La vergonzosa liberación de Alberto Fujimori

El Espectador
27 de diciembre de 2017 - 02:00 a. m.
El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, queda así en manos de sus más férreos opositores y como un traidor ante quienes aseguró que jamás indultaría al autócrata. / EFE
El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, queda así en manos de sus más férreos opositores y como un traidor ante quienes aseguró que jamás indultaría al autócrata. / EFE
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Que las decisiones políticas nunca acaban de sorprender y que, como en el amor, todo se vale, lo acaba de demostrar el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Como regalo de Navidad aprobó un indulto humanitario para Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel, acompañado de un “derecho de gracia” que impide que el exmandatario sea juzgado de nuevo. Lo anterior tras una burda negociación para continuar en la Presidencia y a punto de caer por un caso de corrupción. PPK queda así en manos de sus más férreos opositores y como un traidor ante quienes aseguró que jamás indultaría al autócrata.

Las reacciones adversas frente a la decisión provinieron no sólo del oficialismo y los grupos políticos que ayudaron a Kuczynski a ganarle las elecciones el año anterior a Keiko Fujimori, sino de ONG de derechos humanos como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Wola. Lo que más se cuestiona es que la controvertida medida hubiera sido el pago en medio de un escándalo político por corrupción. El presidente mintió por un hecho que lo vinculaba con el escándalo de Odebrecht —fuera o no responsable—, y dio pie para que Keiko Fujimori, cabeza de Fuerza Popular (FP), buscara defenestrarlo en el Congreso vía la “vacancia por incapacidad moral”. Así estaban las cosas el jueves de la semana anterior, cuando sorpresivamente no se lograron los votos necesarios. Algunos congresistas del propio FP, del ala que lidera Kenjo Fujimori, hermano de Keiko, no apoyaron la moción. PPK apareció el viernes exultante, llamó a la reconciliación y pareció superar el grave escollo.

Sin embargo, la sorpresa mayor vino el domingo 24. En una jugada digna de las series Juego de tronos y House of Cards, traicionó a casi todo el mundo. A tres de sus más cercanos consejeros que lo ayudaron a negociar en el Congreso, a varios de sus ministros, a miembros de su bancada en el Parlamento y a quienes votaron por él para impedir el regreso del fujimorismo. No hay que olvidar que Alberto Fujimori debería continuar tras las rejas hasta 2032, luego de ser encontrado responsable en las matanzas de Barrios Altos, de la Universidad de la Cantuta, así como el secuestro del reconocido periodista Gustavo Gorrit y el empresario Samuel Dyer.

Lo cierto es que mientras se producían algunas movilizaciones de protesta y algunos de sus allegados más cercanos calificaban lo sucedido como un “acto de traición a la patria” o “un acto político infame”, desde la izquierda Verónika Mendoza, cuyo apoyo fue clave para el triunfo de PPK, dijo que “lo que acaba de hacer es una vil traición a la patria. A cambio de salvar su pellejo ha negociado con el fujimorismo un indulto infame al corrupto y asesino”. Sin embargo, el otro medio país celebró la liberación. El propio patriarca Fujimori, arrogante, dijo ser “consciente de que los resultados durante mi gobierno de una parte fueron bien recibidos. Pero reconozco por otro lado que he defraudado también a otros compatriotas. A ellos les pido perdón de todo corazón (…) Mi profunda gratitud por el paso complejo que ha tomado el presidente y me compromete a apoyar decididamente su llamado a la reconciliación”. No queda duda de quién será en adelante el fiel de la balanza en Perú.

Así las cosas, PPK puede quedar, como reza el adagio popular, “con el pecado y sin el género”. Si la idea era ganar estabilidad, vendió su alma al fujimorismo, del cual depende en adelante para mantener la gobernabilidad. Para algunos analistas, su posición se asemeja a la de una marioneta que deberá actuar de acuerdo con los intereses de quienes realmente detentan las cuerdas del poder en el Congreso.

Lo paradójico es que en abril del año entrante se celebrará en Lima la Cumbre de las Américas. El lema escogido por el propio PPK es el de “Gobernabilidad democrática y lucha contra la corrupción”. Todo parece indicar que sobre ninguna de las dos podrá hablar el actual presidente del Perú con suficiente autoridad moral.

 

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Por El Espectador

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