El desastre de los Juegos Panamericanos necesita respuestas
En medio del escándalo que generó la cancelación de los Juegos Panamericanos 2027 en Barranquilla, era inevitable pensar en un gesto del presidente de la República, Gustavo Petro, después de las elecciones del pasado octubre. Su primer acto fue buscar reunirse con gobernadores electos que consideró afines a sus objetos políticos. Aunque sin duda el mandatario tiene la potestad de priorizar espacios con quienes comparten su ideología, en aquel momento se leyó como un gesto problemático, pues el país acababa de elegir a mandatarios a lo largo y ancho de nuestro territorio. ¿Significaría, acaso, que habría predilección por unos gobernadores sobre otros? En un país tan centralista como el nuestro, eso prendió alarmas. Por eso los Juegos Panamericanos se sintieron como un desplante más, aunque la historia que se debe contar va más allá de eso.
Al cierre de esta edición se anunció que todavía pueden recuperarse los Juegos Panamericanos. En febrero se reunirán los 41 países miembros para decidir si le asignan la sede a Barranquilla o a alguna de las otras ciudades que alzaron la mano para pedir la oportunidad. Incluso si Colombia logra recuperar el evento –y así esperamos que ocurra–, la vergüenza internacional ya pasó y, más importante aún, la frustración de la población del Atlántico se hizo sentir. Que el Gobierno Nacional no haya sabido dar suficientes explicaciones sobre por qué no se hizo el pago, cuando se había pactado, muestra una falta de información en las más altas instancias unida a la desorganización. Eso no tiene presentación.
El Ministerio del Deporte es un caos desde el desafortunado nombramiento de María Isabel Urrutia por parte del presidente Petro. Cuando finalmente hubo un cambio en la entidad, se habían perdido meses y se empezó el trabajo de nuevo. Las declaraciones recientes de la nueva ministra del Deporte, Astrid Bibiana Rodríguez, muestran los síntomas de esa confusión y desorganización. Mientras el Gobierno dijo que no entendía por qué había ocurrido el impasse, congresistas del Pacto Histórico optaron por echarle la culpa a la administración de Jaime Pumarejo en Barranquilla y al expresidente Iván Duque. Sin embargo, documentos publicados por W Radio muestran que el Ministerio sabía de la inminencia del pago y había dicho que tenía los recursos. El cruce de versiones deja la sensación de que los protagonistas no saben muy bien qué está pasando.
Por eso volvemos a la reunión del presidente Petro con los mandatarios afines. Un presidente lo es de todos los colombianos y debe trabajar de manera conjunta con cada entidad territorial. Casar peleas como la del presidente con el metro de Bogotá, por ejemplo, genera tensiones innecesarias y entorpece el trabajo. Ahora con los Juegos Panamericanos surgió la pregunta de si el desinterés del Gobierno se debía a quienes ocupan el poder del Atlántico. No debe haber dudas sobre la concertación entre regiones y la Casa de Nariño.
Por fortuna, el presidente Petro asumió el liderazgo de recuperar los Juegos Panamericanos, enviando incluso una sentida carta a los organizadores. Álex Char, alcalde de Barranquilla, dijo que vio “todo el interés del Gobierno en sacar esto adelante”. Esperamos que no haya llegado muy tarde el impulso y, en todo caso, que la lección permanezca: desde Bogotá se tiene que gobernar en alianza con todo el país sin jugar a favoritismos.
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En medio del escándalo que generó la cancelación de los Juegos Panamericanos 2027 en Barranquilla, era inevitable pensar en un gesto del presidente de la República, Gustavo Petro, después de las elecciones del pasado octubre. Su primer acto fue buscar reunirse con gobernadores electos que consideró afines a sus objetos políticos. Aunque sin duda el mandatario tiene la potestad de priorizar espacios con quienes comparten su ideología, en aquel momento se leyó como un gesto problemático, pues el país acababa de elegir a mandatarios a lo largo y ancho de nuestro territorio. ¿Significaría, acaso, que habría predilección por unos gobernadores sobre otros? En un país tan centralista como el nuestro, eso prendió alarmas. Por eso los Juegos Panamericanos se sintieron como un desplante más, aunque la historia que se debe contar va más allá de eso.
Al cierre de esta edición se anunció que todavía pueden recuperarse los Juegos Panamericanos. En febrero se reunirán los 41 países miembros para decidir si le asignan la sede a Barranquilla o a alguna de las otras ciudades que alzaron la mano para pedir la oportunidad. Incluso si Colombia logra recuperar el evento –y así esperamos que ocurra–, la vergüenza internacional ya pasó y, más importante aún, la frustración de la población del Atlántico se hizo sentir. Que el Gobierno Nacional no haya sabido dar suficientes explicaciones sobre por qué no se hizo el pago, cuando se había pactado, muestra una falta de información en las más altas instancias unida a la desorganización. Eso no tiene presentación.
El Ministerio del Deporte es un caos desde el desafortunado nombramiento de María Isabel Urrutia por parte del presidente Petro. Cuando finalmente hubo un cambio en la entidad, se habían perdido meses y se empezó el trabajo de nuevo. Las declaraciones recientes de la nueva ministra del Deporte, Astrid Bibiana Rodríguez, muestran los síntomas de esa confusión y desorganización. Mientras el Gobierno dijo que no entendía por qué había ocurrido el impasse, congresistas del Pacto Histórico optaron por echarle la culpa a la administración de Jaime Pumarejo en Barranquilla y al expresidente Iván Duque. Sin embargo, documentos publicados por W Radio muestran que el Ministerio sabía de la inminencia del pago y había dicho que tenía los recursos. El cruce de versiones deja la sensación de que los protagonistas no saben muy bien qué está pasando.
Por eso volvemos a la reunión del presidente Petro con los mandatarios afines. Un presidente lo es de todos los colombianos y debe trabajar de manera conjunta con cada entidad territorial. Casar peleas como la del presidente con el metro de Bogotá, por ejemplo, genera tensiones innecesarias y entorpece el trabajo. Ahora con los Juegos Panamericanos surgió la pregunta de si el desinterés del Gobierno se debía a quienes ocupan el poder del Atlántico. No debe haber dudas sobre la concertación entre regiones y la Casa de Nariño.
Por fortuna, el presidente Petro asumió el liderazgo de recuperar los Juegos Panamericanos, enviando incluso una sentida carta a los organizadores. Álex Char, alcalde de Barranquilla, dijo que vio “todo el interés del Gobierno en sacar esto adelante”. Esperamos que no haya llegado muy tarde el impulso y, en todo caso, que la lección permanezca: desde Bogotá se tiene que gobernar en alianza con todo el país sin jugar a favoritismos.
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