Colombia está viviendo una crisis migratoria que produce tragedias cíclicas. Hace poco más de un mes tuvimos que escribir un editorial muy parecido a este: nuestro país no tiene las capacidades de evitar un desastre humanitario en Necoclí y sus alrededores, y las promesas de los Estados colombiano, ecuatoriano y panameño han sido insuficientes. Este guion es conocido. Se represan decenas de miles de migrantes en condiciones indignas, las poblaciones locales ven cómo colapsan sus servicios básicos, se pide ayuda a los gobiernos y estos anuncian cooperación... para que todo se repita a las pocas semanas.
Se ha dicho que los migrantes que atraviesan el país en busca del norte del continente están en graves riesgos y son violentados de muchas maneras. Tenemos pruebas tangibles de una tragedia que sigue siendo investigada: hace unos días una lancha salió de Necoclí con 30 migrantes, sin autorización, y tuvo un accidente. Dos mujeres haitianas y una cubana fueron encontradas muertas. Al cierre de esta edición, las autoridades seguían en la búsqueda de seis personas desaparecidas. Hablando con El Colombiano, el contraalmirante Juan Ricardo Rozo Obregón, comandante de la Fuerza Naval del Caribe, dijo que lo ocurrido es culpa de los motoristas “que se aprovecharon del desespero y la necesidad de los migrantes”.
No son pocos los que están en “desespero y necesidad”. Hace apenas un par de días se había decretado otra emergencia por la llegada de 3.000 migrantes a Necoclí, subiendo el número de personas represadas a 22.000. El gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, dijo que “hemos definido unas decisiones, en coordinación con el alcalde de Necoclí, en lo que tiene que ver con la atención inmediata de situaciones referentes a la salubridad en las playas y acelerar el crecimiento de capacidad del municipio en agua potable, una inversión que ya se ha hecho por parte de la Gobernación, superior a los $3.500 millones”. También presionó para que el Gobierno llegue a “los acuerdos que se deban tener con otros países al sur para la regulación del tráfico y al norte, sobre todo con Panamá, para que se mantenga y se aumente el número de migrantes permitidos de 500″.
Hay una propuesta de crear una ruta humanitaria, que necesita la cooperación de Panamá. Ese debería ser un primer paso. Tener dos decenas de miles de personas represadas, sin agua potable y sin condiciones de salubridad, es una bomba de tiempo. También es inhumano con los migrantes. Y lleva a casos como la tragedia que comentamos.
Por otro lado, aceptando que Colombia es y seguirá siendo un difícil paso migratorio, es necesario liderar acuerdos de largo plazo. Los cupos que otorga Panamá para la entrada son insuficientes y el Gobierno colombiano debería presionar en ese sentido. En cuanto a los pueblos que reciben a los migrantes, la inversión tiene que multiplicarse. La adecuación de las playas, el mejoramiento del agua potable y de los servicios de salud no son solo para esta emergencia, sino que tienen que mostrar una institucionalidad reforzada. Ignorar las necesidades de la zona es permitir que el ciclo se repita y siga cobrando víctimas.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Colombia está viviendo una crisis migratoria que produce tragedias cíclicas. Hace poco más de un mes tuvimos que escribir un editorial muy parecido a este: nuestro país no tiene las capacidades de evitar un desastre humanitario en Necoclí y sus alrededores, y las promesas de los Estados colombiano, ecuatoriano y panameño han sido insuficientes. Este guion es conocido. Se represan decenas de miles de migrantes en condiciones indignas, las poblaciones locales ven cómo colapsan sus servicios básicos, se pide ayuda a los gobiernos y estos anuncian cooperación... para que todo se repita a las pocas semanas.
Se ha dicho que los migrantes que atraviesan el país en busca del norte del continente están en graves riesgos y son violentados de muchas maneras. Tenemos pruebas tangibles de una tragedia que sigue siendo investigada: hace unos días una lancha salió de Necoclí con 30 migrantes, sin autorización, y tuvo un accidente. Dos mujeres haitianas y una cubana fueron encontradas muertas. Al cierre de esta edición, las autoridades seguían en la búsqueda de seis personas desaparecidas. Hablando con El Colombiano, el contraalmirante Juan Ricardo Rozo Obregón, comandante de la Fuerza Naval del Caribe, dijo que lo ocurrido es culpa de los motoristas “que se aprovecharon del desespero y la necesidad de los migrantes”.
No son pocos los que están en “desespero y necesidad”. Hace apenas un par de días se había decretado otra emergencia por la llegada de 3.000 migrantes a Necoclí, subiendo el número de personas represadas a 22.000. El gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, dijo que “hemos definido unas decisiones, en coordinación con el alcalde de Necoclí, en lo que tiene que ver con la atención inmediata de situaciones referentes a la salubridad en las playas y acelerar el crecimiento de capacidad del municipio en agua potable, una inversión que ya se ha hecho por parte de la Gobernación, superior a los $3.500 millones”. También presionó para que el Gobierno llegue a “los acuerdos que se deban tener con otros países al sur para la regulación del tráfico y al norte, sobre todo con Panamá, para que se mantenga y se aumente el número de migrantes permitidos de 500″.
Hay una propuesta de crear una ruta humanitaria, que necesita la cooperación de Panamá. Ese debería ser un primer paso. Tener dos decenas de miles de personas represadas, sin agua potable y sin condiciones de salubridad, es una bomba de tiempo. También es inhumano con los migrantes. Y lleva a casos como la tragedia que comentamos.
Por otro lado, aceptando que Colombia es y seguirá siendo un difícil paso migratorio, es necesario liderar acuerdos de largo plazo. Los cupos que otorga Panamá para la entrada son insuficientes y el Gobierno colombiano debería presionar en ese sentido. En cuanto a los pueblos que reciben a los migrantes, la inversión tiene que multiplicarse. La adecuación de las playas, el mejoramiento del agua potable y de los servicios de salud no son solo para esta emergencia, sino que tienen que mostrar una institucionalidad reforzada. Ignorar las necesidades de la zona es permitir que el ciclo se repita y siga cobrando víctimas.
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