Hollywood está en huelga. Por primera vez en seis décadas el sindicato de guionistas (WGA) y el de actores (SAG-AFTRA) abandonaron simultáneamente sus puestos de trabajo y se tomaron las calles para protestar contra los estudios. En la práctica eso significa que los estrenos más importantes de las próximas semanas, como Misión Imposible, Barbie y Oppenheimer, no contarán con sus protagonistas para promocionarlos. La huelga también ha paralizado todas las grabaciones que están en curso, lo que amenaza con generar un atraso considerable en las producciones del futuro cercano. Lo más fascinante de lo que ocurre es que la inteligencia artificial y sus efectos, así como la revolución del consumo de contenido digital, están en medio de las negociaciones. Los ecos de lo que se pacte pueden repercutir en todos los ámbitos laborales que están siendo alterados por las herramientas tecnológicas.
Quedan pocos sindicatos en el mundo con la posibilidad de paralizar una industria entera. Esto se ha debido a la precarización laboral y a los cambios en los métodos de contratación. En ese sentido, lo que ocurre en Hollywood se siente como la lucha entre dos momentos históricos distintos, pero en esencia es una conversación sobre la dignidad laboral. El sindicato de guionistas, que lleva más de dos meses en las calles, denuncia que los servicios de streaming, con sus pagos reducidos, hacen que subsistir de la escritura sea un sueño imposible para la abrumadora mayoría de personas. Los actores dicen algo similar: lejos del glamur de las grandes estrellas, la mayor parte de los intérpretes que viven de la actuación no tienen seguro médico, no reciben sueldos justos y no tienen un proyecto de vida estable.
Dentro de las conversaciones, el aspecto tecnológico ha sido esencial. SAG-AFTRA denunció que una propuesta de las productoras era poder escanear a todos los actores de contexto (no los protagonistas), pagarles por un día de trabajo y luego poder utilizar esa imagen de manera digital a perpetuidad. Si suena a novela de ciencia ficción es porque los desarrollos tecnológicos nos han puesto ante esas posibilidades. La WGA también ha denunciado que no hay claridad sobre la utilización de inteligencia artificial al momento de escribir guiones ni sobre cómo se ha entrenado para poder hacer lo que consigue actualmente. Sarah Silverman, reconocida comediante, entabló una demanda contra Open AI y Meta por haber usado su trabajo, protegido por derechos de autor, para entrenar a sus inteligencias artificiales.
El debate, entonces, trasciende Hollywood. La revolución de la inteligencia artificial llegó con rapidez a espacios laborales que no tienen las herramientas para responder. Están las preguntas de fondo: ¿y los derechos de los trabajadores? ¿Y la amenaza de la ola de desempleo masivo? Quienes argumentan que la tecnología es solo una herramienta y que se crearán nuevos empleos no están viendo el ritmo al que está ocurriendo el reemplazo de trabajadores sin que haya otras opciones. Pasa en Los Ángeles, sí, pero también en Colombia y en el resto del mundo, mientras que el debate público parece no prestarle atención a lo que ocurre. Quizá ver a estrellas con pancartas en las calles ayude a despertar conversaciones esenciales en todas las áreas de trabajo. Debería ocurrir.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Hollywood está en huelga. Por primera vez en seis décadas el sindicato de guionistas (WGA) y el de actores (SAG-AFTRA) abandonaron simultáneamente sus puestos de trabajo y se tomaron las calles para protestar contra los estudios. En la práctica eso significa que los estrenos más importantes de las próximas semanas, como Misión Imposible, Barbie y Oppenheimer, no contarán con sus protagonistas para promocionarlos. La huelga también ha paralizado todas las grabaciones que están en curso, lo que amenaza con generar un atraso considerable en las producciones del futuro cercano. Lo más fascinante de lo que ocurre es que la inteligencia artificial y sus efectos, así como la revolución del consumo de contenido digital, están en medio de las negociaciones. Los ecos de lo que se pacte pueden repercutir en todos los ámbitos laborales que están siendo alterados por las herramientas tecnológicas.
Quedan pocos sindicatos en el mundo con la posibilidad de paralizar una industria entera. Esto se ha debido a la precarización laboral y a los cambios en los métodos de contratación. En ese sentido, lo que ocurre en Hollywood se siente como la lucha entre dos momentos históricos distintos, pero en esencia es una conversación sobre la dignidad laboral. El sindicato de guionistas, que lleva más de dos meses en las calles, denuncia que los servicios de streaming, con sus pagos reducidos, hacen que subsistir de la escritura sea un sueño imposible para la abrumadora mayoría de personas. Los actores dicen algo similar: lejos del glamur de las grandes estrellas, la mayor parte de los intérpretes que viven de la actuación no tienen seguro médico, no reciben sueldos justos y no tienen un proyecto de vida estable.
Dentro de las conversaciones, el aspecto tecnológico ha sido esencial. SAG-AFTRA denunció que una propuesta de las productoras era poder escanear a todos los actores de contexto (no los protagonistas), pagarles por un día de trabajo y luego poder utilizar esa imagen de manera digital a perpetuidad. Si suena a novela de ciencia ficción es porque los desarrollos tecnológicos nos han puesto ante esas posibilidades. La WGA también ha denunciado que no hay claridad sobre la utilización de inteligencia artificial al momento de escribir guiones ni sobre cómo se ha entrenado para poder hacer lo que consigue actualmente. Sarah Silverman, reconocida comediante, entabló una demanda contra Open AI y Meta por haber usado su trabajo, protegido por derechos de autor, para entrenar a sus inteligencias artificiales.
El debate, entonces, trasciende Hollywood. La revolución de la inteligencia artificial llegó con rapidez a espacios laborales que no tienen las herramientas para responder. Están las preguntas de fondo: ¿y los derechos de los trabajadores? ¿Y la amenaza de la ola de desempleo masivo? Quienes argumentan que la tecnología es solo una herramienta y que se crearán nuevos empleos no están viendo el ritmo al que está ocurriendo el reemplazo de trabajadores sin que haya otras opciones. Pasa en Los Ángeles, sí, pero también en Colombia y en el resto del mundo, mientras que el debate público parece no prestarle atención a lo que ocurre. Quizá ver a estrellas con pancartas en las calles ayude a despertar conversaciones esenciales en todas las áreas de trabajo. Debería ocurrir.
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