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El audio conocido por El Espectador de la reunión entre empresarios pereiranos y congresistas del Centro Democrático dibuja una imagen preocupante de Colombia. Por un lado, deja en evidencia la frustración y el miedo que sienten quienes ven el paro como una ventana del “terrorismo”. Por otro, encuentra a representantes del partido de gobierno abogando por la mano dura disfrazada de “legítima defensa”, apoyando discursos peligrosos y planteando un chantaje a la prensa libre.
Hay una desconexión profunda entre las maneras de entender el paro nacional y, en particular, los hechos de violencia. Por ejemplo, en la reunión hay empresarios que se lamentan porque los medios hablan de cómo fue atacada la minga indígena por personas armadas en Cali. Esto, a pesar de que ese día resultaron heridos de gravedad miembros de la minga y hay videos que muestran el ataque. Si no podemos ponernos de acuerdo en el rechazo conjunto a la violencia irracional y de tintes paramilitares, será muy difícil superar esta coyuntura.
El problema es que los representantes del partido de gobierno fueron a esa reunión a hacer lo mismo que el Centro Democrático (CD) parece empeñado en lograr: posicionar la narrativa de que en Colombia hay un atentado a las instituciones y que los abusos de la Fuerza Pública no merecen el escándalo que han producido. En particular, despierta mucha suspicacia la recomendación que hicieron sobre el manejo de los medios de comunicación.
Alejandro Corrales, senador del CD, dijo que si él estuviera en el Gobierno “ya les estaría exigiendo a los medios en los que yo pauto que empezaran una campaña masiva de unión del pueblo colombiano”. También les recomendó un plan de acción a los empresarios: “Las empresas de ustedes pautan diariamente en todos los medios de Colombia. Y esto no me lo inventé yo, me lo dijo uno de los hijos de ustedes, una vez que nos encontramos en el avión: ‘Oiga, hombre, si empezamos a decir que listo, yo sí te voy a aportar tantos millones este mes, pero dígales a los periodistas suyos que dejen de ser tan sesgados, que no le tiren así al Gobierno, que digan las cosas como son’. Y ahí ha faltado participación”.
Después, en entrevista con El Espectador, el representante por el CD Gabriel Vallejo dijo que “no tiene ningún sentido pautar en medios de comunicación que se alejen de esos principios de neutralidad y rigurosidad periodística. No tiene sentido pautar en un medio de comunicación que está hablando mal de mí, que está desprestigiándome de manera sesgada”.
Utilizar la supuesta falta de calidad periodística de un medio —que en palabras de Corrales es “que... le tire así al Gobierno”— para asfixiarlo a través de la pauta comercial es una táctica de los regímenes autoritarios. El discurso siempre es el mismo: se acusa a los periodistas de estar sesgados, de romper una ética que los censuradores definen como absoluta, y a partir de ahí se busca la manera de silenciarlos. La labor periodística pasa, también, por la crítica incómoda. De lo contrario es puro servilismo.
El problema más estructural con toda la reunión, sin embargo, es que se busca responder al miedo hablando de armas “de legítima defensa” y de enemigos, sean los “vándalos”, los “terroristas” o los “periodistas”. El país necesita todo lo contrario, aprender a tender puentes. Así se protege la institucionalidad y la democracia, reduciendo las tensiones, no echándole más leña al fuego.
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