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Hoy, por fin, después de innecesarios obstáculos y mucho dolor causado a la ciudadanía, se instalan los diálogos de paz entre el Eln y el Gobierno de Gustavo Petro, en Caracas. No es la misma guerrilla que se sentó a dialogar con el entonces presidente Juan Manuel Santos, pues sus números han crecido, aunque su legitimidad ha disminuido, y tampoco es el mismo Gobierno, pues se trata de una administración de izquierda que está llevando a cabo muchas de las reformas estructurales que se suelen exigir en esos espacios de negociación de paz. Después de varias movidas audaces del presidente Petro, la esperanza del país se concentra en que esta vez, ahora sí, se empiece el camino a un acuerdo final con la guerrilla.
Son varios los retos sobre la mesa. Como bien le dijo el analista Víctor de Currea-Lugo a El Espectador, “se debe desechar la idea de andar comparando el proceso de las Farc con el del Eln, sabiendo que, tanto en la formulación del proceso como en la implementación del Acuerdo de 2016, hay grandes vacíos que el Eln critica y que además, en la práctica, demuestran que no es posible negociar bajo el mismo esquema”. Adicionalmente, estamos ante una guerrilla federal, donde hay interrogantes sobre la capacidad de sus líderes nacionales para poner de acuerdo a todos sus frentes. Esto, mientras en varias zonas del territorio hay combates entre el Eln, las disidencias de las Farc y grupos narcoparamilitares. Se trata de una negociación que se da en medio del ruido de la guerra que continúa.
Sobre eso último, Antonio García, jefe de la guerrilla, dijo: “Proponemos que si no se quiere que se ataquen instalaciones militares, pues nosotros también podemos proponer que las instalaciones nuestras no se ataquen”. Una tregua no estaría mal y debe ser considerada por el Gobierno, bajo la condición de que los diálogos no se alarguen de manera indefinida. Que el Eln sepa que esta es una oportunidad histórica que requiere celeridad mientras el actual Gobierno tiene capacidad política de maniobrar. Con el pasar de los años, las condiciones cambian.
Según datos dados a conocer por El Colombiano el domingo, la inteligencia militar dice que el Eln tiene “5.397 integrantes de los cuales 2.587 están en armas, 2.653 son los llamados milicianos y los 157 restantes hacen parte del Frente de Guerra Urbano Nacional”. Se encuentran en un 18 % del país. No es la misma magnitud que tenían las Farc cuando hubo los diálogos, pero siguen teniendo una presencia importante y amenazante para la estabilidad nacional. Hay que cuidar que un eventual acuerdo garantice que no se creen nuevas disidencias en el país.
Por parte del Gobierno, el nombramiento como negociador de José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos, es una excelente noticia para el país. Lo dijo el expresidente Álvaro Uribe Vélez: “Estoy seguro de que el doctor Lafaurie, más que representar al Centro Democrático, llevará allí la opinión de muchos sectores que, por obvias razones, mantienen escepticismo sobre las posibilidades de un acuerdo de esta naturaleza”. Ya es hora de entender que la paz es un objetivo nacional, sin importar partido político, y debería ser un proceso de unión, no de la polarización que vimos cuando se refrendó el acuerdo con las Farc. Bienvenidos los nuevos diálogos. Buen viento para los negociadores.
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