
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La mejor versión de lo que ha ocurrido con los pésimos resultados de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) es que el Gobierno de Gustavo Petro ha pecado de optimista. La peor versión es que el encuentro entre distintos egos sumado a la falta de coordinación y de un liderazgo claro tienen a la entidad en medio de una crisis que puso en jaque los sueños de impulsar reformas estructurales desde el Ejecutivo. En todo caso, con la llegada de un nuevo director, surge la pregunta: ¿la DIAN será capaz de cumplir con las expectativas? La historia reciente no da buenos augurios.
Parte de la frustración que tiene por estos días al presidente Gustavo Petro tuiteando contra el Congreso es que su Gobierno ha sido incapaz de cumplir las predicciones de recaudo. Si la DIAN no recolecta el dinero necesario para financiar el presupuesto, pasa lo que estamos viendo: proyectos desfinanciados, recortes agresivos a medio camino y la necesidad de, otra vez, aprobar una reforma tributaria. Los números están a la vista y son abrumadores. Por ejemplo, en el Presupuesto General de la Nación 2024, publicado en octubre de 2023, se estimó que los ingresos tributarios de la DIAN serían de $314,9 billones. Al finalizar el año, el recaudo neto sumó $243,6 billones. Así es muy complicado poder planear adecuadamente el funcionamiento del Estado y su plan de inversiones.
La primera administración de la DIAN estuvo marcada por las rencillas internas entre el entonces ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, y el hoy ministro de Comercio, Industria y Turismo, Luis Carlos Reyes. Eso llevó a un hecho inexplicable: que no se presentara un proyecto de ley con el que se esperaba recaudar más de $10 billones en litigios. También causó otros problemas, como que ahora el mismo Reyes reconozca que las proyecciones de recaudo estaban infladas, pero nadie en el Gobierno hizo algo al respecto cuando se podía enmendar. Eso llevó a ser víctimas de su propio optimismo: se planeó un Estado con mucha más capacidad de la que terminó teniendo. Incluso este año, con los $12 billones que se “aplazaron”, la Casa de Nariño sigue sufriendo para hacer rendir la plata. El otro gran problema es que los cambios tecnológicos y de funcionamiento que requiere la entidad no se aterrizan de la noche a la mañana. El nuevo director, Luis Eduardo Llinás, dijo que esa sería su prioridad, pero lo mismo prometieron sus antecesores. Reyes terminó trasladado a otro ministerio para no chocar con Hacienda y Jairo Orlando Villabona no tuvo tiempo suficiente para adelantar cualquier proyecto a mediano plazo. Viendo la historia reciente, el primer gran reto de Llinás será durar en el cargo lo que resta de mandato presidencial.
Colombia necesita una DIAN fuerte, eficiente y transparente, sin importar cuál gobierno está en la Casa de Nariño. Eso requiere un esfuerzo de modernización, pero también una visión coherente que sea durable y tenga tiempo de ser implementada. Después de tanta turbulencia, el Gobierno Petro necesita actuar con mejor coordinación y unos lineamientos claros. También es urgente que la planeación presupuestal deje de apuntarle a imposibles. Ya el país está cansado de tanta pelea cuando la plata no alcanza.
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