El Eln vive en un espejismo
El Espectador
Dos cosas quedan claras después de los atentados ocurridos en Atlántico. Primero, la guerrilla del Eln se siente cómoda viviendo en un espejismo donde sus delirios la llevan a creer que los colombianos justifican su actuar. Segundo, los líderes de esa organización están convencidos de que los ciudadanos somos unos tontos y que el Gobierno Nacional debe arrodillarse. Pierde la paz, pues condenan a Colombia a otra década de confrontamiento innecesario.
En un comunicado, el Frente de Guerra Urbano Nacional del Eln se atribuyó la explosión que asesinó a cinco policías y dejó a otros 42 heridos en Barranquilla. Con cinismo, la guerrilla dijo que como grupo “persisten con la misma determinación en la solución política al conflicto social y armado que vive el pueblo colombiano, en un diálogo de paz que atienda las voces de los más necesitados y excluidos”.
¿Esta es su manera de demostrar la voluntad de paz? ¿Después de tanto camino recorrido, de tantos muertos, de tantos gestos rotundos y generosos por parte del Gobierno? ¿En qué mundo vive el Eln? ¿Acaso creen que alguien en el país les va a comprar el discurso de que asesinar inocentes era necesario en medio de una negociación?
En el mismo comunicado, citan miles de excusas (la persecución a mototaxistas, conductores de taxis, colectivos, la existencia de narcotráfico) para explicar su actuar. Además, dicen que “el Gobierno Nacional se rehúsa a dar respuestas a las necesidades de la población, inventa excusas para no garantizar sus derechos y usa a la fuerza pública para reprimir al pueblo que se cansa de aguantar y pelea por su sobrevivencia y dignidad”. Incluso si uno les compra su visión de la realidad, lo que no parecen haber entendido es que para esos reclamos estamos intentando fortalecer la democracia. Matar personas sólo consigue más violencia, no cambios sociales. ¿Cuántos años más tienen que pasar para que lo acepten?
Como debía hacerlo, el presidente Juan Manuel Santos anunció que el quinto ciclo de negociaciones quedaba suspendido hasta que “el Eln haga compatible su conducta con la exigencia de paz del pueblo colombiano y de la comunidad internacional”. Además, prometió que el Estado asumirá “la doctrina Rabin: Se combate el terrorismo con toda contundencia como si no hubiese negociación de paz, y se negocia como si no hubiese terrorismo”. Finalmente, dijo que la fuerza pública “deberá seguir cumpliendo sus deberes constitucionales con la máxima determinación”.
No hay nada más para hacer. Colombia se sienta a esperar. Ojalá el Eln entienda que debe mostrar actos concretos de paz, de lo contrario la guerra seguirá con todas las consecuencias perversas que eso significa. Lo claro, no obstante, es que el Estado ha hecho todo lo posible para llegar a un acuerdo, mientras que la guerrilla sigue entronizada en su arrogancia y su mezquindad.
En una de sus últimas entrevistas, Jaime Garzón dijo algo que sigue siendo relevante: “Ya más muertos no se necesitan en este país. Se necesita que se sienten a hablar. Cuando se distancien, otra vez hay que volverlos a sentar; cuando se pongan bravos, otra vez hay que volverlos a sentar. Que no se levanten hasta que no haya un acuerdo. Porque todas las veces que se ha interrumpido, ha sido peor”. Del Eln depende que lo que venga no sea peor.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
Dos cosas quedan claras después de los atentados ocurridos en Atlántico. Primero, la guerrilla del Eln se siente cómoda viviendo en un espejismo donde sus delirios la llevan a creer que los colombianos justifican su actuar. Segundo, los líderes de esa organización están convencidos de que los ciudadanos somos unos tontos y que el Gobierno Nacional debe arrodillarse. Pierde la paz, pues condenan a Colombia a otra década de confrontamiento innecesario.
En un comunicado, el Frente de Guerra Urbano Nacional del Eln se atribuyó la explosión que asesinó a cinco policías y dejó a otros 42 heridos en Barranquilla. Con cinismo, la guerrilla dijo que como grupo “persisten con la misma determinación en la solución política al conflicto social y armado que vive el pueblo colombiano, en un diálogo de paz que atienda las voces de los más necesitados y excluidos”.
¿Esta es su manera de demostrar la voluntad de paz? ¿Después de tanto camino recorrido, de tantos muertos, de tantos gestos rotundos y generosos por parte del Gobierno? ¿En qué mundo vive el Eln? ¿Acaso creen que alguien en el país les va a comprar el discurso de que asesinar inocentes era necesario en medio de una negociación?
En el mismo comunicado, citan miles de excusas (la persecución a mototaxistas, conductores de taxis, colectivos, la existencia de narcotráfico) para explicar su actuar. Además, dicen que “el Gobierno Nacional se rehúsa a dar respuestas a las necesidades de la población, inventa excusas para no garantizar sus derechos y usa a la fuerza pública para reprimir al pueblo que se cansa de aguantar y pelea por su sobrevivencia y dignidad”. Incluso si uno les compra su visión de la realidad, lo que no parecen haber entendido es que para esos reclamos estamos intentando fortalecer la democracia. Matar personas sólo consigue más violencia, no cambios sociales. ¿Cuántos años más tienen que pasar para que lo acepten?
Como debía hacerlo, el presidente Juan Manuel Santos anunció que el quinto ciclo de negociaciones quedaba suspendido hasta que “el Eln haga compatible su conducta con la exigencia de paz del pueblo colombiano y de la comunidad internacional”. Además, prometió que el Estado asumirá “la doctrina Rabin: Se combate el terrorismo con toda contundencia como si no hubiese negociación de paz, y se negocia como si no hubiese terrorismo”. Finalmente, dijo que la fuerza pública “deberá seguir cumpliendo sus deberes constitucionales con la máxima determinación”.
No hay nada más para hacer. Colombia se sienta a esperar. Ojalá el Eln entienda que debe mostrar actos concretos de paz, de lo contrario la guerra seguirá con todas las consecuencias perversas que eso significa. Lo claro, no obstante, es que el Estado ha hecho todo lo posible para llegar a un acuerdo, mientras que la guerrilla sigue entronizada en su arrogancia y su mezquindad.
En una de sus últimas entrevistas, Jaime Garzón dijo algo que sigue siendo relevante: “Ya más muertos no se necesitan en este país. Se necesita que se sienten a hablar. Cuando se distancien, otra vez hay que volverlos a sentar; cuando se pongan bravos, otra vez hay que volverlos a sentar. Que no se levanten hasta que no haya un acuerdo. Porque todas las veces que se ha interrumpido, ha sido peor”. Del Eln depende que lo que venga no sea peor.
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