La paz sigue con los que apuestan por ella
El Espectador
Iván Márquez y compañía buscaban dar un golpe de terrorismo mediático. Escondidos, debilitados y abandonados políticamente, pretendían sacudir a Colombia con la idea de que la guerra ha regresado. Sin embargo, hay muchas señales para reconocer que el Acuerdo de Paz puede enfrentar esta coyuntura: quienes vuelven a las armas serán perseguidos; quienes le apuestan a la legalidad van a ser protegidos por un Estado incluyente.
Es innegable el efecto que tiene ver a Iván Márquez, el Paisa, Jesús Santrich y Romaña, cabezas visibles de la desmovilizada guerrilla de las Farc, retomar las armas. Es frustrante, cuando menos, ver que están desperdiciando la oportunidad histórica que tenían y que han prometido regresar a Colombia a los años de la guerra irracional. Sus guiños hacia el Eln demuestran la urgencia de desmovilizar a todas las guerrillas cuanto antes.
No obstante, hay que darle al anuncio sus justas proporciones. Las cuatro excabezas de las Farc han sido personas que, desde el principio, le han fallado al Acuerdo de Paz. Los incumplimientos por parte del Estado, aunque se han dado, no justifican este tipo de reacción, menos aún cuando hay tantas personas apostándole a la implementación.
Celebramos que el partido FARC, representado por Rodrigo Londoño y otros, haya desautorizado por completo este alzamiento. Como dijo el exlíder de la guerrilla, “nuestro compromiso hoy más que nunca, como mayoría, como partido, como país, es la paz, la defensa y el cumplimiento del Acuerdo. Se equivocan quienes se alejan de la paz, como quienes la han atacado siempre”.
¿Qué hacer, entonces? El Acuerdo de Paz ya predecía la existencia de incumplimientos y disidencias. A las personas que se rearman, procede la pérdida de beneficios y todo el peso de la ley. Y a los miles de excombatientes que le han cumplido a la sociedad colombiana hay que blindarlos en su proceso de reincorporación.
El liderazgo tiene que ser adoptado por el presidente, Iván Duque. Esta es su oportunidad de unir al país, adoptar el proceso de paz como propio y seguir adelante en el fortalecimiento de las instituciones. Hay que demostrar que Colombia cumple su palabra.
Todos los procesos de paz del mundo tienen problemas de disidencias. Como explicó Angelika Rettberg, experta politóloga, “pocos meses antes de la firma del acuerdo de paz en Irlanda del Norte [surgió] la disidencia del Real IRA, que se mantiene hasta hoy”. No es, entonces, un hecho fuera de lo predecible. Demuestra, además, que los procesos de paz sobreviven a este tipo de crisis, aunque haya diferencias entre Irlanda y Colombia. La clave está en cómo vamos a responder.
Proponemos seguir apostándole a la paz. Los criminales, disidentes y narcotraficantes deben ser perseguidos con todo el peso de la ley y la fuerza del Estado, eso nadie lo pone en duda. Pero no es el momento de patear la mesa, sacar el acuerdo de la Constitución y decretar la conmoción nacional. Colombia es una democracia cada vez más madura y con instituciones fuertes, que debe reaccionar con prudencia y de manera reflexiva. Hemos ganado mucho y no es momento de olvidarlo.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Iván Márquez y compañía buscaban dar un golpe de terrorismo mediático. Escondidos, debilitados y abandonados políticamente, pretendían sacudir a Colombia con la idea de que la guerra ha regresado. Sin embargo, hay muchas señales para reconocer que el Acuerdo de Paz puede enfrentar esta coyuntura: quienes vuelven a las armas serán perseguidos; quienes le apuestan a la legalidad van a ser protegidos por un Estado incluyente.
Es innegable el efecto que tiene ver a Iván Márquez, el Paisa, Jesús Santrich y Romaña, cabezas visibles de la desmovilizada guerrilla de las Farc, retomar las armas. Es frustrante, cuando menos, ver que están desperdiciando la oportunidad histórica que tenían y que han prometido regresar a Colombia a los años de la guerra irracional. Sus guiños hacia el Eln demuestran la urgencia de desmovilizar a todas las guerrillas cuanto antes.
No obstante, hay que darle al anuncio sus justas proporciones. Las cuatro excabezas de las Farc han sido personas que, desde el principio, le han fallado al Acuerdo de Paz. Los incumplimientos por parte del Estado, aunque se han dado, no justifican este tipo de reacción, menos aún cuando hay tantas personas apostándole a la implementación.
Celebramos que el partido FARC, representado por Rodrigo Londoño y otros, haya desautorizado por completo este alzamiento. Como dijo el exlíder de la guerrilla, “nuestro compromiso hoy más que nunca, como mayoría, como partido, como país, es la paz, la defensa y el cumplimiento del Acuerdo. Se equivocan quienes se alejan de la paz, como quienes la han atacado siempre”.
¿Qué hacer, entonces? El Acuerdo de Paz ya predecía la existencia de incumplimientos y disidencias. A las personas que se rearman, procede la pérdida de beneficios y todo el peso de la ley. Y a los miles de excombatientes que le han cumplido a la sociedad colombiana hay que blindarlos en su proceso de reincorporación.
El liderazgo tiene que ser adoptado por el presidente, Iván Duque. Esta es su oportunidad de unir al país, adoptar el proceso de paz como propio y seguir adelante en el fortalecimiento de las instituciones. Hay que demostrar que Colombia cumple su palabra.
Todos los procesos de paz del mundo tienen problemas de disidencias. Como explicó Angelika Rettberg, experta politóloga, “pocos meses antes de la firma del acuerdo de paz en Irlanda del Norte [surgió] la disidencia del Real IRA, que se mantiene hasta hoy”. No es, entonces, un hecho fuera de lo predecible. Demuestra, además, que los procesos de paz sobreviven a este tipo de crisis, aunque haya diferencias entre Irlanda y Colombia. La clave está en cómo vamos a responder.
Proponemos seguir apostándole a la paz. Los criminales, disidentes y narcotraficantes deben ser perseguidos con todo el peso de la ley y la fuerza del Estado, eso nadie lo pone en duda. Pero no es el momento de patear la mesa, sacar el acuerdo de la Constitución y decretar la conmoción nacional. Colombia es una democracia cada vez más madura y con instituciones fuertes, que debe reaccionar con prudencia y de manera reflexiva. Hemos ganado mucho y no es momento de olvidarlo.
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