¿Gobierno: en crisis o en transición? Ojalá sea lo segundo
Hubo remezón ministerial este lunes en el gobierno de Gustavo Petro, pero no compartimos las lecturas que señalan una crisis insoluble en el gabinete. Aunque las formas no fueron las mejores, algo que ha caracterizado a la administración Petro, la salida del ministro de Educación, Alejandro Gaviria; la ministra de Cultura, Patricia Ariza, y la ministra del Deporte, María Isabel Urrutia, parecen más indicar un recalibramiento de prioridades en la estrategia del Gobierno. Que el presidente lleve toda la semana hablando con los partidos de la coalición de gobierno y mostrando una sana disposición a moderar las reformas es un cambio de actitud deseable después de semanas de conflictos innecesarios.
La salida del exministro Gaviria por sus críticas a la reforma a la salud es lamentable, en tanto denota poca apertura al disenso y el debate de ideas dentro del mismo gobierno. Empero, si la manera en que se manejaron las diferencias hacia afuera generó una pérdida de confianza por parte del presidente, resulta entendible el movimiento. Habrá que observar lo que ocurra con los otros ministros “disidentes”, como el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, o la ministra de Agricultura, Cecilia López, que aceptaron acompañar al mandatario en su anuncio. A la larga, una voz como la de Gaviria hará mucho bien al debate democrático desde la libertad de no ser un funcionario y ayer el propio presidente le abrió la puerta para tomar en cuenta sus posiciones desde fuera. Eso es positivo cuando hasta ahora no había hecho otra cosa que atrincherarse en el sectarismo frente a esta reforma.
El presidente parece estar enviando buenas señales. Su convocatoria a los partidos de la coalición de gobierno, aunque no ha ido acompañada de anuncios de modificaciones a la reforma a la salud, sí lo llevó a mencionar que hay un diagnóstico compartido en puntos importantes de la misma. Si el Gobierno se deja acompañar y encuentra la manera de pactar una reforma mesurada con el Congreso, se habrá anotado un gran éxito legislativo que abrirá la puerta para su futura gobernabilidad. Por eso, la versión negociadora del presidente es la que debería perdurar, en contraste con sus aspavientos de tuitero durante la última semana.
Por lo demás, el Ministerio del Deporte había brillado por su ausencia de políticas eficientes, tal vez por haberse tratado de una cuota para contentar al Partido de la U. Los reclamos de la exministra Ariza, quien salió de Cultura, deberían llevar a reflexiones en la Casa de Nariño sobre la atención que se le presta a esa cartera, que no puede convertirse en un enclave para los deseos de la primera dama. En cuanto al Ministerio de Educación, el hecho de haberlo dejado a cargo de quien fuera la viceministra, Aurora Vergara, muestra que habrá continuidad en el trabajo adelantado hasta ahora por Gaviria. Debería ser así, pues los principios que se habían enunciado de la reforma a la Ley 30 eran prometedores.
No vemos, entonces, la gran crisis que algunos anuncian, sino un gobierno en proceso de cambiar el tono y lograr cohesión interna. Ojalá no estemos equivocados, pues somos conscientes de los sobresaltos autoritarios que minan la confianza, y que el presidente Petro sepa escuchar sus instintos más mesurados en el largo camino que le queda.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Hubo remezón ministerial este lunes en el gobierno de Gustavo Petro, pero no compartimos las lecturas que señalan una crisis insoluble en el gabinete. Aunque las formas no fueron las mejores, algo que ha caracterizado a la administración Petro, la salida del ministro de Educación, Alejandro Gaviria; la ministra de Cultura, Patricia Ariza, y la ministra del Deporte, María Isabel Urrutia, parecen más indicar un recalibramiento de prioridades en la estrategia del Gobierno. Que el presidente lleve toda la semana hablando con los partidos de la coalición de gobierno y mostrando una sana disposición a moderar las reformas es un cambio de actitud deseable después de semanas de conflictos innecesarios.
La salida del exministro Gaviria por sus críticas a la reforma a la salud es lamentable, en tanto denota poca apertura al disenso y el debate de ideas dentro del mismo gobierno. Empero, si la manera en que se manejaron las diferencias hacia afuera generó una pérdida de confianza por parte del presidente, resulta entendible el movimiento. Habrá que observar lo que ocurra con los otros ministros “disidentes”, como el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, o la ministra de Agricultura, Cecilia López, que aceptaron acompañar al mandatario en su anuncio. A la larga, una voz como la de Gaviria hará mucho bien al debate democrático desde la libertad de no ser un funcionario y ayer el propio presidente le abrió la puerta para tomar en cuenta sus posiciones desde fuera. Eso es positivo cuando hasta ahora no había hecho otra cosa que atrincherarse en el sectarismo frente a esta reforma.
El presidente parece estar enviando buenas señales. Su convocatoria a los partidos de la coalición de gobierno, aunque no ha ido acompañada de anuncios de modificaciones a la reforma a la salud, sí lo llevó a mencionar que hay un diagnóstico compartido en puntos importantes de la misma. Si el Gobierno se deja acompañar y encuentra la manera de pactar una reforma mesurada con el Congreso, se habrá anotado un gran éxito legislativo que abrirá la puerta para su futura gobernabilidad. Por eso, la versión negociadora del presidente es la que debería perdurar, en contraste con sus aspavientos de tuitero durante la última semana.
Por lo demás, el Ministerio del Deporte había brillado por su ausencia de políticas eficientes, tal vez por haberse tratado de una cuota para contentar al Partido de la U. Los reclamos de la exministra Ariza, quien salió de Cultura, deberían llevar a reflexiones en la Casa de Nariño sobre la atención que se le presta a esa cartera, que no puede convertirse en un enclave para los deseos de la primera dama. En cuanto al Ministerio de Educación, el hecho de haberlo dejado a cargo de quien fuera la viceministra, Aurora Vergara, muestra que habrá continuidad en el trabajo adelantado hasta ahora por Gaviria. Debería ser así, pues los principios que se habían enunciado de la reforma a la Ley 30 eran prometedores.
No vemos, entonces, la gran crisis que algunos anuncian, sino un gobierno en proceso de cambiar el tono y lograr cohesión interna. Ojalá no estemos equivocados, pues somos conscientes de los sobresaltos autoritarios que minan la confianza, y que el presidente Petro sepa escuchar sus instintos más mesurados en el largo camino que le queda.
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