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El Estado Mayor Central (EMC) se sumó al ELN en la lista de grupos armados que están buscando sabotear el proceso de “paz total” que lidera el gobierno de Gustavo Petro. La asonada y el secuestro de cerca de 100 miembros del Ejército Nacional en El Plateado, Cauca, motivada por la disidencia, es una muestra de la incapacidad de reconocer la importancia del momento histórico. De nada sirve la bravuconada e insistir en la criminalidad para construir confianza con los colombianos. La suspensión de los diálogos y la agenda con el Gobierno son una pésima señal.
En un comunicado, el EMC anunció que suspendía el proceso de diálogos por los supuestos “constantes incumplimientos a los acuerdos” y la “falta de seriedad de parte del Gobierno Nacional en el cumplimiento de cada uno de los protocolos, de los compromisos firmados y adoptados en el interior de la mesa”. Por eso, advierte la disidencia, “está en peligro que se genere un rompimiento de manera definitiva”, dado que “el Estado no quiere un acuerdo de paz, sino una acción de sometimiento”. No podía haber una peor lectura de la realidad y una muestra más contundente de que el EMC sigue atrincherado en sus delirios.
Si un gobierno ha mostrado voluntad de paz es el del presidente Petro, que incluso les extendió la mano a las disidencias cuando hay voces en la sociedad civil que no comparten hacerlo con quienes decidieron traicionar el proceso adelantado en La Habana con las extintas FARC. Una y otra vez, en lo que concierne al EMC y al ELN, la administración Petro ha evidenciado que su obsesión es conseguir un acuerdo de paz. En cambio las acciones de la disidencia, desde sus declaraciones públicas hasta el reciente secuestro de los miembros del Ejército, muestran desdén por la institucionalidad y por la mano abierta que está esperándolos en la mesa. Así es muy complicado seguir en la negociación.
No es cierto lo que dice el EMC. Como escribió el presidente Petro en su cuenta de X, “al EMC en el decreto presidencial se le estableció priorizar el abandono de los centros poblados y las vías principales y secundarias, y colaborar en la sustitución de la economía ilícita. Eso significaba abandonar El Plateado y su vía de conexión con Argelia y el cañón del Micay. Alisté al Gobierno para iniciar las inversiones para una sustitución de su economía”. El plan, que es acertado, es llevar el Estado a las zonas abandonadas para ayudarlas a crear economías lícitas que garanticen la sostenibilidad de cualquier acuerdo. Eso no es un ejercicio de fuerza ni mucho menos de sometimiento, es el reconocimiento de una de las principales fallas de la implementación del Acuerdo de La Habana y buscar construir confianza con los ciudadanos al mostrarles que los diálogos de paz llevan progreso a las regiones más afectadas por el conflicto.
No hay, entonces, justificación alguna para manipular a los pobladores de Cauca para forzarlos a realizar una asonada. El terror solo produce más dudas sobre el proceso de paz. Patear la mesa y levantarse de ella buscando una inexistente superioridad moral, mientras se persiste en la violencia, es un acto de profunda hipocresía. El EMC debe regresar a la negociación cuanto antes, o si no el Estado no tendrá otra opción que perseguirlos.
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