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Con la subida elevada del salario mínimo, el presidente de la República, Gustavo Petro, apuesta a que sus teorías económicas se van a sobreponer a las de los empresarios. Se trata de un riesgo grande, pues de equivocarse podría echar para atrás todo el avance que se ha logrado en reducción de la inflación. Es de esperar, adicionalmente, que haya nuevos encontrones con el Banco de la República, que de por sí ha tomado una estrategia conservadora y ahora verá el aumento del salario como una posible presión inflacionaria. La informalidad, en todo caso, continúa siendo una realidad ineludible que afecta los deseos de tener una economía con mejores derechos laborales y propicia para la creación de emprendimientos.
Las posiciones eran irreconciliables. Los sindicatos de trabajadores pedían un aumento del 12 %, mientras que los gremios de empresarios buscaban algo más cercano a la inflación de este año, entre 5,2 y 6,83 %. El presidente Petro, en coherencia con su postura ideológica, tomó una decisión agresiva y más cercana a la postura de los trabajadores. El aumento del 9,54 % implicará un crecimiento real de 6,54 % si el sueño del Gobierno de una inflación del 3 % en 2025 se cumple. Según el mandatario, “busco, a partir de un incremento de demanda, reactivar la economía. El instrumento para incrementar la demanda, dada la disminución de la demanda pública por el hundimiento de la ley de financiamiento en las comisiones económicas, es un sustancial aumento del salario mínimo”. Su decisión fue recibida con alegría en los sindicatos. Fabio Arias, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), dijo que “es una cifra realmente importante y significativa, una forma de ir reduciendo la grave brecha salarial que los gobiernos neoliberales y proempresariales nos dejaron”.
Sin embargo, las alertas están encendidas. Los empresarios fueron vehementes en su oposición. Bruce Mac Master, presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi), señaló que “las decisiones populistas terminan siendo fiesta de pocos días y hambre hacia el futuro”. Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, explicó que “con esta decisión el presidente Petro no solo pone en riesgo la viabilidad de cientos de micro, medianas y pequeñas empresas, sino que afecta la generación de nuevos empleos, arriesga los puestos de trabajo que ya existen y fomenta la informalidad”. Por el mismo lado fue Rodolfo Correa, presidente de la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas, quien afirmó que el aumento “está por fuera del presupuesto de los pequeños y medianos empresarios de Colombia”.
La respuesta del Gobierno es que seguirá desindexando el aumento de ciertos precios y, con eso, más la reactivación de la demanda, la inflación no se verá afectada. Es difícil creer esa postura optimista, pero estamos a punto de averiguarlo. Lo más preocupante, sin embargo, es que se sigue ubicando a los empresarios en una posición adversarial. Si no se reconoce su aporte al país y el hecho de que la economía necesita a emprendedores y trabajadores en conjunto, ¿cómo vamos a tener más y mejores empresas? En un país cada vez más informal, con tanta evasión de impuestos y donde crear empresas tiene tantos obstáculos, ¿dónde están los incentivos? Eso va mucho más allá del salario mínimo.
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