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Facebook ocultó un estudio de 2019 que comprueba lo que ha sido evidente por un buen tiempo: Instagram produce efectos dañinos en la salud mental de quienes lo usan, con especial influencia sobre los adolescentes, pero la plataforma no se ha tomado en serio el debate. Los hallazgos, dados a conocer por The Wall Street Journal, son un argumento más para reflexionar sobre la falta de regulación de las plataformas tecnológicas y el analfabetismo que existe en torno a los efectos psicológicos adversos que producen las redes sociales en sus usuarios. Ahora que somos una sociedad virtual e hiperconectada, ¿cómo podemos construir un mundo digital mucho menos hostil?
Según la presentación confidencial que obtuvo The Wall Street Journal, Facebook sabe que “hacemos que los problemas de imagen corporal empeoren en una de cada tres niñas. El 32 % de las niñas dijeron que cuando se sienten mal sobre sus cuerpos, Instagram las hizo sentir peor”. Según otro reporte filtrado, “algunos aspectos de Instagram se exacerban entre sí para crear una tormenta perfecta”. En particular, el estar viendo todo el tiempo la mejor versión de la vida de los otros, sin ningún contexto ni problematización, hace que los usuarios de la aplicación se sienten miserables.
No es un asunto menor. The Guardian retoma varios estudios con hallazgos preocupantes: “De los usuarios que reportan ideación suicida, 13 % en el Reino Unido y 6 % en Estados Unidos lo enlazan directamente con Instagram. Otro estudio transatlántico encontró que más del 40 % de los usuarios de Instagram dijeron que se sienten poco atractivos y que esa sensación fue generada por la red social”.
Facebook respondió que los problemas de compararse con otras personas ocurren en el mundo físico y también en otras redes sociales. Ambos puntos merecen consideración. Si bien el primero es cierto, los estudios han encontrado que Instagram es un espacio especialmente diseñado para explotar las inseguridades de las personas, con un añadido grave: el algoritmo pensado para que las personas pasen la mayor cantidad de tiempo en esa aplicación. No solo es que sea humano compararse, sino que internet necesita volverte adicto a esa comparación para que su modelo de negocio funcione. En identidades en desarrollo como ocurre con niñas, niñas y adolescentes, eso genera impactos nefastos.
Ahora, es verdad que el problema es similar en otras redes sociales, con impactos sobre poblaciones distintas. Facebook ha sido un canal predilecto para la desinformación y la polarización política, con especial influencia sobre los usuarios mayores. Twitter tiene un serio problema con la creación de nichos epistémicos, la propagación de mentiras y la exacerbación de emociones negativas. Está pendiente ver cómo TikTok, con su algoritmo adictivo y sus videos que reinscriben estereotipos físicos y de comportamiento, afecta en especial a su audiencia más joven.
No se trata de señalar exclusivamente a Instagram, aunque Facebook sí tiene una larga historia de ignorar las preocupaciones de los usuarios. El problema es endémico a todas las redes sociales y a nuestra sociedad digital. Tampoco hay soluciones sencillas. Pero tenemos que dar el debate, con intervención sobre todo de los encargados de la educación de las nuevas generaciones, sobre cómo estamos usando internet.
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