La sin salida institucional de Venezuela enfrenta un nuevo capítulo con la instalación de una ilegítima Asamblea Nacional (AN), mientras que Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado por cerca de 60 países, entre ellos Colombia, instaló una asamblea paralela. Mientras tanto, el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, anunció que la UE da su apoyo a la oposición y resalta el liderazgo de Guaidó, a pesar de que no le reconoce su condición de presidente encargado. No se ve una solución política a corto o mediano plazo a la crisis.
El caso del país vecino plantea un reto demasiado complejo para la comunidad internacional. Entender su realidad sobrepasa los marcos de cualquier Estado de derecho. Dos presidentes, uno ilegítimo que detenta el poder y otro que, a pesar de su debilidad política interna, mantiene un importante respaldo a escala internacional. Por este motivo y por ser la cabeza más representativa de la oposición venezolana, Juan Guaidó mantiene una capacidad de liderazgo que no puede ser desconocida. Hacerlo, sin contar con otro representante opositor que logre concitar el apoyo mayoritario de quienes adversan al régimen, sería hundir a los venezolanos en un abismo absoluto.
Venezuela se encuentra bajo el control de una dictadura corrupta, que ha cometido crímenes de lesa humanidad, según lo han denunciado la OEA y la ONU, que está vinculada al narcotráfico, que ha forzado a salir del país a más de cinco millones de ciudadanos y que, además, da refugio y apoyo a grupos terroristas, entre ellos a la disidencia de las Farc así como al Eln. Sobre este tema no puede haber equívocos. Sin embargo, el fracaso de la oposición para propiciar la salida de Maduro y el retorno de la democracia ahonda la crisis y hace que el nudo gordiano que amarra a los venezolanos sea cada vez más difícil de romper. En algunos sectores se insiste en una salida negociada, que sería lo ideal. Sin embargo, la dictadura ha demostrado en reiteradas ocasiones que no tiene ningún deseo de abandonar el poder. Se dialoga con quien tiene credibilidad y voluntad para asumir compromisos y cumplirlos. No con un régimen sanguinario que se ha burlado en repetidas ocasiones de la comunidad internacional.
El martes pasado, luego de unas elecciones sin validez, el oficialismo conformó una AN espuria en la cual el chavismo cuenta con el 90 % de las 277 curules. De esta manera, Maduro logra arrebatarles a los opositores el último bastión que habían conquistado en enero de 2016 y que le permitió a Juan Guaidó, como cabeza de Asamblea, ser declarado hace dos años como presidente encargado. A partir de entonces, con el apoyo interno de las Fuerzas Armadas así como el respaldo de Rusia, China, Cuba, Irán y Corea del Norte, entre otros, el gobierno ilegítimo no solo resistió los diversos intentos de Guaidó para hacerse con el poder, sino que terminó más fortalecido. El nuevo presidente de la AN, Jorge Rodríguez, dijo que no puede haber “perdón con olvido, no puede haber reconciliación con amnesias”. Esto indica lo que viene en adelante.
La oposición, por su parte, se enfrenta de nuevo a la fragmentación interna. Importantes dirigentes como Henrique Capriles han cuestionado el liderazgo de Guaidó y algunos de sus diputados decidieron no mantener sus curules dentro de la Asamblea paralela, por considerar que su período oficial ya venció. De momento, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos autorizó a sus ciudadanos a que se realicen operaciones financieras con el parlamento paralelo. Lo anterior, a pesar de que un reciente informe de The Washington Post denunció que personas del entorno de Juan Guaidó estarían involucradas en actos de corrupción con respecto al manejo de bienes congelados por Estados Unidos. En un par de semanas Joe Biden asumirá la presidencia del país del norte y habrá claridad sobre cuál será la política de la nueva administración hacia Venezuela.
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La sin salida institucional de Venezuela enfrenta un nuevo capítulo con la instalación de una ilegítima Asamblea Nacional (AN), mientras que Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado por cerca de 60 países, entre ellos Colombia, instaló una asamblea paralela. Mientras tanto, el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, anunció que la UE da su apoyo a la oposición y resalta el liderazgo de Guaidó, a pesar de que no le reconoce su condición de presidente encargado. No se ve una solución política a corto o mediano plazo a la crisis.
El caso del país vecino plantea un reto demasiado complejo para la comunidad internacional. Entender su realidad sobrepasa los marcos de cualquier Estado de derecho. Dos presidentes, uno ilegítimo que detenta el poder y otro que, a pesar de su debilidad política interna, mantiene un importante respaldo a escala internacional. Por este motivo y por ser la cabeza más representativa de la oposición venezolana, Juan Guaidó mantiene una capacidad de liderazgo que no puede ser desconocida. Hacerlo, sin contar con otro representante opositor que logre concitar el apoyo mayoritario de quienes adversan al régimen, sería hundir a los venezolanos en un abismo absoluto.
Venezuela se encuentra bajo el control de una dictadura corrupta, que ha cometido crímenes de lesa humanidad, según lo han denunciado la OEA y la ONU, que está vinculada al narcotráfico, que ha forzado a salir del país a más de cinco millones de ciudadanos y que, además, da refugio y apoyo a grupos terroristas, entre ellos a la disidencia de las Farc así como al Eln. Sobre este tema no puede haber equívocos. Sin embargo, el fracaso de la oposición para propiciar la salida de Maduro y el retorno de la democracia ahonda la crisis y hace que el nudo gordiano que amarra a los venezolanos sea cada vez más difícil de romper. En algunos sectores se insiste en una salida negociada, que sería lo ideal. Sin embargo, la dictadura ha demostrado en reiteradas ocasiones que no tiene ningún deseo de abandonar el poder. Se dialoga con quien tiene credibilidad y voluntad para asumir compromisos y cumplirlos. No con un régimen sanguinario que se ha burlado en repetidas ocasiones de la comunidad internacional.
El martes pasado, luego de unas elecciones sin validez, el oficialismo conformó una AN espuria en la cual el chavismo cuenta con el 90 % de las 277 curules. De esta manera, Maduro logra arrebatarles a los opositores el último bastión que habían conquistado en enero de 2016 y que le permitió a Juan Guaidó, como cabeza de Asamblea, ser declarado hace dos años como presidente encargado. A partir de entonces, con el apoyo interno de las Fuerzas Armadas así como el respaldo de Rusia, China, Cuba, Irán y Corea del Norte, entre otros, el gobierno ilegítimo no solo resistió los diversos intentos de Guaidó para hacerse con el poder, sino que terminó más fortalecido. El nuevo presidente de la AN, Jorge Rodríguez, dijo que no puede haber “perdón con olvido, no puede haber reconciliación con amnesias”. Esto indica lo que viene en adelante.
La oposición, por su parte, se enfrenta de nuevo a la fragmentación interna. Importantes dirigentes como Henrique Capriles han cuestionado el liderazgo de Guaidó y algunos de sus diputados decidieron no mantener sus curules dentro de la Asamblea paralela, por considerar que su período oficial ya venció. De momento, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos autorizó a sus ciudadanos a que se realicen operaciones financieras con el parlamento paralelo. Lo anterior, a pesar de que un reciente informe de The Washington Post denunció que personas del entorno de Juan Guaidó estarían involucradas en actos de corrupción con respecto al manejo de bienes congelados por Estados Unidos. En un par de semanas Joe Biden asumirá la presidencia del país del norte y habrá claridad sobre cuál será la política de la nueva administración hacia Venezuela.
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