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La violenta arremetida del narco ha cobrado, en lo que va del año, la vida de seis periodistas en México. El último fue Javier Valdez, profundo conocedor de ese mundo macabro. Es un hecho repudiable que condenamos de manera enérgica. Expresamos nuestra solidaridad y nos sumamos a las voces de protesta de los colegas que en México arriesgan la vida diariamente por cumplir con el oficio de informar. Exigimos, al igual que la comunidad internacional, que no sólo se combata este desangre cotidiano, sino que cese la impunidad.
Valdez era un referente obligado por su seriedad y conocimiento profundo del narcotráfico, en especial en Sinaloa. Había fundado su propio medio de comunicación, Ríodoce, y seguía siendo corresponsal de La Jornada. Mantenía una columna semanal, Malayerba, y fuera de la actividad periodística escribió varios libros sobre el tema. Una de sus obsesiones era el relato de las víctimas sin poner en peligro la vida de sus familiares. Recibió el prestigioso premio María Moors Cabot, que otorga la Universidad de Columbia, en Nueva York, en reconocimiento al trabajo de Ríodoce. Temía que lo fueran a asesinar y en las últimas semanas así lo había expresado. Murió por las balas de los sicarios mientras conducía su vehículo por las calles de Culiacán. En editorial, Ríodoce escribió: “No tenemos ninguna duda: el origen del crimen de Javier Valdez está en su trabajo periodístico relacionado con los temas del narcotráfico. No sabemos de qué parte, de qué familia, de que organización provino la orden. Pero fueron ellos”.
A pesar de la lucha que viene librando el gobierno de Enrique Peña Nieto, el narco continúa imponiendo el terror. El largo brazo corruptor de estas organizaciones criminales ha logrado sentar sus reales, en especial dentro de algunos estados donde la propia policía se encuentra no solo infiltrada, sino que trabaja conjuntamente con los carteles de la droga. A las pocas horas de conocerse la muerte de Valdez, en Jalisco ocurría otro hecho trágico: Sonia Córdova, subdirectora de un pequeño periódico, El Costeño, fue objeto de un atentado en el que murió su hijo. El año pasado asesinaron a 11 comunicadores y desde el 2000 ya suman más de 100.
Así las cosas, en esta lucha desigual son los periodistas los que llevan todas las de perder. Si lo sabremos bien en Colombia y, en especial, en este periódico. Los criminales cuentan, lo saben muy bien, con la complicidad de autoridades policiales o de funcionarios judiciales, a nivel regional o local, que reciben millones de pesos para hacerse los de la vista gorda. Un grupo de medios de comunicación mexicanos, ante la impotencia que viven los comunicadores en su día a día, decidió lanzar un SOS a través de una campaña denominada #Undíasinperiódicos.
Nos hacemos eco de una comunicación publicada en Reforma y La Jornada, firmada por un importante grupo de periodistas, académicos y escritores. Las preguntas que se plantean tienen toda la validez y realizan un diagnóstico acertado del problema: “¿Cuántos crímenes más debemos esperar? ¿Quién sigue en esa lista negra de profesionistas serios de nuestros medios de comunicación? ¿Cómo vivir en un país donde el trabajo honesto y digno debe sacrificarse, abandonarse o esperar la cobardía del atentado? ¿Por qué nadie se ocupa con responsabilidad de la muerte de periodistas? ¿Puede sobrevivir una democracia sin libertad de expresión? ¿Quién responderá a la madre y a los hijos de Javier Valdez sobre su asesinato? ¿Quién dará consuelo a su esposa y hermanos? ¿Quién hará justicia?”. He ahí la dimensión de la tragedia que se vive en México.
Como respondió el periodista Salvador Camarena al presidente Peña Nieto: “No es condolencias lo que se requiere, presidente. Es justicia lo que se demanda”.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.