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No deja de ser impresionante y frustrante el compromiso de la guerrilla del ELN con sabotear cualquier atisbo de respaldo al proceso de paz que surja en la opinión pública. A pesar de que hace apenas unos días se cerró el sexto ciclo de diálogos de paz, cuyo resultado principal fue la prórroga del cese al fuego bilateral por seis meses más, hoy estamos de vuelta con noticias sobre su intransigencia. En un comunicado delirante, el Frente de Guerra Occidental en Chocó decretó un paro armado en los municipios de Istmina, Litoral del San Juan, Medio San Juan, Sipí y Nóvita. Después, ante rumores de incapacidad por cohesionar a sus miembros, la delegación en los diálogos dijo que todas las acciones son coordinadas. Esto se une a las burlas que el comandante de la guerrilla, Antonio García, ha hecho en repetidas ocasiones contra el comisionado de Paz colombiano, Otty Patiño.
En el comunicado del ELN para justificar un paro armado, a pesar de haberse comprometido con el cese al fuego, se leen los ecos de décadas de arrogancia. “El paro armado que se adelanta en Chocó por parte del Frente de Guerra Occidental”, escribió la guerrilla, “es una medida de protección contra las operaciones de agresión y sometimiento orientadas y apoyadas por los militares y que son ejecutadas por las bandas paramilitares contra las comunidades de la región. Sin ninguna duda los militares y la policía orientan, apoyan y protegen a los paramilitares, no existe otra explicación para la libertad de movimientos y operaciones que adelantan”. Pruebas, por supuesto, no aportan ni tampoco son llevadas a los mecanismos de verificación del cese. La guerrilla consideró que los militares violaron el cese y se tomó la potestad de responder de la única manera que conoce: con violencia.
Ante la justa indignación que causó el paro armado, el Comando Central del ELN se vio en la necesidad de aclarar que “la delegación de diálogos representa a todos los frentes de guerra, es falso que los frentes de guerra Oriental y Occidental estén en desacuerdo con el proceso de paz que se adelanta. Ambos frentes de guerra están participando de manera activa en la delegación”. Extraña tesis que implica que el comando está de acuerdo con violar el cese al fuego o que no le está siendo sincero al país sobre su capacidad de mandar sobre todos los miembros de la guerrilla. Cualquiera de las alternativas es temible.
En respuesta, el comisionado Patiño afirmó que “la declaración de paro armado por el Frente de Guerra Occidental del ELN es una deslealtad con los acuerdos celebrados (...) en tanto amenaza la vida, los derechos, las libertades de los pobladores del departamento, el ejercicio de los gobiernos democráticamente elegidos y el mandato de las autoridades comunitarias”. Estamos de acuerdo, pero más allá de la condena pública, es poco lo que el Gobierno puede hacer si no quiere levantarse de la mesa. Estamos, entonces, en una etapa procesal que conocemos muy bien con el ELN y que también trae ecos de los primeros años de negociación con las FARC, con abundancia de violencia y desplantes.
La apuesta por la paz necesita redoblarse, pero el Gobierno debe ser claro ante la delegación: sin continúan burlándose del país no habrá complicidad, sino respuesta estatal vehemente. La paciencia de los colombianos tiene un límite.
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