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La visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es una excelente oportunidad para bajarle la tensión al país. Si el Gobierno Nacional y las autoridades colombianas abandonan el recelo que han mostrado en varias de sus manifestaciones hacia la Comisión y, en general, a la vigilancia internacional de lo que ha ocurrido en el país, estos días de recolección de información y las recomendaciones que vendrán se pueden utilizar para blindar de legitimidad los diálogos que se están adelantando. Sin embargo, si se insiste en imponer una visión parcializada de lo ocurrido, seguiremos dando vueltas en círculos y perderemos una válvula de escape para el estallido social.
Es evidente que al Gobierno le incomoda la llegada de la CIDH. Aunque la vicepresidenta y canciller, Marta Lucía Ramírez, cambió el tono del discurso de la administración de Iván Duque, fue la presión nacional e internacional la que permitió que se adelantara la visita al país. Ese rechazo a una Comisión que en otros contextos ha sido respaldada por Colombia deja entrever uno de los principales retos para superar el paro nacional: que el Gobierno sigue casado con la idea de que todo se trató de un ataque orquestado contra el país.
El problema con esa visión es que invalida los justos reclamos de los manifestantes. Además, genera desconfianza en la investigación de los hechos de abuso de fuerza y violencia policial. El actuar de la Fiscalía y la Procuraduría en varias ocasiones ha parecido estar más preocupado por proteger a la fuerza pública —un fin loable, pero que no les corresponde— que por explicarles a los colombianos qué fue lo que ocurrió. Eso ha roto la confianza de muchas personas en las instituciones y creado un obstáculo para superar el paro.
Por eso, que la CIDH, un órgano respetado e independiente, pueda hacer su labor en el país es una gran noticia. La visita ya llevó a varios anuncios de reforma y avances en investigaciones por parte de las autoridades colombianas. Eso es bueno. Por supuesto que el Gobierno puede y debe contarles su versión de lo ocurrido a los comisionados. Allí yace la importancia de la visita: contrario a lo que algunos extremistas ideológicos dicen, no se trata de un organismo sesgado, sino que viene a escuchar e intentar construir una visión integral de lo que ha pasado.
En un comunicado, la CIDH dijo que “buscará escuchar a las víctimas de violaciones a los derechos humanos y sus familiares para recibir sus testimonios, denuncias y comunicaciones; así como a personas que resultaron afectadas por acciones de violencia en ese contexto”. También hoy se espera una reunión privada con la Fiscalía General, la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría.
Si se aprovecha esta visita y el Gobierno reacciona de manera adecuada a las recomendaciones que vendrán, se podrá avanzar en los diálogos y en bajarle la tensión al país. Hay otras propuestas sobre la mesa, como la creación de un mecanismo de investigación internacional de lo ocurrido, que no se deberían echar en saco rato. Es claro que no podemos pasar la página sin saber exactamente qué ocurrió con todas las personas asesinadas, desaparecidas y víctimas de distintos tipos de violencia.
¡Bienvenida la Comisión al país! Su labor puede ser esencial en un momento tan difícil.
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