A la compleja situación en el Medio Oriente suma un nuevo hecho que podría terminar con una nueva invasión de Israel al Líbano para enfrentarse al grupo fundamentalista proiraní Hezbolá. La activación de cargas explosivas en cerca de cinco mil beepers (buscapersonas) y walkie-talkies, pertenecientes a milicianos de dicho grupo terrorista, ha generado una escalada que ya deja más de cuarenta muertos y unos tres mil heridos, entre milicianos y civiles. La región entra así en un nuevo estado prebélico de inciertas proporciones.
En una osada operación de inteligencia, frente a cuya responsabilidad Israel ha callado, todo indicaría que su servicio de inteligencia, el Mossad, intervino previamente e hizo explotar estos aparatos causando el alto número de muertos y heridos. En este caso, y como ha sucedido en Gaza, el gobierno de Benjamin Netanyahu ha obviado la Convención de Ginebra, pues este tipo de ataques indiscriminados, con el fallecimiento de niños y otras víctimas civiles, es un crimen de guerra. Luego de que Hezbolá lanzara como retaliación unos 150 misiles contra el norte de Israel, dicho país bombardeó ayer el barrio de Dahiye, en Beirut, considerado un bastión de dicho grupo terrorista, con un saldo de ocho muertos y más de 60 heridos. Entre los fallecidos se encuentra Ibrahim Aqil, jefe de unidades especiales de Hezbolá.
El líder máximo de Hezbolá, Hasán Nasralá, lanzó un fuerte discurso el jueves en la tarde, en el cual prometió una represalia “justa” y un “ajuste de cuentas grave” ante Israel. Aunque reconoció el golpe recibido, mantuvo su promesa de continuar en el Líbano con el “frente de apoyo” a favor de Hamás y Gaza, e instó a Netanyahu, a quien acusó de cruzar “todas las líneas rojas”, a que invada el país vecino, tal y como ya lo hizo Israel en 1982 y luego en el año 2000. Para Netanyahu, la continuidad de la guerra parece ser la opción más deseable. Lo ha demostrado en Gaza y en Cisjordania, con ataques selectivos en otros países contra objetivos proiraníes y con la posibilidad de una nueva invasión en territorio libanés. Lo cierto es que, si termina el conflicto, el primer ministro tendrá que responder no solo por los cargos de corrupción en su contra, sino por las grandes fallas de inteligencia que permitieron el ataque de Hamás. Lo anterior, sin mencionar su responsabilidad internacional ante la Corte Penal Internacional.
Según los expertos en el Medio Oriente, lo más probable es que Israel hubiera diseñado un plan estratégico para infiltrar a milicianos de Hezbolá de nivel medio y alto mediante el sistema de comunicaciones. Dado que existía una orden de Nazralá para que no se utilizaran teléfonos celulares, dada la facilidad con que los mismos eran interceptados por el Mossad, volvieron a una tecnología que se consideraba en desuso, la de los buscapersonas, que habían sustituido desde hace más de cuatro años a los teléfonos móviles. De esta manera lograron hacer llegar al grupo fundamentalista unos cinco mil aparatos en los cuales iban ocultas unas cargas explosivas muy difíciles de detectar. Lo mismo con los walkie-talkies. De esta manera, y una vez se iniciara la invasión al Líbano por parte de Israel, estos serían activados para matar o dejar fuera de combate a buena parte de la oficialidad media y alta. Al parecer, por una detección temprana de inteligencia de Hezbolá de lo que estaba sucediendo con dichos aparatos en días pasados, se decidió hacerlos explotar con el saldo conocido.
En este complicado escenario, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha indicado que se inicia una “nueva fase de la guerra”, dado que “el centro de gravedad se está moviendo hacia el norte”, aludiendo a que sienten controlada la situación en Gaza. En el Líbano hay más de cien mil milicianos de Hezbolá, considerada por algunos analistas como “la fuerza militar no estatal más poderosa del mundo”. Se seguirá derramando sangre.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.