La prohibición de los testigos de Jehová en Rusia
Rusia está mostrando el lado perverso de las leyes que limitan la libertad de expresión a partir de los denominados “discursos de odio”. En una decisión que debería preocupar a cualquier persona comprometida con las libertades, se prohibió en ese país a un grupo de testigos de Jehová bajo argumentos ridículos. La intolerancia y la instrumentalización de las normas en contra de los discursos de odio deben servir como advertencia para países como el nuestro, donde se propone censurar cada vez más a través de las regulaciones.
El Espectador
La situación es la siguiente. El Centro Administrativo de Testigos de Jehová es la organización más grande en Rusia para personas que profesan esa fe y cuenta con unos 1750.000 miembros, según reporta la BBC. Desde el año pasado, las autoridades rusas vienen profiriendo decisiones que buscan coartar la existencia de esa comunidad. Este mes, sin embargo, en la peor medida hasta ahora, el Ministerio de Justicia ruso prohibió a los testigos de Jehová bajo el argumento de que han “violado la ley rusa que combate el extremismo”, según dijo en un comunicado.
Suena ridículo, pero el asunto empeora cuando se observan las razones expuestas por la administración de Vladimir Putin. Según el Ministerio de Justicia ruso, el crimen de los testigos de Jehová fue repartir panfletos donde incluyen una cita del novelista León Tolstoi criticando a la Iglesia ortodoxa rusa y otro material donde se afirma que la fe de los testigos de Jehová es la “única verdadera”. Esto, a los ojos del Gobierno, es promover un discurso de odio contra las otras religiones. Las autoridades rusas también expresaron su inconformidad con que los testigos de Jehová objeten al servicio militar, que es obligatorio en ese país.
Actualmente, los testigos de Jehová siguen prohibidos y están a la espera de que la Corte Suprema de ese país decida si se trató de una violación a la libertad de cultos o un debido uso de la ley. Nos costaría entender que la sentencia se vaya por la segunda opción, pero estamos hablando de un país donde las instituciones enfrentan serias dudas.
Representantes de los testigos de Jehová de todo el mundo, incluyendo Colombia, han expresado su rechazo, y nuestra invitación es a que todas las personas, sin importar su credo (o ausencia de tal), hagan lo mismo. Lo que está en juego es una libertad básica que se ha propuesto como derecho humano: la posibilidad de creer en lo que se desee y promover dicha fe.
La situación es problemática porque ha sido enmarcada por las autoridades rusas como un tema que involucra discursos de odio. Por eso es tan problemático que se aprueben leyes que facultan a los estados a censurar basados en argumentos subjetivos. Allí donde se permita que una autoridad defina qué tipo de expresión es o no permitida, se abre la puerta para la persecución con otros fines, como está ocurriendo en Rusia. ¿Alguien pone en duda que los testigos de Jehová no son un grupo extremista en el sentido de que amenaza la seguridad del Estado ruso?
En Colombia no hemos sido ajenos a las voces que piden silenciar a otras porque consideran que sus discursos son de odio. Entendemos que, en efecto, existen apologías a delitos, pero es mucho más útil para un país, sus libertades y su democracia, que las discusiones se hagan en el debate público, con todas las cartas sobre la mesa, y no a través de leyes que, como en Rusia, se presten para atropellar a quienes piensan diferente.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.
La situación es la siguiente. El Centro Administrativo de Testigos de Jehová es la organización más grande en Rusia para personas que profesan esa fe y cuenta con unos 1750.000 miembros, según reporta la BBC. Desde el año pasado, las autoridades rusas vienen profiriendo decisiones que buscan coartar la existencia de esa comunidad. Este mes, sin embargo, en la peor medida hasta ahora, el Ministerio de Justicia ruso prohibió a los testigos de Jehová bajo el argumento de que han “violado la ley rusa que combate el extremismo”, según dijo en un comunicado.
Suena ridículo, pero el asunto empeora cuando se observan las razones expuestas por la administración de Vladimir Putin. Según el Ministerio de Justicia ruso, el crimen de los testigos de Jehová fue repartir panfletos donde incluyen una cita del novelista León Tolstoi criticando a la Iglesia ortodoxa rusa y otro material donde se afirma que la fe de los testigos de Jehová es la “única verdadera”. Esto, a los ojos del Gobierno, es promover un discurso de odio contra las otras religiones. Las autoridades rusas también expresaron su inconformidad con que los testigos de Jehová objeten al servicio militar, que es obligatorio en ese país.
Actualmente, los testigos de Jehová siguen prohibidos y están a la espera de que la Corte Suprema de ese país decida si se trató de una violación a la libertad de cultos o un debido uso de la ley. Nos costaría entender que la sentencia se vaya por la segunda opción, pero estamos hablando de un país donde las instituciones enfrentan serias dudas.
Representantes de los testigos de Jehová de todo el mundo, incluyendo Colombia, han expresado su rechazo, y nuestra invitación es a que todas las personas, sin importar su credo (o ausencia de tal), hagan lo mismo. Lo que está en juego es una libertad básica que se ha propuesto como derecho humano: la posibilidad de creer en lo que se desee y promover dicha fe.
La situación es problemática porque ha sido enmarcada por las autoridades rusas como un tema que involucra discursos de odio. Por eso es tan problemático que se aprueben leyes que facultan a los estados a censurar basados en argumentos subjetivos. Allí donde se permita que una autoridad defina qué tipo de expresión es o no permitida, se abre la puerta para la persecución con otros fines, como está ocurriendo en Rusia. ¿Alguien pone en duda que los testigos de Jehová no son un grupo extremista en el sentido de que amenaza la seguridad del Estado ruso?
En Colombia no hemos sido ajenos a las voces que piden silenciar a otras porque consideran que sus discursos son de odio. Entendemos que, en efecto, existen apologías a delitos, pero es mucho más útil para un país, sus libertades y su democracia, que las discusiones se hagan en el debate público, con todas las cartas sobre la mesa, y no a través de leyes que, como en Rusia, se presten para atropellar a quienes piensan diferente.
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