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A pesar de tener un presidente conservador terriblemente impopular, Guillermo Lasso, los votantes ecuatorianos dieron un golpe de autoridad el pasado domingo. Prefirieron elegir en segunda vuelta a Daniel Noboa, un desconocido de 35 años cuya única credencial es ser el hijo del hombre más rico del país, Álvaro Noboa, por encima de Luisa González, otra desconocida que construyó su campaña alrededor de la idea de ser “la de Rafael Correa”. El derrumbe del correísmo en segunda vuelta a pesar de haber ganado la primera muestra que la figura del expresidente prófugo de la justicia continúa generando rechazo en medio de una crisis social sin precedentes.
Ecuador es una nación en duelo. Sumido en el terror por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio hace unos meses, el país vecino arrastra una crisis política de antaño, a tal punto que su presidente saliente, Guillermo Lasso, invocó una “muerte cruzada”, figura constitucional que le permitió cerrar el Congreso a cambio de convocar elecciones presidenciales y legislativas. Era tan baja la popularidad de Lasso que, contrario a las expectativas, no decidió lanzarse a las elecciones, lo que abrió la puerta para que llegara una alternativa. En entrevista con El País de España, Rafael Correa se mostró triunfalista: “Creía que no se iba a atrever [a decretar la muerte cruzada] por las posibilidades de triunfo que tenemos”, dijo. Y todas las predicciones apuntaban a lo mismo: en ausencia de candidatos viables, la única fuerza política organizada era el correísmo, que se aprestaba a retornar al poder.
Todo parecía tan claro que Correa se encargó de convertir las elecciones en un referendo sobre su regreso. Habló de convocar una asamblea constituyente que le permitiera volver a lanzarse como candidato en 2025 y un perdón presidencial por los delitos que lo condenaron era obvio. Luisa González, ungida por el mismo Correa, hizo campaña segura de que la asociación con su padrino político sería suficiente. Sin embargo, su triunfo en primera vuelta fue más débil de lo esperado, por lo que en segunda intentó mostrar independencia. Pero era demasiado tarde: una vez más, como ha pasado desde que Correa llegó al poder, los ecuatorianos iban a las urnas a votar a favor o en contra de Correa.
Con una importante participación del 82 % del electorado, la victoria de Noboa fue holgada: 52 % contra 48 % de González. El simbolismo de elegir al hijo del empresario más exitoso de Ecuador por encima de la opción que buscaba revivir el socialismo del siglo XXI es difícil de ignorar.
La elección de Noboa es pasajera: en 16 meses, los ecuatorianos tendrán que volver a elegir presidente y seguramente Correa buscará reeditar la pugna. Lo que es una lástima, porque el país necesita soluciones urgentes a problemas complejos que van más allá del caudillismo. El crecimiento del narcotráfico y la inseguridad no se pueden enfrentar con debilidad institucional.
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