La dominancia de Claro en la telefonía móvil del país amenaza no solo la libre competencia, sino el futuro de la democratización del acceso a los espacios digitales. A medida que Colombia avanza hacia la digitalización de todos los servicios, las líneas móviles son esenciales en la lucha contra las brechas que hay entre los distintos sectores del país. Sin embargo, la ausencia de medidas de intervención que garanticen la sana competencia entre operadores ha hecho que, de facto, haya un actor que decida cuánto invertir, cuánto cobrar y que obtiene ganancias mientras el resto del mercado se ve asfixiado. La Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) y la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) deben escuchar los reclamos que se han elevado en estos días para empezar a corregir la situación.
En una carta, 10 empresas de telecomunicaciones le pidieron al Gobierno de Gustavo Petro tomar acciones para proteger la competencia. Desde 2021, la CRC estableció que Claro era un actor dominante, pero está en vísperas de tomar decisiones sobre el mercado. La dominancia es incontrovertible: de 85 millones de líneas de telefonía móvil que hay en el país, 38,7 millones son de Claro, un 45,52 %. Su competidor más cercano tiene solo 21,38 millones de líneas, 20 puntos porcentuales por debajo. No se trata, es importante agregar, de sabotear un modelo de negocios exitoso ni expropiar el liderazgo de una empresa en el mercado colombiano, sino de analizar cuáles son los impactos sobre la competencia de que haya tanta ventaja.
En la misiva, las empresas explican que “de cada $10 que conforman los ingresos del mercado, Claro obtiene $5, los $5 restantes son repartidos entre los demás operadores, 10 en total”. Agregan que “por cada megahertz de espectro, materia prima de este sector, Claro obtiene un rendimiento de $614, mientras que todos los demás agentes en conjunto solo obtienen $66”. Muestra que las 10 empresas han invertido más de $100 billones, mientras que Claro solo ha invertido $20 billones, para concluir que “la competitividad de este mercado es un mito bien creado por el dominante, ya que el resto de los operadores, más que competir, sobreviven, y lo hacemos dando la pelea por no perder a nuestras empresas”. Los argumentos son contundentes y las cifras del mercado, aún más.
Si con el paso del tiempo las empresas de telecomunicaciones empiezan a desaparecer por falta de garantías a la libre competencia, el sector seguirá concentrándose en unas pocas manos, con un notable dominio de Claro. Eso implica que habrá menos margen de maniobra para los gobiernos que busquen luchar contra la brecha digital, que los consumidores tendrán menos opciones y peores condiciones en las ofertas que reciben, y nos alejaremos de los propósitos que establece nuestra Constitución.
En Colombia abundan los ejemplos de sectores con baja competencia que producen efectos negativos para el país. No debemos permitir que ocurra lo mismo en uno tan importante como la telefonía móvil.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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La dominancia de Claro en la telefonía móvil del país amenaza no solo la libre competencia, sino el futuro de la democratización del acceso a los espacios digitales. A medida que Colombia avanza hacia la digitalización de todos los servicios, las líneas móviles son esenciales en la lucha contra las brechas que hay entre los distintos sectores del país. Sin embargo, la ausencia de medidas de intervención que garanticen la sana competencia entre operadores ha hecho que, de facto, haya un actor que decida cuánto invertir, cuánto cobrar y que obtiene ganancias mientras el resto del mercado se ve asfixiado. La Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) y la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) deben escuchar los reclamos que se han elevado en estos días para empezar a corregir la situación.
En una carta, 10 empresas de telecomunicaciones le pidieron al Gobierno de Gustavo Petro tomar acciones para proteger la competencia. Desde 2021, la CRC estableció que Claro era un actor dominante, pero está en vísperas de tomar decisiones sobre el mercado. La dominancia es incontrovertible: de 85 millones de líneas de telefonía móvil que hay en el país, 38,7 millones son de Claro, un 45,52 %. Su competidor más cercano tiene solo 21,38 millones de líneas, 20 puntos porcentuales por debajo. No se trata, es importante agregar, de sabotear un modelo de negocios exitoso ni expropiar el liderazgo de una empresa en el mercado colombiano, sino de analizar cuáles son los impactos sobre la competencia de que haya tanta ventaja.
En la misiva, las empresas explican que “de cada $10 que conforman los ingresos del mercado, Claro obtiene $5, los $5 restantes son repartidos entre los demás operadores, 10 en total”. Agregan que “por cada megahertz de espectro, materia prima de este sector, Claro obtiene un rendimiento de $614, mientras que todos los demás agentes en conjunto solo obtienen $66”. Muestra que las 10 empresas han invertido más de $100 billones, mientras que Claro solo ha invertido $20 billones, para concluir que “la competitividad de este mercado es un mito bien creado por el dominante, ya que el resto de los operadores, más que competir, sobreviven, y lo hacemos dando la pelea por no perder a nuestras empresas”. Los argumentos son contundentes y las cifras del mercado, aún más.
Si con el paso del tiempo las empresas de telecomunicaciones empiezan a desaparecer por falta de garantías a la libre competencia, el sector seguirá concentrándose en unas pocas manos, con un notable dominio de Claro. Eso implica que habrá menos margen de maniobra para los gobiernos que busquen luchar contra la brecha digital, que los consumidores tendrán menos opciones y peores condiciones en las ofertas que reciben, y nos alejaremos de los propósitos que establece nuestra Constitución.
En Colombia abundan los ejemplos de sectores con baja competencia que producen efectos negativos para el país. No debemos permitir que ocurra lo mismo en uno tan importante como la telefonía móvil.
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