Una tormenta que terminó convirtiéndose en un huracán golpeó con extrema dureza a Libia, ocasionando una situación catastrófica en ese país del norte de África. Varias ciudades fueron arrasadas y se mencionan reportes de más de 6.000 víctimas, 11.000 desaparecidos y cerca de 35.000 personas que perdieron todo tras los daños causados, sobre todo por el desborde de dos represas. La gravedad de la situación se explica por la división política del país en dos partes irreconciliables, el este y el oeste, que no fueron capaces de prevenir un desastre anunciado y han tardado demasiado en atender a las víctimas.
Las imágenes muestran la magnitud de los daños, con cifras de fallecidos que aumentarán con el paso de los días. Para dar mayor claridad del fenómeno climatológico que se vivió, entre el domingo y el lunes anterior se registraron 414 mm de lluvia, mientras que la cifra anual en la ciudad de Bengasi es de 270 mm. Las altas precipitaciones provocaron inundaciones, la caída de cuatro puentes sobre el río Derna y el colapso de dos represas cerca de la ciudad del mismo nombre, que está ubicada en un valle rodeado de colinas que quedó sumergido. Algunos de sus barrios fueron arrastrados literalmente al mar, lo que hizo pensar en un tsunami inverso, es decir que el agua venía desde el interior y se llevó a las víctimas al océano.
La tormenta tomó más fuerza a su paso por el mar, evolucionó a ciclón tropical mediterráneo y al ingresar a territorio libio se convirtió en el peor fenómeno vivido en los últimos 40 años. La principal causa radica en el pésimo mantenimiento que han tenido las represas. Para un país con un altísimo nivel de riqueza derivado de grandes reservas de petróleo, es muy poco lo que se hace en mantenimiento de infraestructura debido a la fractura política interna. Estudios nacionales e internacionales daban cuenta del peligro latente en las represas si se presentaba una situación crítica, como la que acaba de ocurrir. De otro lado, también hay una explicación adicional debido a que las aguas de la superficie del mar están más calientes y los fenómenos tropicales que se presentan son de mayor intensidad.
La improvisación de los dos gobiernos que se dividen el país no ha hecho más que agravar la compleja situación para los sobrevivientes. Tras la caída de Muamar El Gadafi en 2011, inició una guerra civil que no ha tenido solución y ha mantenido a ese país de siete millones de habitantes en una situación de extrema complejidad. El oeste de Libia está en manos del primer ministro, Abdelhamid Dabeiba, que recibe en especial apoyo de Turquía y Catar, mientras que el este lo controla el mariscal Jalifa Hafter, de 80 años, que tiene apoyo de Egipto, Rusia y los Emiratos Árabes Unidos. La ayuda comenzó a llegar dos días después de la tragedia y el Gobierno de Dabeiba aprobó algo más de US$400 millones para la reconstrucción y US$100 millones para los damnificados.
A pesar de que Naciones Unidas ha insistido en la reunificación del país y que en diciembre de 2021 estaban previstas unas elecciones presidenciales y legislativas, estas fueron aplazadas de forma indefinida. Adicionalmente, desde Libia parten grupos de migrantes a través del Mediterráneo hacia países europeos, lo que ha generado un creciente negocio alrededor de los miles de personas que desde varios lugares de África buscan un mejor vivir. Un analista mencionó que entre las dos partes en que está escindido el país hay cerca de 140 instituciones gubernamentales repartidas entre dos administraciones paralelas, lo que permite visualizar la dificultas para atender a las víctimas y reconstruir Libia.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.
Una tormenta que terminó convirtiéndose en un huracán golpeó con extrema dureza a Libia, ocasionando una situación catastrófica en ese país del norte de África. Varias ciudades fueron arrasadas y se mencionan reportes de más de 6.000 víctimas, 11.000 desaparecidos y cerca de 35.000 personas que perdieron todo tras los daños causados, sobre todo por el desborde de dos represas. La gravedad de la situación se explica por la división política del país en dos partes irreconciliables, el este y el oeste, que no fueron capaces de prevenir un desastre anunciado y han tardado demasiado en atender a las víctimas.
Las imágenes muestran la magnitud de los daños, con cifras de fallecidos que aumentarán con el paso de los días. Para dar mayor claridad del fenómeno climatológico que se vivió, entre el domingo y el lunes anterior se registraron 414 mm de lluvia, mientras que la cifra anual en la ciudad de Bengasi es de 270 mm. Las altas precipitaciones provocaron inundaciones, la caída de cuatro puentes sobre el río Derna y el colapso de dos represas cerca de la ciudad del mismo nombre, que está ubicada en un valle rodeado de colinas que quedó sumergido. Algunos de sus barrios fueron arrastrados literalmente al mar, lo que hizo pensar en un tsunami inverso, es decir que el agua venía desde el interior y se llevó a las víctimas al océano.
La tormenta tomó más fuerza a su paso por el mar, evolucionó a ciclón tropical mediterráneo y al ingresar a territorio libio se convirtió en el peor fenómeno vivido en los últimos 40 años. La principal causa radica en el pésimo mantenimiento que han tenido las represas. Para un país con un altísimo nivel de riqueza derivado de grandes reservas de petróleo, es muy poco lo que se hace en mantenimiento de infraestructura debido a la fractura política interna. Estudios nacionales e internacionales daban cuenta del peligro latente en las represas si se presentaba una situación crítica, como la que acaba de ocurrir. De otro lado, también hay una explicación adicional debido a que las aguas de la superficie del mar están más calientes y los fenómenos tropicales que se presentan son de mayor intensidad.
La improvisación de los dos gobiernos que se dividen el país no ha hecho más que agravar la compleja situación para los sobrevivientes. Tras la caída de Muamar El Gadafi en 2011, inició una guerra civil que no ha tenido solución y ha mantenido a ese país de siete millones de habitantes en una situación de extrema complejidad. El oeste de Libia está en manos del primer ministro, Abdelhamid Dabeiba, que recibe en especial apoyo de Turquía y Catar, mientras que el este lo controla el mariscal Jalifa Hafter, de 80 años, que tiene apoyo de Egipto, Rusia y los Emiratos Árabes Unidos. La ayuda comenzó a llegar dos días después de la tragedia y el Gobierno de Dabeiba aprobó algo más de US$400 millones para la reconstrucción y US$100 millones para los damnificados.
A pesar de que Naciones Unidas ha insistido en la reunificación del país y que en diciembre de 2021 estaban previstas unas elecciones presidenciales y legislativas, estas fueron aplazadas de forma indefinida. Adicionalmente, desde Libia parten grupos de migrantes a través del Mediterráneo hacia países europeos, lo que ha generado un creciente negocio alrededor de los miles de personas que desde varios lugares de África buscan un mejor vivir. Un analista mencionó que entre las dos partes en que está escindido el país hay cerca de 140 instituciones gubernamentales repartidas entre dos administraciones paralelas, lo que permite visualizar la dificultas para atender a las víctimas y reconstruir Libia.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.