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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Hablemos de estatuas y lo que queremos exaltar

                                                                                                                                Cada vez que cae una estatua por el actuar indignado de un grupo poblacional la reacción del resto de la sociedad debería ser menos de cólera y más de reflexión. Las posiciones en torno a la destrucción de monumentos suelen polarizarse entre quienes ven actos injustificables de vandalismo y quienes consideran que todo está permitido a la hora de las reivindicaciones históricas. Nos parece, sin embargo, que el debate es mucho más complejo y, si se da con sinceridad, puede nutrir la manera en que los colombianos se relacionan con su historia y su herencia de dolor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La respuesta es dolorosa. Sebastián de Belalcázar, el exaltado, homenajeado, es también un símbolo de la violencia contra los indígenas, de la usurpación de tierras, de la vulneración de los espacios sagrados, del asesinato de generaciones enteras de miembros de estas poblaciones a manos de una forma de ver el mundo y a Colombia, en donde ellos no están incluidos. Para muchos, entonces, Sebastián de Belalcázar, cuya estatua se construyó sobre un sitio donde enterraban indígenas pubenenses, es símbolo de dolor, de agravio.

                                                                                                                                Nos parece un error que se ofrezcan recompensas por capturar a quienes derribaron la estatua. También que se piense en volverla a ubicar sin abrir ningún debate ni reflexión. Eso es lo que están pidiendo las voces excluidas a lo largo de la historia: que cuando hablemos de nuestros héroes, cuando decidamos cómo vamos a marcar nuestras ciudades, los incluyamos en la conversación.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                La historia, y como la entendemos, es un diálogo constante, que cambia, que resignifica, que ve donde antes había oscuridad y complicidad. La emoción de los indígenas cuando lograron derribar la estatua nos habla de su dolor, pero también de cómo podemos construir un futuro sin perpetuar los errores del pasado.

                                                                                                                                ¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.

                                                                                                                                Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Por favor, considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.

                                                                                                                                Cada vez que cae una estatua por el actuar indignado de un grupo poblacional la reacción del resto de la sociedad debería ser menos de cólera y más de reflexión. Las posiciones en torno a la destrucción de monumentos suelen polarizarse entre quienes ven actos injustificables de vandalismo y quienes consideran que todo está permitido a la hora de las reivindicaciones históricas. Nos parece, sin embargo, que el debate es mucho más complejo y, si se da con sinceridad, puede nutrir la manera en que los colombianos se relacionan con su historia y su herencia de dolor.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La respuesta es dolorosa. Sebastián de Belalcázar, el exaltado, homenajeado, es también un símbolo de la violencia contra los indígenas, de la usurpación de tierras, de la vulneración de los espacios sagrados, del asesinato de generaciones enteras de miembros de estas poblaciones a manos de una forma de ver el mundo y a Colombia, en donde ellos no están incluidos. Para muchos, entonces, Sebastián de Belalcázar, cuya estatua se construyó sobre un sitio donde enterraban indígenas pubenenses, es símbolo de dolor, de agravio.

                                                                                                                                Nos parece un error que se ofrezcan recompensas por capturar a quienes derribaron la estatua. También que se piense en volverla a ubicar sin abrir ningún debate ni reflexión. Eso es lo que están pidiendo las voces excluidas a lo largo de la historia: que cuando hablemos de nuestros héroes, cuando decidamos cómo vamos a marcar nuestras ciudades, los incluyamos en la conversación.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                ¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.

                                                                                                                                Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Por favor, considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.

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