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La muerte de una mujer en Irán, Mahsa Amini, quien se encontraba detenida por la policía bajo la acusación de tener mal puesto el velo en público, ha generado una masiva ola de protestas que hasta el momento ha ocasionado la muerte de más de 50 personas y cerca de 1.000 detenidos en 80 ciudades. Este hecho ha sido el disparador del descontento de una buena parte de la sociedad iraní en contra del férreo régimen ultrarreligioso que han impuesto los ayatolás en el país. El Gobierno ha autorizado la represión indiscriminada por parte de las fuerzas de seguridad, con ese saldo trágico.
En estos ocho días de manifestaciones y choques en las calles es más que evidente el hartazgo frente al régimen teocrático y el estilo de vida que les fue impuesto a los iraníes a partir de 1979 con llegada del ultraconservador ayatolá Ruhollah Khomeini. La conformación de una Policía de la Moral, encargada de controlar y reprender en especial a las mujeres si no cumplen con lo previsto en la ley islámica, generó un creciente malestar dentro de la sociedad que hoy se desborda en las calles en contra de su oprobiosa vigencia. A pesar de la presencia en el pasado de algún gobierno ligeramente reformista, la línea radical del actual jefe de Estado, Ebrahim Raisi, en el poder desde el año anterior, reforzó aún más el control en la calle de la forma de vestir de las mujeres, en especial con el uso del velo, lo que muchas consideran una vergüenza. No en vano las consignas que más se escuchan en las calles son: “Mujeres, vida y libertad” y “muerte al dictador”.
De allí que el deceso de Amini, mientras estaba bajo custodia policial, haya convocado masivamente, en especial a las mujeres, a lanzar un grito de libertad contra esta práctica obligatoria mandada a recoger. El simple hecho de que un mechón del cabello se vea por fuera del velo puede ocasionar desde una reprimenda pública hasta la detención, y en este caso concreto el fallecimiento tres días después de ser llevada a una estación de policía, por motivos aún no precisados. El presidente Raisi, acorde con su talante ultraconservador, pidió a las fuerzas del orden actuar “con decisión contra aquellos que se oponen a la seguridad y tranquilidad del país”, lo cual ha sido acatado por el ejército con el sangriento resultado que se presenta hasta el momento. El uso de internet ha sido restringido o completamente bloqueado, afectando WhatsApp y otras redes sociales, para impedir que quienes están en las calles tengan formas inmediatas de comunicación.
Esta no es la primera vez que se presentan este tipo de protestas en Irán, aunque en el pasado haya sido por diferentes motivos. En 2009 las hubo por fraude electoral, en 2017 por problemas en el manejo económico del país y en 2019 por el precio de la gasolina. La respuesta del régimen ha sido siempre la misma: esperar unos días a ver si decrecen las protestas y, si no sucede así, autorizar el uso indiscriminado de la fuerza para garantizar la “seguridad nacional”. Sin embargo, esta es la primera vez en que personas de distintas clases sociales y minorías étnicas se han unido a la mayoría de origen persa. Fuera del control de la vestimenta de las mujeres, en el fondo también se encuentran la difícil situación económica, la corrupción, la represión política y las restricciones sociales.
Los próximos días serán de especial importancia para Irán en la medida en que, si las protestas no amainan a pesar de la represión y aumenta el número de muertos, el Gobierno puede terminar en una compleja encrucijada. El líder máximo iraní, el ayatolá Alí Khamenei, se encuentra enfermo y la economía no parece repuntar. Hasta el momento los distintos gobiernos no han hecho ningún tipo de concesión ante las exigencias populares pues creen que, de ceder en algún punto, cualquiera que este sea, se abrirá la puerta a la petición de mayores cambios, motivo por el cual la única vía es la de apagar las protestas con sangre.
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