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Sergio Díaz-Granados asumió ayer como nuevo presidente del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF). Es el primer colombiano en presidirlo en sus 51 años de funcionamiento. Díaz-Granados tiene frente a sí grandes de retos, desde atender las urgentes necesidades de financiación de sus países miembros hasta retomar el correcto manejo interno, tras los problemas presentados durante los últimos cuatro años. Cuenta con la formación y experiencia para salir exitoso, por lo que hay buenas expectativas.
Los países de América Latina y el Caribe se enfrentan a los graves efectos de la pandemia del COVID-19. Con tan solo el 8,4 % de la población mundial, la región ha registrado el 30 % de las muertes por el virus, más de 1’100.000 personas. De otro lado están las consecuencias económicas y sociales. Mientras que en lo económico el PIB cayó un 7,1 % en 2020, el peor retroceso en 120 años, según la Cepal se estima que el PIB per capita volvió a los niveles de 2010 y el nivel de la deuda pública fue el más alto en lo corrido del siglo. Es aquí donde los principales organismos regionales de crédito —el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y CAF— deberán jugarse a fondo para atender las urgentes necesidades de financiación que tienen sus países accionistas, así como el sector privado. Es prioritario, en especial, combatir la pobreza y la desigualdad que han aumentado de forma desproporcionada.
El nuevo presidente conoce muy bien los sectores público y privado. Fue viceministro de Desarrollo Empresarial y ministro de Comercio, Industria y Turismo, en cuya condición fue parte del Directorio de CAF por tres años, además de haber sido dirigente gremial y político. En los últimos seis años fue miembro del Directorio del Banco Interamericano de Desarrollo, lo que le permitió conocerlo y establecer los vínculos necesarios para el trabajo de complementariedad que tendrán que coordinar estas dos instituciones. Para ello cuenta con un equipo interno de trabajo que ha convertido a CAF en un banco con un merecido reconocimiento internacional. No de otra forma se explica que, tras una primera operación por US$3 millones en 1970, el año anterior aprobara más de US$15.000 millones. En total ha desembolsado US$188.000 millones, destinados a proveer agua, electricidad, vivienda, educación, salud, movilidad y telecomunicaciones a millones de personas en América Latina y el Caribe.
Díaz-Granados ha formulado su visión para los próximos cinco años apuntando a temas concretos y realizables. Lograr una pronta reactivación económica y la mejora de los indicadores sociales se convierten en una prioridad inaplazable. Por lo mismo es acertado apostar a la generación de nuevas oportunidades de empleo y progreso, para lo cual es necesario que se fortalezca el sector empresarial y se expanda el emprendimiento en la región. Los recursos frescos que puedan venir de multilaterales como CAF van a establecer una gran diferencia para los países de América Latina y el Caribe.
Otro importante tema propuesto, que atiende a las realidades que se viven a escala mundial y se debe llevar a la práctica, es el de reforzar los programas destinados a lograr la sostenibilidad mediante una lucha contra el calentamiento global. En este sentido, su propuesta de convertir a CAF en el banco verde de la región es más que bienvenida. Todo daño que se realiza al medioambiente en algún lugar repercute de manera directa contra todos y cada uno de los habitantes del planeta. Esta es una realidad que no da espera.
También hay que destacar el hecho de que Sergio Díaz-Granados haya sido enfático en mantener la independencia de CAF al reiterar el carácter técnico del organismo, sin permitir que los problemas ideológicos de la región puedan llegar a perjudicar sus decisiones de financiamiento al desarrollo.
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