El dañino pudor al condón
El Espectador
En Colombia persiste una ignorancia que genera muchos problemas. La educación sexual es, quizás, el mayor tema donde se observan las consecuencias perversas de los prejuicios y una cultura que prefiere el pudor del silencio que hablar de frente sobre los retos (y bondades) que vienen con la libertad sexual.
El pasado viernes 1° de diciembre se celebró el Día Mundial de la Lucha contra el VIH/sida, oportunidad aprovechada por las autoridades para publicar cifras que deberían causar alerta. Según la Secretaría de Salud de Bogotá, hasta septiembre pasado se identificaron en la capital 2.295 personas portadoras del virus; es decir, a diario se reportan ocho nuevos casos. De esos, por cierto, el 89 % corresponde al sexo masculino; lo que indica que por cada ocho hombres que son portadores, hay una mujer que adquiere el virus.
A nivel nacional, la clasificación de la incidencia del VIH la encabeza el departamento de Quindío (con 39,6 casos por 100.000 habitantes), seguido de Amazonas, Córdoba, y Barranquilla, con 30 o más casos por 100.000 habitantes. El promedio nacional es de 23,2 casos por cada 100.000 habitantes, pero con un dato muy interesante: el 70 % de los casos se encuentran concentrados en núcleos urbanos como Bogotá, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Norte de Santander y Cundinamarca.
El problema con estos números es que están rodeados por una capa casi impenetrable de pudor y prejuicios. Por ejemplo, pese a que en Colombia la prueba del VIH es gratuita, muy pocas personas se la hacen, por temor al estigma. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo el 40 % de las personas portadoras (o sea, más de 14 millones) no han sido diagnosticadas y no saben si están infectadas o no.
Como explicó la Secretaría de Salud, “los expertos recomiendan realizarse la prueba de VIH al menos una vez al año y usar preservativo durante todas las relaciones sexuales. No se debe esperar a identificar síntomas específicos, pues el VIH puede permanecer hasta diez años multiplicándose en nuestro organismo sin manifestar sintomatología. El diagnóstico oportuno permite el inicio del manejo médico temprano, el cual se encuentra incluido en el plan de beneficios del país”.
¿Por qué, entonces, el temor de los colombianos a realizarse la prueba? ¿Por qué, además, abunda el estigma contra las personas que contraen el virus? La respuesta, nos parece, tiene mucho que ver con todos los prejuicios que rodean la educación sexual.
En un debate reciente en W Radio, el precandidato presidencial y exprocurador Alejandro Ordóñez dijo: “Yo no estoy de acuerdo con el condón”. Aunque esa es una posición radical minoritaria, sí le hace eco al pensamiento de un país conservador que ve con malos ojos la libertad sexual y, por ende, censura las campañas que pueden ser efectivas para la prevención de enfermedades y embarazos indeseados. El condón, que es esencial en esta lucha, no puede ser un tema tabú.
Aunque en el país es obligatoria la educación sexual, hemos visto muchos casos donde los padres y los colegios se rehúsan a dar clases verdaderamente útiles. El resultado es que los colombianos crecen sin la información necesaria para tomar decisiones sobre su sexualidad. Si no perdemos el pudor, va a ser imposible reducir las cifras de VIH y enfermedades similares. ¿Hasta cuándo?
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
En Colombia persiste una ignorancia que genera muchos problemas. La educación sexual es, quizás, el mayor tema donde se observan las consecuencias perversas de los prejuicios y una cultura que prefiere el pudor del silencio que hablar de frente sobre los retos (y bondades) que vienen con la libertad sexual.
El pasado viernes 1° de diciembre se celebró el Día Mundial de la Lucha contra el VIH/sida, oportunidad aprovechada por las autoridades para publicar cifras que deberían causar alerta. Según la Secretaría de Salud de Bogotá, hasta septiembre pasado se identificaron en la capital 2.295 personas portadoras del virus; es decir, a diario se reportan ocho nuevos casos. De esos, por cierto, el 89 % corresponde al sexo masculino; lo que indica que por cada ocho hombres que son portadores, hay una mujer que adquiere el virus.
A nivel nacional, la clasificación de la incidencia del VIH la encabeza el departamento de Quindío (con 39,6 casos por 100.000 habitantes), seguido de Amazonas, Córdoba, y Barranquilla, con 30 o más casos por 100.000 habitantes. El promedio nacional es de 23,2 casos por cada 100.000 habitantes, pero con un dato muy interesante: el 70 % de los casos se encuentran concentrados en núcleos urbanos como Bogotá, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Norte de Santander y Cundinamarca.
El problema con estos números es que están rodeados por una capa casi impenetrable de pudor y prejuicios. Por ejemplo, pese a que en Colombia la prueba del VIH es gratuita, muy pocas personas se la hacen, por temor al estigma. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo el 40 % de las personas portadoras (o sea, más de 14 millones) no han sido diagnosticadas y no saben si están infectadas o no.
Como explicó la Secretaría de Salud, “los expertos recomiendan realizarse la prueba de VIH al menos una vez al año y usar preservativo durante todas las relaciones sexuales. No se debe esperar a identificar síntomas específicos, pues el VIH puede permanecer hasta diez años multiplicándose en nuestro organismo sin manifestar sintomatología. El diagnóstico oportuno permite el inicio del manejo médico temprano, el cual se encuentra incluido en el plan de beneficios del país”.
¿Por qué, entonces, el temor de los colombianos a realizarse la prueba? ¿Por qué, además, abunda el estigma contra las personas que contraen el virus? La respuesta, nos parece, tiene mucho que ver con todos los prejuicios que rodean la educación sexual.
En un debate reciente en W Radio, el precandidato presidencial y exprocurador Alejandro Ordóñez dijo: “Yo no estoy de acuerdo con el condón”. Aunque esa es una posición radical minoritaria, sí le hace eco al pensamiento de un país conservador que ve con malos ojos la libertad sexual y, por ende, censura las campañas que pueden ser efectivas para la prevención de enfermedades y embarazos indeseados. El condón, que es esencial en esta lucha, no puede ser un tema tabú.
Aunque en el país es obligatoria la educación sexual, hemos visto muchos casos donde los padres y los colegios se rehúsan a dar clases verdaderamente útiles. El resultado es que los colombianos crecen sin la información necesaria para tomar decisiones sobre su sexualidad. Si no perdemos el pudor, va a ser imposible reducir las cifras de VIH y enfermedades similares. ¿Hasta cuándo?
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