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En los últimos 25 meses, 32 miembros de la Fuerza Pública de Colombia han fallecido en medio de accidentes aéreos. Con la tragedia ocurrida el domingo pasado en Vichada, son cuatro los helicópteros que se han estrellado este año, mientras que el año pasado hubo dos eventos similares. Aunque se anunciaron investigaciones y se habla de los efectos del clima como principal razón para el desastre, la memoria de las víctimas exige preguntarnos por los protocolos de mantenimiento y por la necesidad de invertir recursos en una modernización de la flota.
El Presidente de la República, Gustavo Petro, confirmó en su cuenta de X que los ocho miembros de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) que estaban en una misión médica en el Vichada fallecieron. “Su helicóptero se precipitó a tierra”, escribió el mandatario, quien extendió “un abrazo de solidaridad a sus familias en medio de esta noticia que enluta al país”. Ayer, la FAC dijo que el motivo del accidente fueron las condiciones climáticas que, unidas a la dificultad de la misión, propiciaron la tragedia. Lo mismo ha ocurrido en varias ocasiones en los últimos dos años. Es necesario preguntar: ¿acaso no era evitable que algo así pasara?
Las misiones que llevan a cabo los miembros de la FAC son peligrosas. Están bajo ataque de los grupos armados y tienen que navegar una geografía difícil. El clima, en efecto, viene empeorando. Empero, precisamente por eso debemos preguntarnos cómo evitar el desastre. No es posible que tengamos tantas víctimas, haya intervención de grupos armados o no. ¿Se trata de una falla en el mantenimiento? ¿Es quizás urgente invertir en una flota que sea capaz de resistir mejor a la emergencia climática?
Sobre lo primero, las autoridades han negado responsabilidad. El general Luis Carlos Córdoba, comandante de la FAC, dijo que “toda aeronave cumple unos programas de mantenimiento que ordena la casa fabricante de estas aeronaves. El proceso y la determinación del mantenimiento que se le ha venido dando aparece registrada en cada uno de los diferentes documentos, de tal manera que la aeronave estaba completamente aeronavegable en el momento de la programación”. ¿Entonces la tragedia era inevitable? ¿Hay situaciones donde es mejor que no haya intervención de la FAC por las condiciones climáticas, como ocurre con cierto tipo de aviones?
Tal vez el problema está en las características de la flota actual. Un informe reciente de El Espectador encontró que de las 731 aeronaves en inventario, solo 298 están operando, 223 están en mantenimiento y 210 más no están en uso por temas antigüedad, falta de recursos o accidentes. Otras tantas van en camino de cumplir su vida útil. A pesar de que el presupuesto del Ministerio de Defensa es enorme, tal vez sea el momento de hablar de una asignación de recursos que lleve a la modernización de la flota. Todo por la seguridad de quienes arriesgan la vida por defender al Estado colombiano.
No es momento de buscar réditos políticos, sino de preguntarnos qué está ocurriendo y qué podemos hacer para que no haya más familias en luto. Rodear a los uniformados, honrar a quienes perdimos y garantizar que nuestro país tenga las herramientas que necesita para defenderse.
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