Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El presidente de la República, Gustavo Petro, sigue mostrando su desdén por el servicio diplomático. El nombramiento de Daniel Mendoza como embajador ante Tailandia, a pesar de su notable inexperiencia, se siente más como el pago político del apoyo electoral a un activista que como una preocupación por la buena representación de los colombianos. Lejos quedaron las promesas del entonces candidato Petro sobre cómo garantizaría que la Cancillería estuviese llena de funcionarios de carrera. Con Mendoza, adicionalmente, queda en evidencia la hipocresía del mandatario con algunos temas sensibles.
Publicación tras publicación en su cuenta de X, el presidente Petro ha dicho que los medios de comunicación desinformamos. Según él, uno de los grandes problemas del país es la abundancia de manipulaciones e información falsa en medio del debate público. Con esa excusa ha estigmatizado a periodistas e incluso entrado en peleas con la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip). Sin embargo, contra Mendoza hay una decisión vehemente de la Corte Constitucional precisamente por desinformar en el producto audiovisual que lo lanzó a la fama y le ganó el aprecio dentro del petrismo. Eso no pareció importarle al mandatario. Muestra su doble rasero: la desinformación le gusta cuando es afín a sus intereses ideológicos. ¿Qué, exactamente, es necesario de homenaje en Mendoza que lo amerita para el nombramiento como embajador? ¿Acaso desinformar es, entonces, una característica que queremos que nos represente fuera del país? Los problemas no paran ahí. Mendoza sigue una larga tradición de activistas influenciados por Twitter que consideran que gritar e insultar es la única y más efectiva manera de hacer crítica. Lo soez y la hostilidad es su marca personal. Eso funciona para obtener retuits, por supuesto, y para triunfar en redes que privilegian el ruido por encima de los pensamientos bien formulados, ¿pero acaso eso lo hace digno de un cargo diplomático? ¿Nos está diciendo el presidente Petro que ese es el tipo de persona que representa al Gobierno del cambio?
Finalmente, hay una fuerte oposición dentro del mismo Gobierno por la falta de enfoque de género en el nombramiento. No contento con encumbrar a un personaje de la talla de Armando Benedetti, ahora el presidente defiende a Mendoza caricaturizando los reparos en su contra, lo que va en contravía de las voces más sensatas en su equipo y que han liderado la formulación de la política exterior feminista, bajo la cual, se supone, se regiría la diplomacia colombiana. Arlene B. Tickner, embajadora itinerante para Asuntos de Género y Política Global Feminista, escribió en X que “por respeto a nosotras, al Gobierno que dice defender y a Colombia, invito al señor Mendoza a apartarse de la aspiración a ejercer un cargo diplomático”. Laura Gil, representante permanente ante la ONU en Viena, hizo eco: “He comunicado mis preocupaciones en privado y ahora lo hago en público: los trinos del Sr. Mendoza constituyen violencia de género”. Se refiere a mensajes de contenido pedófilo y violento contra las mujeres que Mendoza publicó por años como “voces” de los personajes de su novela de ficción. Aunque Mendoza ha insistido en que no representan su posición personal, ha insultado y tildado de opositores a quienes lo cuestionan y no conocen ese contexto, el cual no cambia el significado violento de sus palabras. Recordamos la fotografía del presidente Petro con el pañuelo verde del movimiento feminista en medio de la campaña electoral de 2022.
A pesar de todo lo anterior, si Tailandia concede el beneplácito, Colombia estará representada en ese país por un funcionario sin experiencia, sin calificaciones, desinformador, ofensivo y acusado de misoginia. El retrato deplorable de un autosabotaje.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.