Los 33 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y los 27 de la Unión Europea (UE) se encontraron en un momento de cambio de paradigma. Luego de ocho años desde la última cumbre entre la CELAC y la UE, Europa parece por fin interesada con sinceridad en nuestra región, mientras que Latinoamérica y el Caribe están buscando cobrar más relevancia internacional. Nos unen, quizá más que nunca, la necesidad y la incertidumbre de un mundo donde China planea convertirse en el referente ineludible y Estados Unidos sigue claudicando en su liderazgo global. Con la amenaza latente, allá y acá, de los autoritarismos, fascismos y populismos de izquierda y derecha, la pregunta que subyace es fundamental: ¿la democracia podrá salir fortalecida?
No tiene mucho sentido que Europa se haya desentendido durante tantos años de América Latina y el Caribe. Nos unen las afinidades comerciales, culturales, democráticas y sociales. Según DW, Antonio León, asesor para desarrollo y clima de la Cruz Roja UE, dijo que “el número de migrantes internacionales de América Latina y el Caribe se ha duplicado con creces en los últimos 15 años, pasando de alrededor de siete millones a 15 millones. Europa es el principal destino de migrantes internacionales (30,9 %)”. Con ese intercambio de personas, deberíamos haber fomentado relaciones mucho más fuertes desde hace décadas. Pero, claro, el mundo unipolar fomentado desde los Estados Unidos sumado a las herencias de las colonizaciones y la estigmatización hacia América Latina y el Caribe hicieron que nuestra región fuese menospreciada en el juego geopolítico. También ha hecho difícil ese nexo el atrincheramiento ideológico de nuestra región, que se la ha pasado entre dictaduras y autoritarismos, y ha coqueteado con Rusia y China.
Sin embargo, hoy es claro que nos necesitamos. La Unión Europea ha sido una aliada fundamental de Colombia en los procesos de paz, en especial en el acuerdo que se logró con las FARC, y en la ejecución de proyectos del posconflicto. Es primordial que esa cooperación se potencie, especialmente en lo que tiene que ver con la transición energética y la lucha contra la emergencia climática. Y, como lo dijeron los representantes de la CELAC en Bruselas, también se hace urgente un apoyo industrializador para que se diversifique nuestra capacidad exportadora. En ese sentido, el encuentro dejó un primer gran paso: la UE aportará 45.000 millones de euros para que los países de la CELAC superen el atraso tecnológico.
La gran pregunta son los elefantes que hay en la habitación. Tiene razón el presidente colombiano, Gustavo Petro, quien dijo que “la debilidad de América Latina y el Caribe está en que la integración existe en la teoría y no en la práctica”. Estamos de acuerdo y añadimos una preocupación: la integración propuesta corre el riesgo de abandonar los principios democráticos. Hemos visto cómo el presidente de Brasil, Lula da Silva, ha mostrado menos interés por la democracia que por construir caminos económicos. Si el futuro de la CELAC no es democrático, está destinado al fracaso.
Por el lado de la UE, sus países miembros están en riesgo de sucumbir a las fuerzas autoritarias. La defensa de la democracia que se hace desde el Parlamento Europeo y su frente unido en temas como Ucrania y China tienen amenazas constantes. Por eso es tan importante que, a través de acuerdos comerciales y de apoyo con la CELAC, fortalezcan sus propias sociedades. Llegamos tarde a la cooperación, pero ojalá le impriman sentido de urgencia.
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Los 33 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y los 27 de la Unión Europea (UE) se encontraron en un momento de cambio de paradigma. Luego de ocho años desde la última cumbre entre la CELAC y la UE, Europa parece por fin interesada con sinceridad en nuestra región, mientras que Latinoamérica y el Caribe están buscando cobrar más relevancia internacional. Nos unen, quizá más que nunca, la necesidad y la incertidumbre de un mundo donde China planea convertirse en el referente ineludible y Estados Unidos sigue claudicando en su liderazgo global. Con la amenaza latente, allá y acá, de los autoritarismos, fascismos y populismos de izquierda y derecha, la pregunta que subyace es fundamental: ¿la democracia podrá salir fortalecida?
No tiene mucho sentido que Europa se haya desentendido durante tantos años de América Latina y el Caribe. Nos unen las afinidades comerciales, culturales, democráticas y sociales. Según DW, Antonio León, asesor para desarrollo y clima de la Cruz Roja UE, dijo que “el número de migrantes internacionales de América Latina y el Caribe se ha duplicado con creces en los últimos 15 años, pasando de alrededor de siete millones a 15 millones. Europa es el principal destino de migrantes internacionales (30,9 %)”. Con ese intercambio de personas, deberíamos haber fomentado relaciones mucho más fuertes desde hace décadas. Pero, claro, el mundo unipolar fomentado desde los Estados Unidos sumado a las herencias de las colonizaciones y la estigmatización hacia América Latina y el Caribe hicieron que nuestra región fuese menospreciada en el juego geopolítico. También ha hecho difícil ese nexo el atrincheramiento ideológico de nuestra región, que se la ha pasado entre dictaduras y autoritarismos, y ha coqueteado con Rusia y China.
Sin embargo, hoy es claro que nos necesitamos. La Unión Europea ha sido una aliada fundamental de Colombia en los procesos de paz, en especial en el acuerdo que se logró con las FARC, y en la ejecución de proyectos del posconflicto. Es primordial que esa cooperación se potencie, especialmente en lo que tiene que ver con la transición energética y la lucha contra la emergencia climática. Y, como lo dijeron los representantes de la CELAC en Bruselas, también se hace urgente un apoyo industrializador para que se diversifique nuestra capacidad exportadora. En ese sentido, el encuentro dejó un primer gran paso: la UE aportará 45.000 millones de euros para que los países de la CELAC superen el atraso tecnológico.
La gran pregunta son los elefantes que hay en la habitación. Tiene razón el presidente colombiano, Gustavo Petro, quien dijo que “la debilidad de América Latina y el Caribe está en que la integración existe en la teoría y no en la práctica”. Estamos de acuerdo y añadimos una preocupación: la integración propuesta corre el riesgo de abandonar los principios democráticos. Hemos visto cómo el presidente de Brasil, Lula da Silva, ha mostrado menos interés por la democracia que por construir caminos económicos. Si el futuro de la CELAC no es democrático, está destinado al fracaso.
Por el lado de la UE, sus países miembros están en riesgo de sucumbir a las fuerzas autoritarias. La defensa de la democracia que se hace desde el Parlamento Europeo y su frente unido en temas como Ucrania y China tienen amenazas constantes. Por eso es tan importante que, a través de acuerdos comerciales y de apoyo con la CELAC, fortalezcan sus propias sociedades. Llegamos tarde a la cooperación, pero ojalá le impriman sentido de urgencia.
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