Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Dos frases pueden resumir los retos del proyecto de “paz total” que tiene el gobierno de Gustavo Petro. La primera, de Pablo Beltrán, jefe negociador del Ejército de Liberación Nacional (ELN), quien el año pasado dijo que “dialogar con un Gobierno de izquierda es más complicado”. La segunda es de Rodrigo Londoño, conocido en la guerra con el alias de Timochenko y hoy jefe del partido político Comunes, quien terminó el 2024 diciendo que “la paz de Colombia pasa por horas difíciles”. Se le acaba el tiempo (y la paciencia) a la Casa de Nariño para mostrar resultados en su promesa más ambiciosa.
La frase de Beltrán no debe leerse como un buen diagnóstico del gobierno de Gustavo Petro, sino como la muestra de la intransigencia de la guerrilla del ELN. La palabra que sintetiza la actitud de varios grupos ilegales es la arrogancia. Tanto con el ELN como con las disidencias de las FARC lideradas por Iván Mordisco, el proyecto de “paz total” se ha estrellado contra la violencia irracional de ciertos sectores guerrilleros. En ese sentido, la paz con esos grupos está en cuidados intensivos con pronóstico reservado. Ya la guerrilla del ELN, sorprendiendo a nadie, dijo que no cree que haya firma con este gobierno. Lo que no dicen es que la culpa de esa situación la tiene la guerrilla, no una administración Petro que ha mostrado extraordinaria paciencia y disposición de paz.
Dos hechos condenaron los avances en esos dos diálogos. El Estado Mayor Central, de Iván Mordisco, hizo un atentado el 7 de marzo contra una comunidad indígena en Toribio, Cauca, donde murió la mayora Carmelina Yule Paví. Por su parte, el ELN atacó con explosivos a una unidad militar en Puerto Jordán, Arauca, donde murieron tres uniformados. Desde entonces ha sido muy difícil tener algún avance y, de hecho, ambos grupos se fraccionaron. Un sector del Estado Mayor Central, comandado por Calarcá Córdoba, sigue sentado con el Gobierno bajo el nombre de Estado Mayor de los Bloques y Frente (EMBF). Mientras tanto, también hay avances con los Comuneros del Sur, disidencias del ELN.
Entonces, el principal reto es la dificultad de dialogar con grupos que no parecen querer hacer la paz. La frase de Beltrán es ridícula por evidenciar la realidad paralela en la que vive la guerrilla. En los próximos días hay una reunión planeada entre el Gobierno y el ELN para ver si se puede recuperar la mesa rota, pero las esperanzas están por el suelo.
Ahora, la frase de Londoño muestra otro gran problema: los retos de implementación. Los ex-FARC se quejan de que el Gobierno ha avanzado a paso lento. Es lo mismo que se ha mencionado en varios de los procesos de paz que sí están avanzando. Hay un temor de que una Casa de Nariño sin presupuesto ni estrategia clara pueda aterrizar todas sus promesas. Ante eso, el presidente ha sido claro en que su plan es cumplir de manera vehemente todo lo que hay sobre las mesas.
La paz, no obstante, sigue siendo urgente. Hay que celebrar que, en medio de tanto caos, el Gobierno ha podido mantener tres laboratorios de paz urbana con las bandas criminales de Medellín, Buenaventura y Quibdó. También hay avances con la Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano (facción de la Segunda Marquetalia) y hay expectativas con el Clan del Golfo y las Autodefensas Unidas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Este año será decisivo. El Gobierno debe empezar a mostrar resultados. Colombia lo necesita.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.