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Cambian las generaciones, pero los métodos de silenciar e intimidar a la prensa libre siguen siendo los mismos. Un juzgado de la República evitó el intento de Érika Nieto Márquez, más conocida como Kika Nieto (una famosa youtuber colombiana), por borrar de la red una opinión que, por ser crítica, la incomodaba profundamente.
La estrategia es conocida, pues se encuentra en el perverso repertorio de quienes se sienten con poder, ya sea por su reconocimiento, por sus capacidades financieras o por los cargos que ocupan. Alguien publica una opinión que los desfavorece y ellos convocan a sus abogados para exigirle al Estado que, usando toda su fuerza, silencie a la persona y la obligue a decir lo contrario. El objetivo es claro: además de la rectificación, se pretende infundir miedo, pues nadie más se atrevería a decir algo en contra de esa persona para no tener que enfrentar un costoso proceso judicial.
Por supuesto, hay instancias en las cuales el periodismo debe recapacitar y enmendar: están tipificados como injuria y calumnia en nuestro Código Penal. Pero cuando se trata de opiniones, nuestra Constitución es vehemente en protegerlas por su valioso aporte a la democracia. Esto incluye posiciones que puedan verse como ofensivas, molestas, exageradas y caricaturescas, pues lo que a los poderosos les puede parecer una extralimitación, para las voces marginadas se trata de un reclamo necesario.
En el caso de Nieto, su problema fue con un video de Las Igualadas, una videocolumna de El Espectador que se especializa en temas de género. En él se interpretan unas declaraciones emitidas por la youtuber Nieto como síntoma de una realidad que las minorías colombianas enfrentan en general: la dictadura de la “tolerancia”, esa que argumenta que la diferencia, aunque intrínsecamente mala, debe ser “soportada”, mas no respetada, mucho menos celebrada. Esa es otra forma de discriminación que causa terribles consecuencias en cientos de miles de jóvenes que deben esconder su orientación sexual, o su identidad de género, por el temor a ser marginados.
Nieto, que cuenta con cerca de siete millones de seguidores, interpuso una tutela pidiendo que se le protegiera su derecho al buen nombre, se obligara a Las Igualadas a recitar un guion escrito por ella en el que la exoneraban de cualquier mala publicidad y además retiraran el video de la red. Eso se llama censura.
Por fortuna, un juez de la República negó la petición de la joven youtuber y reiteró que Colombia es un mejor país cuando se permiten las críticas sin ningún tipo de temor y que los discursos se contrarrestan con otros discursos, no con amenazas judiciales.
Los youtubers como Nieto les hablan a millones de niños y adolescentes; son ellos quienes están ayudando a crear la identidad de las próximas generaciones de colombianos. Por eso es necesario que esfuerzos periodísticos rigurosos, como los realizados por Las Igualadas, estudien sus discursos y los critiquen, con el objetivo de purgar los prejuicios y denunciar la opresión. Hace unos meses, ese mismo producto de El Espectador contó cómo Nicolás Arrieta, otra celebridad digital, tiene en contra varios reclamos por abuso psicológico a varias mujeres. Esta labor es importante y necesaria.
No es la primera vez, ni será la última, que se intente censurar a El Espectador. Pero nuestro compromiso con ejercer contrapoder donde sea necesario seguirá intacto.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.