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El horror vuelve a ser noticia en el país justo empezando el año. El deslizamiento en la vía que conecta a Quibdó (Chocó) con Medellín (Antioquia) es una tragedia doble porque se siente como la crónica de un desastre anunciado. Como explicó el presidente de la República, Gustavo Petro, “todo el Pacífico colombiano hasta la cordillera Occidental está en alerta roja por derrumbes y remociones en masa, dado el alto volumen de lluvias por el fenómeno de El Niño”. Una Colombia que está a medio construir y con pésimas prácticas de mantenimiento no está preparada para los efectos de la emergencia climática. Se siente que hemos escrito lo mismo en muchas ocasiones porque nos la pasamos de crisis en crisis sin que haya respuestas ambiciosas de largo aliento.
Al cierre de esta edición, el deslizamiento cobró la vida de 33 personas y hay otras 10 que están desaparecidas. El dolor de las familias es incomparable y la frustración del Chocó entero es palpable. Año tras año, el departamento reclama más atención e inversiones, pero, pese a los discursos rimbombantes que se han dado desde Bogotá, la región sigue sumida en la corrupción, el atraso, el olvido y la pésima infraestructura. Nadie debería estar expuesto a este tipo de riesgos simplemente por recorrer Colombia por carretera, pero parece que estamos construyendo una colección macabra de accidentes similares. Cada cierto tiempo la pésima infraestructura nacional y el recrudecimiento de las condiciones por culpa de la emergencia climática cobran vidas y nos quedamos con la misma pregunta: ¿qué podemos hacer para prevenir? ¿Cómo haremos para enfrentar una situación cada vez más grave?
El Gobierno Nacional decretó estado de desastre natural, anunció apoyo directo a todas las familias damnificadas y el presidente anunció que “se trasladará medio billón de pesos para terminar la vía este año y hacer las obras de seguridad que en 20 años nunca se contrataron”. Según el mandatario, “la causa técnica, más allá de la crisis climática, que produce esta serie de derrumbes es una falta de inversión en taludes en el manejo de las montañas cercanas a la carretera”. Por eso, además de la declaratoria de emergencia, dijo que esta semana el Gobierno en pleno sesionará desde el Chocó. Esperamos que las medidas que se anuncien adopten los aprendizajes de lo ocurrido en La Guajira y tengan en cuenta la importancia de usar las vías institucionales, Congreso incluido, para las reformas. Dicho eso, en este caso sí parece estar justificada la declaratoria de emergencia.
Lo que es claro es que no se le pueden dar más largas al asunto. El país tiene una infraestructura precaria y, pese a las inversiones de los gobiernos pasados y del actual, tiene un atraso de décadas. Con el agravante de que la emergencia climática seguirá generando retos cada vez más difíciles de solventar. No solo necesitamos ponernos al día, sino asegurarnos de que cada construcción pueda resistir el futuro tan difícil que se viene. Colombia debe rodear a las víctimas de esta tragedia y poder prometer que no volverá a ocurrir.
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