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Brenda Velásquez Iriarte era una joven de 17 años que llegó a la unidad de cuidados intensivos en Sincelejo (Sucre) y murió el pasado 23 de diciembre. La razón de su muerte fue la explosión de una fábrica clandestina de fuegos artificiales. Hasta ahora es la única persona que ha fallecido en estas fiestas de fin de año a causa de la pólvora, pero se une a un número creciente de heridos por culpa de los malos manejos. Muchos de ellos, casi la mitad, son menores de edad. Año tras año se hace aún más necesaria la prohibición de los fuegos artificiales y el tránsito a herramientas de diversión que no sean tan peligrosas ni dañinas. Los argumentos son contundentes.
La primera razón es el daño a las personas. Velásquez se une a una lista dolorosa de personas que han muerto por culpa de los malos manejos de fuegos artificiales. En 2023 hubo dos personas muertas por estas fechas. Este año se reportó un bebé que está en cuidados intensivos por consumir fósforo blanco, residuos relacionados con la quema de pólvora. Sabemos con suficiente demostración que usar estos artefactos es peligroso. Aunque la cifra se actualiza cada día, al cierre de esta edición el Instituto Nacional de Salud (INS) informó que ya son 659 casos de heridos por quemaduras provocadas por pirotecnia. La Policía Nacional ya está hablando de un incremento del 5,7 % en los casos de quemados con pólvora en el país. Un dato adicional es clave: hay un aumento en el 7 % de los casos que involucran a menores de edad. Son tragedias que podrían evitarse.
La segunda razón es que los fuegos artificiales siguen haciendo daño porque tienen complicidad de una sociedad que los avala. En una rueda de prensa, a propósito del “Escuadrón Antipólvora”, la Policía dijo que ha incautado “más de 25,8 toneladas de pólvora y ha desmantelado dos fábricas ilegales en desarrollo de 22.345 planes preventivos y de control”. Esas cifras, más allá de mostrar que las autoridades están llevando a cabo un trabajo arduo de intervención, lo que evidencian es que hay un enorme mercado que quiere seguir utilizando la pólvora. No habría tanta producción sin el interés de las personas por comprar los fuegos artificiales. Ante eso, es necesario redoblar el choque cultural y pedagógico. Campañas públicas que nos ayuden a dejar en el pasado el uso de herramientas tan riesgosas para las personas.
La tercera razón es de convivencia con los animales, entendidos como seres sintientes. Estas fechas son terribles, porque no pueden comprender lo que ocurre con los ruidos que los desubican. En entrevista con Blu Radio, Juliana Peña, médica veterinaria del Zoológico de Cali, dijo que dos antílopes fallecieron por culpa del pánico que les produjo la pólvora. El resto de animales también están sufriendo: “Los animales, por el estrés que les generan las ondas expansivas, el ruido, los destellos e incluso los olores (...) pueden correr, se golpean y algunos mueren”. Lo mismo ocurre con los animales de compañía en todo el país.
Entonces, por donde se le mire, la pólvora es un mal negocio y una pésima práctica. Gracias a la tecnología tenemos mejores herramientas para celebrar estas fiestas. El cambio necesita ser cultural. En vísperas del Año Nuevo, cuando más se utiliza la pólvora, es momento de reflexionar. Por el bienestar de todos.
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