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El lío con los hipopótamos de Pablo Escobar es tremendo. Esta semana, una serie de entidades científicas, lideradas por el Ministerio de Ambiente, anunciaron la creación de una mesa técnica para discutir qué hacer con ellos. El escándalo ha venido creciendo desde enero, cuando un estudio publicado en la revista Biological Conservation afirmó que era necesario sacrificarlos para evitar una bomba de tiempo biológica. Ha sido tal la polémica, que las investigadoras que llegaron a esa conclusión han recibido amenazas en su contra, un comportamiento inaceptable. No se trata de un debate sencillo ante una de las herencias que dejó el nefasto narcotraficante.
A principios de los 80, Pablo Escobar trajo de manera ilegal un hipopótamo macho y tres hembras a su Hacienda Nápoles. Después de su muerte, ninguna entidad se hizo cargo. En Colombia no tienen depredadores naturales y el clima es mucho más favorable que en África, por lo que los hipopótamos maduran y se reproducen más rápido. Hoy tenemos unos 80 de ellos y, según las científicas, en 2035 podríamos llegar a 1.500.
La presencia de los hipopótamos ha traído turismo a la zona y los pobladores les tienen cariño. Sin embargo, se trata de un riesgo por varias razones. Como le explicó a la BBC la bióloga Nataly Castelblanco, “los hipopótamos son una especie invasora en Colombia y si no matamos a una parte de su población ahora, la situación podría estar fuera de control en tan solo 10 o 20 años”. Su presencia está desplazando a los manatíes, una especie en peligro de extinción; están contaminando el río Magdalena, lo que afecta la pesca, y también se trata de animales agresivos y peligrosos que ponen en riesgo a los pobladores.
¿Qué hacer, entonces? No hay respuesta sencilla. Esterilizarlos es complicadísimo. Jairo Orozco, director de la Hacienda Nápoles, explicó en Blu Radio que “para castrar, con captura incluida, el costo más alto serían unos $200 millones”. Por eso los científicos que publicaron en la revista Biological Conservation creen que la mejor forma de evitar una catástrofe ambiental es sacrificarlos.
Esto, claro, despierta cuestiones éticas. Comprendemos las voces de quienes no desean tomar una decisión apresurada y ante todo se conduelen con el hecho de tener que matar a seres sintientes inocentes. Por eso mismo se entabló la mesa técnica, para estudiar todas las posibilidades y asegurarse de que no se estén cometiendo arbitrariedades innecesarias. El Gobierno tiene que tomar el liderazgo y, ante todo, contarle al país tan pronto como sea posible cuál va a ser la decisión tomada para enfrentar el problema.
Lo que nos queda claro, y nos parece innegociable, es que se debe atender la bomba biológica. Tenemos que hacer algo. Otras especies amenazadas están también en riesgo ante el acto irresponsable de Escobar. No hacer nada es causar mucho dolor. Que no haya solución sencilla no es excusa para la inacción institucional.
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