Tenemos que volver a hablar del miedo. Hace apenas unos días en este espacio condenamos las intimidaciones a las que fueron sometidos El Heraldo y un par de medios digitales en Barranquilla por hombres armados en representación de organizaciones criminales. Ahora debemos volver a alzar la voz de protesta por la intimidación del comandante del Eln, Antonio García, contra María Alejandra Villamizar, periodista de Noticias Caracol y La Luciérnaga, y Vicky Dávila, directora de la revista Semana. Es curioso que grupos en supuestas orillas ideológicas distintas utilicen la misma estrategia de aterrorizar a periodistas que se atrevan a criticarlos.
A raíz de una columna escrita por Villamizar para El País de España, el comandante del Eln respondió con una amenaza poco disimulada. Etiquetando también a Vicky Dávila en su respuesta a Villamizar, García citó una canción de Darío Gómez: “Sufrirás, llorarás, mientras te acostumbres a perder, después te resignarás cuando ya no me vuelvas a ver”. En otro tuit justificó el asesinato de soldados, pues “los militares nos han golpeado en estos meses, y nosotros a ellos... así que puño y puño no es pelea”. En ambas respuestas muestra, una vez más, la tremenda desconexión del Eln con la realidad y la visión arrogante sobre el actuar de la propia guerrilla que tiene hoy tambaleando los diálogos de paz. Es muy complicado comprender cómo, después de tantos años de intentos fallidos, la comandancia del Eln está tan dispuesta a seguir saboteando la apuesta por la paz.
El presidente de la República, Gustavo Petro, escribió en su cuenta de Twitter: “Nuestro Gobierno defiende decididamente la libertad de prensa, uno de los pilares de cualquier democracia. Rechazamos los mensajes amenazantes contra las periodistas. Les pido a las autoridades garantizar la integridad de las periodistas”. Se trata de una señal de apoyo necesaria en un Gobierno que, en otros espacios, ha mostrado hostilidad retórica hacia la labor de los medios de comunicación. Por su parte, la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) rechazó “de manera categórica las intimidaciones” e instó “al Eln y demás grupos armados que se encuentren en negociaciones de paz con el Gobierno o de sometimiento a la justicia a que cesen las amenazas, intimidaciones y hostigamientos a la prensa. En un proceso de negociación de paz, que congrega diversidad de actores, el ánimo democrático exige que se proteja y promueva el cubrimiento de la prensa, en todas sus formas y dimensiones, de este momento histórico”. Desde El Espectador suscribimos esa petición.
El Eln está en deuda de mostrar voluntad de paz. Amenazar a periodistas se une a la larga lista de actos deplorables que siguen enlodando el proceso de negociación. Esperamos que, una vez se tenga la próxima reunión, haya un cambio de tono y actitud que le ayude al país a reconstruir la confianza. Si en verdad quieren integrarse a la vida política de Colombia, es hora de que la dirigencia de la guerrilla aprenda a soportar críticas y vigilancia sin salir a intimidar. Es lo mínimo en una democracia.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Tenemos que volver a hablar del miedo. Hace apenas unos días en este espacio condenamos las intimidaciones a las que fueron sometidos El Heraldo y un par de medios digitales en Barranquilla por hombres armados en representación de organizaciones criminales. Ahora debemos volver a alzar la voz de protesta por la intimidación del comandante del Eln, Antonio García, contra María Alejandra Villamizar, periodista de Noticias Caracol y La Luciérnaga, y Vicky Dávila, directora de la revista Semana. Es curioso que grupos en supuestas orillas ideológicas distintas utilicen la misma estrategia de aterrorizar a periodistas que se atrevan a criticarlos.
A raíz de una columna escrita por Villamizar para El País de España, el comandante del Eln respondió con una amenaza poco disimulada. Etiquetando también a Vicky Dávila en su respuesta a Villamizar, García citó una canción de Darío Gómez: “Sufrirás, llorarás, mientras te acostumbres a perder, después te resignarás cuando ya no me vuelvas a ver”. En otro tuit justificó el asesinato de soldados, pues “los militares nos han golpeado en estos meses, y nosotros a ellos... así que puño y puño no es pelea”. En ambas respuestas muestra, una vez más, la tremenda desconexión del Eln con la realidad y la visión arrogante sobre el actuar de la propia guerrilla que tiene hoy tambaleando los diálogos de paz. Es muy complicado comprender cómo, después de tantos años de intentos fallidos, la comandancia del Eln está tan dispuesta a seguir saboteando la apuesta por la paz.
El presidente de la República, Gustavo Petro, escribió en su cuenta de Twitter: “Nuestro Gobierno defiende decididamente la libertad de prensa, uno de los pilares de cualquier democracia. Rechazamos los mensajes amenazantes contra las periodistas. Les pido a las autoridades garantizar la integridad de las periodistas”. Se trata de una señal de apoyo necesaria en un Gobierno que, en otros espacios, ha mostrado hostilidad retórica hacia la labor de los medios de comunicación. Por su parte, la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) rechazó “de manera categórica las intimidaciones” e instó “al Eln y demás grupos armados que se encuentren en negociaciones de paz con el Gobierno o de sometimiento a la justicia a que cesen las amenazas, intimidaciones y hostigamientos a la prensa. En un proceso de negociación de paz, que congrega diversidad de actores, el ánimo democrático exige que se proteja y promueva el cubrimiento de la prensa, en todas sus formas y dimensiones, de este momento histórico”. Desde El Espectador suscribimos esa petición.
El Eln está en deuda de mostrar voluntad de paz. Amenazar a periodistas se une a la larga lista de actos deplorables que siguen enlodando el proceso de negociación. Esperamos que, una vez se tenga la próxima reunión, haya un cambio de tono y actitud que le ayude al país a reconstruir la confianza. Si en verdad quieren integrarse a la vida política de Colombia, es hora de que la dirigencia de la guerrilla aprenda a soportar críticas y vigilancia sin salir a intimidar. Es lo mínimo en una democracia.
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