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El Año Nuevo en Estados Unidos comenzó con un atentado terrorista. A las tres de la mañana, mientras las personas estaban en medio de las celebraciones en Nueva Orleans, una camioneta blanca aceleró contra la multitud del barrio francés. El objetivo era claro: sembrar terror y cobrar la mayor cantidad de vidas posibles. El conductor del vehículo, Shamsud-Din Bahar Jabbar, también dejó explosivos cercanos que las autoridades pudieron intervenir antes de que fueran detonados. En videos publicados en internet, el victimario dijo haberse unido al Estado Islámico. En un país tan polarizado, el horror vuelve a mostrar su rostro.
La sensación es de aturdimiento. Desde el presidente saliente, Joe Biden hasta los miembros del gobierno local, todas las declaraciones muestran la impotencia de no saber muy bien cómo responder. Y es que este tipo de ataques tienen precisamente como propósito causar un dolor que entumezca, que no permita actuar. Zion Parsons, de 18 años, vio venir la camioneta contra él y alcanzó a evitarla, pero su amiga no tuvo tanta suerte. Como retoma una reseña de lo ocurrido en El Espectador, Parsons dijo: “Acabo de ver morir a mi amiga. Está muerta. Si hubiera sido un poco más rápido, podría haberla detenido. No he tenido tiempo de llorar. Es una locura”. En efecto, es una locura. Sin embargo, este tipo de locura tiene raíces rastreables. Shamsud-Din Bahar Jabbar era estadounidense, nacido en Texas, tenía 42 años y fue miembro del Ejército de los Estados Unidos, donde estuvo ocho años, en los cuales pasó tiempo en la invasión a Afganistán. Sí, la misma invasión que se desató en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001, donde el terrorismo destruyó las torres gemelas y los Estados Unidos respondieron con guerras costosas e inútiles que sembraron desolación en varias regiones del mundo.
¿Por qué un veterano de guerra, aún joven, se radicaliza y decide cobrar la vida de ciudadanos de manera cruel? ¿Por qué los ataques al estilo del Estado Islámico siguen teniendo eco entre personas en Estados Unidos y otras partes del mundo? Esas son las preguntas difíciles que se deben responder y nos deberían llevar a evitar repetir los errores del pasado. Porque cuando las personas están en medio del terror, sucumben a la doctrina del shock, como explicó Naomi Klein, y los autoritarismos florecen.
¿Cómo responderá Estados Unidos a la muerte de 14 personas en este ataque terrorista? En vísperas del cambio de gobierno, todos los ojos están puestos sobre Donald Trump, quien ha prometido rodearse de un grupo de halcones en posiciones claves. ¿Vendrán más estigmatización y radicalización? ¿Se seguirán reduciendo los derechos en pos de la seguridad? Y, en cuanto a las víctimas y sus familias: ¿cómo se ven la justicia y la reparación en este caso? El victimario murió en un intercambio de disparos con la policía y, al parecer, actuó solo; entonces, ¿quién puede dar respuestas?
Nueva Orleans es una ciudad que ha sufrido muchísimo desde el huracán Katrina, en 2005, que causó la inundación del 80 % de su territorio y 1.577 muertes. Este acto de terror busca robarle la alegría a un mes de que se celebre el Super Bowl. En pocas horas, sin embargo,el barrio francés había vuelto a abrir y las personas salieron a las calles. La valentía sigue siendo la mejor respuesta a la violencia.
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