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Hablemos de estatuas y lo que queremos exaltar

20 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.
Antes del escándalo, antes de las multas, antes de la indignación y las amenazas que han sufrido quienes derribaron el monumento, la primera pregunta debería ser: ¿por qué lo hicieron? / Foto: AFP
Antes del escándalo, antes de las multas, antes de la indignación y las amenazas que han sufrido quienes derribaron el monumento, la primera pregunta debería ser: ¿por qué lo hicieron? / Foto: AFP
Foto: AFP - JULIAN MORENO
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Cada vez que cae una estatua por el actuar indignado de un grupo poblacional la reacción del resto de la sociedad debería ser menos de cólera y más de reflexión. Las posiciones en torno a la destrucción de monumentos suelen polarizarse entre quienes ven actos injustificables de vandalismo y quienes consideran que todo está permitido a la hora de las reivindicaciones históricas. Nos parece, sin embargo, que el debate es mucho más complejo y, si se da con sinceridad, puede nutrir la manera en que los colombianos se relacionan con su historia y su herencia de dolor.

Partamos de varios preceptos. El primero es que la historia oficial ha sido excluyente. Los hitos fundacionales de lo que es Colombia se construyeron desde narradores con intereses y prejuicios propios que buscaban ocultar a ciertos grupos, discriminar o no reconocer el daño causado. Eso se ve con especial claridad en las estatuas. ¿Por qué son ellos los inmortalizados? ¿Quién los escogió? ¿Quién tomó la decisión de ponerlos en puntos claves de nuestras ciudades, como recordatorios de nuestros supuestos héroes y valores? Más importante aún: ¿quiénes no estuvieron en las conversaciones que llevaron a dicha exaltación?

Porque eso es lo que está ocurriendo. Lo vimos en Reino Unido, lo vimos en Estados Unidos y esta semana lo vimos en Popayán. Un grupo de indígenas misaks, pijaos y nasas decidieron tumbar la estatua de Sebastián de Belalcázar. La primera pregunta, antes del escándalo, antes de las multas, antes de la indignación y las amenazas que han sufrido quienes derribaron el monumento, debería ser: ¿por qué lo hicieron?

La respuesta es dolorosa. Sebastián de Belalcázar, el exaltado, homenajeado, es también un símbolo de la violencia contra los indígenas, de la usurpación de tierras, de la vulneración de los espacios sagrados, del asesinato de generaciones enteras de miembros de estas poblaciones a manos de una forma de ver el mundo y a Colombia, en donde ellos no están incluidos. Para muchos, entonces, Sebastián de Belalcázar, cuya estatua se construyó sobre un sitio donde enterraban indígenas pubenenses, es símbolo de dolor, de agravio.

Nos parece un error que se ofrezcan recompensas por capturar a quienes derribaron la estatua. También que se piense en volverla a ubicar sin abrir ningún debate ni reflexión. Eso es lo que están pidiendo las voces excluidas a lo largo de la historia: que cuando hablemos de nuestros héroes, cuando decidamos cómo vamos a marcar nuestras ciudades, los incluyamos en la conversación.

No se trata, claro, de salir a tumbar monumentos. Menos de promoverlo. Eso intentó hacer el Estado Islámico en su momento. Tampoco es útil pretender una pureza absoluta en personajes complejos, producto de sus épocas históricas. Pero la sociedad sí tiene derecho a preguntarse por las líneas rojas de tolerancia frente a los referentes que escogemos: ¿vamos a exaltar a esclavistas? ¿Vamos a celebrar a masacradores de indígenas? ¿Por qué sí? ¿Por qué no?

La historia, y como la entendemos, es un diálogo constante, que cambia, que resignifica, que ve donde antes había oscuridad y complicidad. La emoción de los indígenas cuando lograron derribar la estatua nos habla de su dolor, pero también de cómo podemos construir un futuro sin perpetuar los errores del pasado.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.

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Mar(60274)20 de septiembre de 2020 - 09:39 p. m.
Y cómo se va a poner de nuevo semejante esperpento a un ladrón y a un asesino, como si con matarife no tuviéramos suficiente.
Alberto(3788)20 de septiembre de 2020 - 08:41 p. m.
Muy acertado y equilibrado. Mequetrefe, el ñeñefiscalito de bolsillo, un tal bieri y varios más de similar pelambre, son egresados del instituto "la sergio", que rinde homenaje en su nombre y tendencia a un Esclavista, Con razón..., salieron con esa formación.
Amadeo(14786)20 de septiembre de 2020 - 08:01 p. m.
Y porqué los contestatarios no abrieron el debate sobre el tema para tratar de llegar a un consenso al respecto? La opinión debe estar escandalizada con la defensa que ese editorial hace de las vias de hecho y llamar a la no judicialización por ese delito. ¿QUÉ DIRÍA GUILLERMO CANO DE ESA DESVIADA LINEA EDITORIAL?
  • usucapion1000(15667)20 de septiembre de 2020 - 10:30 p. m.
    Guillermo Cano fue un liberal convencido de la democracia y JAMÁS habría apoyado represalias contra el pueblo indígena a quien ofendieron los mandamás payaneses erigiendo la estatua de un conquistador cruel como Belalcazar- y no fue el peor- sobre el montículo constituido sobre un cementerio indígena. UD. AMADEO NO ES LIBERAL, NI DEMÓCRATA, ASÍ QUE NO ESPECULE SOBRE LO QUE NO ENTIENDE.
  • Mar(60274)20 de septiembre de 2020 - 09:40 p. m.
    Estaría totalmente de acuerdo con los indígenas, no lo dude ni por un momento, por eso tipos como matarife lo asesinaron.
Olegario(51538)20 de septiembre de 2020 - 05:53 p. m.
El populacho que hace la digestión viendo las noticias del mediodía no entiende el fondo del asunto: con que mencionen "vandalismo" basta para tenerlos bien alienaditos con el régimen.
Francisco(82596)20 de septiembre de 2020 - 05:06 p. m.
Hola, amigos. Yo creo que ese comportamiento iconoclasta nace de un sentimiento de venganza y reivindicación retrasados y que no tiene justificación. Erigir estatuas ecuestres como la de Belalcázar responde a un criterio histórico vigente hasta hace poco. La historia la escriben los vencedores y ellos mismos levantan estatuas a los que creen héroes. Al derribar la estatua, cobran a quien no deben.
  • Olegario(51538)20 de septiembre de 2020 - 05:55 p. m.
    Precisamente al haber perdido vigencia por cuenta de un estudio más objetivo y menos apasionado de la historia es que no merecen permanecer erigidas. Son en realidad (los monumentos o estatuas erigidos para honrar a un genocida) una afrenta para las víctimas.
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