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La noticia que más causó conmoción fue el anuncio de que Rodrigo Londoño, Timochenko, pretende ser candidato a la Presidencia. Su fórmula vicepresidencial sería la dirigente de la Unión Patriótica, Imelda Daza. Además, la lista presentada al Senado estará encabezada por Iván Márquez, Pablo Catatumbo y Carlos Antonio Lozada. Es decir, que hay una alta probabilidad de que las cabezas del Secretariado lleguen al Congreso de la República el año entrante.
Que el Acuerdo de Paz implica otorgar concesiones para garantizar la representación política de las FARC no es algo que esté en discusión. Todos los procesos similares en el mundo, donde median raíces políticas de la violencia, han reconocido la necesidad de brindar esas garantías electorales.
Sin embargo, lo que no es tan claro es si esa participación debe permitirse antes de haberse surtido el proceso de justicia transicional, especialmente para quienes estuvieron a la cabeza de la guerrilla. Ese ha sido uno de los puntos más álgidos en la discusión sobre la reglamentación de la JEP en el Congreso y, por eso, el país todavía no tiene claridad al respecto. Por eso, al escuchar la noticia de la candidatura de Timochenko, el fiscal general dijo que se reuniría con el comité de política criminal electoral para estudiar si hay impedimentos o limitaciones a una candidatura de ese tipo.
Que los exguerrilleros anuncien su candidatura demuestra una preocupante falta de reflexividad. En Blu Radio, Jesús Santrich dijo que “nosotros no somos criminales de guerra. Somos revolucionarios que alzamos las armas contra un régimen de terror”. Pero ese discurso no entiende que, a los ojos de los millones de víctimas del país y de la abrumadora mayoría de los colombianos, las Farc sí tienen muchas deudas pendientes. Muchos de quienes apoyaron el proceso de paz lo hicieron aceptando sacrificar penas privativas largas a cambio de una justicia restaurativa. Por eso, qué gesto tan importante con el país sería que los líderes de la FARC prometieran primero pasar por la JEP antes de buscar participación política.
Como lo anterior no ocurrirá, no obstante, y como en el Congreso la situación no está por definir, cabe la pregunta: ¿es esto una burla al proceso de paz y al apoyo que muchos colombianos le han dado? Sigue teniendo mucha fuerza simbólica y práctica que ahora la lucha de Timochenko y compañía se haga con palabras y no con armas. Que no haya más colombianos muertos justifica, entonces, que se siga apoyando el proceso.
Sin embargo, este es uno de esos sapos enormes que los colombianos preferirían no tener que tragar.
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