La jugada electoral de Nicolás Maduro

Nicolás Maduro maneja las riendas de Venezuela a su antojo. La decisión de la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente (ANC), de adelantar las elecciones presidenciales para el primer cuatrimestre, era una jugada previsible. Con una oposición fragmentada, el aparato estatal listo a acatar las instrucciones del dictador, un incierto diálogo gobierno-oposición en República Dominicana, la inhabilitación de sus opositores externos, la depuración en el partido de gobierno (PSUV), de enemigos internos, el ventajismo y el fraude electoral cantados, se apresta a entronizarse en el Palacio de Miraflores.

El Espectador
31 de enero de 2018 - 07:54 p. m.

Una vez conocido el anuncio, varios países, entre ellos Colombia, anunciaron que no reconocerían el resultado si no se cumplen los mínimos requisitos de transparencia y juego limpio. También se pronunció el secretario general de la OEA, Luis Almagro, de manera similar. Sin embargo, Maduro tiene toda la maquinaria trabajando para redondear la faena iniciada con éxito el año anterior. Lo cual, no está de más recordarlo, es una curiosa paradoja: con los niveles de popularidad por el suelo, un país en ruinas y una situación social insostenible, de momento y como van las cosas todo hace prever que su triunfo en las urnas está garantizado.

La preparación del escenario ha sido cuidadosamente planeada y ejecutada. El año anterior, en medio de la profunda crisis, con miles de personas protestando en la calle, con más de 100 muertos, miles de heridos y decenas de presos políticos, el régimen logró sacar del cubilete una respuesta audaz que le funcionó. Reprimió en la calle hasta que las protestas cesaron. Convocó a una ANC espuria, para suplantar a la Asamblea Nacional legal, en la cual la oposición tenía mayoría. Llamó al diálogo a la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y dividió a la oposición frente a quienes piensan que se trata de más de lo mismo y quienes piensan que no hay otra alternativa para los opositores. Así se inició el llamado diálogo en República Dominicana, con veeduría internacional, el cual debería dar pronto resultado, según lo anuncian los voceros del gobierno, frente al prudente silencio de la oposición. Convocó a elecciones regionales, que hubiera ganado aún sin necesidad del fraude llevado a cabo y, por último, terminó de inhabilitar a posibles contendores, como Enrique Capriles, y prohibió a la MUD tener un candidato de conjunto con diversas argucias jurídicas. Como se dice, las dictaduras nunca pierden elecciones.

¿Qué hacer, entonces? La parte de la oposición que le apostó el diálogo quiere un compromiso verificable del gobierno para asegurar unas elecciones limpias, con observación internacional y la depuración inmediata del Consejo Nacional Electoral (CNE), una dependencia más del Gobierno. Lo cierto es que todos los diálogos anteriores fracasaron. Fueron utilizados por el chavismo para ganar tiempo cuando lo necesitaron. No parecería que esta sea la excepción. La moneda de cambio sería la de aceptar algunas exigencias si la MUD reconoce a la ANC. Mientras toma fuerza la opción de contar con una figura nueva en política, conocida y respetada, que sea el candidato de consenso opositor. Se trata de Lorenzo Mendoza, dueño de las empresas Polar. Adicionalmente, se menciona a Henry Ramos Allup, secretario general de Acción Democrática; Henry Falcón, ex gobernador del estado Lara, por el partido Avanzada Progresista, y Andrés Velásquez, líder de Causa Radical.

Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé para el país vecino una caída del 15 % del PIB y una inflación del 13.000 % en el presente año. Sin embargo, parecería que todas las cartas fraudulentas están en manos de Nicolás Maduro. Los que siguen van a ser meses muy intensos, que incluyen el viaje del secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, quien visitará varios países, entre ellos Colombia, para tratar el tema de Venezuela.

Por El Espectador

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