pretende sustituir la Constitución o limitar derechos fundamentales. No es el caso. Vallejo está luchando contra la paridad de mujeres y hombres en la Rama Judicial. Al hacerlo, les hace eco a siglos de discriminación disfrazada de una defensa por la meritocracia.
La propuesta es clara. En la Cámara de Representantes se estaban discutiendo los requisitos para aspirar a ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y la Comisión Nacional de Disciplina Judicial. Un artículo decía: “Los procesos de convocatoria estarán diseñados para asegurar el cumplimiento de los principios de paridad, alternancia y universalidad en la participación de las mujeres dentro de las listas y ternas”. Eso fue suficiente para que Vallejo advirtiera que Colombia se encuentra a un paso de la hecatombe institucional.
Comprender los motivos que llevan a que el representante se oponga a una acción afirmativa tan importante es útil para identificar los prejuicios y vacíos que carga el debate público sobre igualdad en Colombia. Para Vallejo, el único criterio de selección debería ser la meritocracia. Sugerir que las mujeres deberían ser nominadas y elegidas a la par de los hombres es para él una imposición que “viola los principios constitucionales” y una idea “traída de los cabellos. Nos quieren imponer una igualdad material inexistente entre hombres y mujeres”. Después, atacando a la representante por la Alianza Verde, Juanita Goebertus, Vallejo dijo que “su feminismo victimista, propio de la ideología marxista, pretende imponer una paridad que atenta contra la libertad y la igualdad ante la ley”.
Hay varios aspectos para desempacar en poco espacio. Primero: Vallejo habla de la igualdad ante la ley. La Constitución y la Corte han hablado de la igualdad formal y la material, lo que quiere decir que tenemos que tomar acciones para garantizar que en la práctica se vea. Una acción afirmativa lo que busca es reconocer que la igualdad formal no es suficiente para que las mujeres tengan igualdad material y por eso es necesario intervenir. Es lo que ha ocurrido en varios momentos de la historia con poblaciones vulnerables.
Segundo, el representante habla de meritocracia. Para él, la igualdad ya existe. ¿Cree, entonces, que la ausencia de mujeres en espacios de poder es una simple muestra de su falta de méritos? ¿Es mera casualidad que siempre hay más hombres elegidos? ¿No será necesario ir más allá y entender qué obstáculos diferencian a hombres y mujeres en esos espacios?
Tercero, existe el techo de cristal, que son el cúmulo de condiciones que hacen que una mujer no tenga las mismas oportunidades ni los mismos espacios que un hombre. Para quebrarlo, necesitamos acciones afirmativas. Estas, por cierto, no ubican a las mujeres como víctimas, sino que reconocen la realidad histórica y actual, que va mucho más allá de la visión simplista del representante.
Finalmente, la paridad lo único que busca es que los espacios de poder tengan mayor representación de mujeres capacitadas. Luchar contra eso no es defender la Constitución, sino rehusarse a renunciar a privilegios y a que la igualdad material sea una realidad en el país.
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