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Hay una tregua a la vista en la Franja de Gaza. Después de más de 15 meses devastadores que han dejado más de 46.707 muertos en Gaza y alrededor de 1.210 víctimas israelíes, las delegaciones de Israel y de Hamás, con acompañamiento de Estados Unidos, Catar y Egipto, llegaron a un acuerdo de cese al fuego. Si se une a la pausa en el conflicto que se consiguió con Hezbolá en noviembre del año pasado, esta puede ser la puerta para detener el genocidio y el sufrimiento. Empieza la reconstrucción, mientras es necesario seguir exigiendo justicia por los crímenes de guerra cometidos.
Al parecer, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, vio que su apoyo en los Estados Unidos se estaba acabando. A pesar de su retórica agresiva sobre la franja de Gaza, Donald Trump mostró poco interés en continuar la guerra más allá de conseguir el regreso de las personas secuestradas. Por eso, desde las pasadas elecciones, pasó algo inesperado: la administración Biden y los representantes de Trump actuaron en conjunto para obtener el cese al fuego. Los detalles no se conocen, pero los expertos especulan que el mensaje a Israel fue sobre la necesidad de parar la guerra a riesgo de enfriar las relaciones con la administración entrante. Eso, sumado al gran trabajo mediador del Gobierno catarí, llevó a un acuerdo.
La muestra de la degradación del discurso político en Israel es que hoy se espera que el cese al fuego sea aprobado por el parlamento, pero bajo protesta de los partidos de ultraderecha que hacen parte del gobierno de Netanyahu. Desde ese sector es que en este año y medio hemos escuchado declaraciones deshumanizantes contra el pueblo palestino, todo mientras los tribunales internacionales avanzan procesos contra el liderazgo israelí por crímenes de guerra e incluso genocidio. Pese a esto, el silenciamiento de los fusiles debe celebrarse como un necesario primer paso.
El acuerdo, como tantos otros en la región, puede ser precario. Sin embargo, las primeras seis semanas significarán el retorno de 33 personas secuestradas a Israel, mientras que serán liberados unos 50 palestinos a diario que están en cárceles de ese país. El ejército israelí también se replegará al este de la Franja, permitiendo el retorno de los palestinos a sus territorios, así como la entrada de 600 camiones de ayuda humanitaria por día. Después de esa fase, se espera un cese definitivo de hostilidades e Israel abandonará Palestina por completo. Todo depende, por supuesto, de lo que ocurra en la implementación. Sin embargo, este no es el final de la tragedia. Las agencias de la Organización de Naciones Unidas han dicho que la cifra de 600 camiones es demasiado optimista por la carencia de recursos y el grado de la destrucción. El retorno de los palestinos será a un territorio completamente demolido por las bombas, sumergido en la pobreza y en una crisis sanitaria. Que se eviten más muertes solo significa el comienzo de los duelos por las decenas de miles de personas asesinadas, familias desaparecidas y la ausencia de una institucionalidad capaz de empezar la reconstrucción. Mientras Netanyahu siga siendo primer ministro, los procesos en su contra no podrán avanzar. Hamás, por su parte, seguirá con su influencia perversa, también impune ante la justicia. El dolor seguirá siendo la constante.
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