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                                                                                                                                Las palabras importan, aunque los políticos digan lo contrario

                                                                                                                                Decir que alguien es un “violador de niños” en un país donde cerca de 55 niñas son violadas cada día y donde cada tres días una menor de edad es asesinada es una frase diseñada para evocar en quien la escucha la peor reacción posible. Sobre eso no hay duda, por más maromas retóricas y lingüísticas que quieran hacerse para burlar la responsabilidad por lo dicho.

                                                                                                                                El Espectador

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esos tres casos, ocurridos en Colombia, Estados Unidos y en muchos otros países, dan cuenta de una tendencia que nos está llevando a la destrucción de las sociedades democráticas, que está sentando las bases para que el rencor sea la única moneda empleada en los debates políticos. Debemos hacer algo de inmediato para intervenir la crisis.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En otras palabras, los ciudadanos y los políticos que creen que la “verdad” no existe y que las palabras significan lo que ellos quieran que signifiquen nos están destruyendo, nos están quitando la posibilidad de entablar diálogos y nos están convirtiendo en presas fáciles para la manipulación.

                                                                                                                                Lo dijo el papa Francisco: “No hay tal cosa como una desinformación inofensiva; confiar en una falsedad puede tener consecuencias atroces”. Para no caer en esa trampa, necesitamos reconocer que sí hay hechos verificables, que las palabras tienen conceptos delimitados y que éstos importan.

                                                                                                                                Quienes dijeron que un periodista era “violador de niños” hincharon el pecho con orgullo argumentando que por supuesto no se referían al acto sexual, sino a una vulneración distinta de los derechos de los niños. Ingenuos nosotros que entendimos mal, sugieren. Pero esa es la misma estrategia que invita al “todo vale”, a promover “hechos alternativos”, a utilizar la hipocresía como herramienta discursiva. Es útil a nivel político porque apela a los sesgos tribales que nos tienen divididos, pero afectan los cimientos de una sociedad que necesita encontrarse en sus diferencias. Si ya no tenemos un lenguaje común para entendernos, solo queda la confusión y, por supuesto, la ira irracional.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Lo dijo Kakutani: “No podemos equiparar a la víctima con el agresor, nunca debemos crear falsas equivalencias morales o fácticas, porque entonces nos volvemos cómplices de los peores crímenes y las más nefastas consecuencias. Debemos dejar de banalizar la verdad”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Por favor, considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Esos tres casos, ocurridos en Colombia, Estados Unidos y en muchos otros países, dan cuenta de una tendencia que nos está llevando a la destrucción de las sociedades democráticas, que está sentando las bases para que el rencor sea la única moneda empleada en los debates políticos. Debemos hacer algo de inmediato para intervenir la crisis.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En otras palabras, los ciudadanos y los políticos que creen que la “verdad” no existe y que las palabras significan lo que ellos quieran que signifiquen nos están destruyendo, nos están quitando la posibilidad de entablar diálogos y nos están convirtiendo en presas fáciles para la manipulación.

                                                                                                                                Lo dijo el papa Francisco: “No hay tal cosa como una desinformación inofensiva; confiar en una falsedad puede tener consecuencias atroces”. Para no caer en esa trampa, necesitamos reconocer que sí hay hechos verificables, que las palabras tienen conceptos delimitados y que éstos importan.

                                                                                                                                Quienes dijeron que un periodista era “violador de niños” hincharon el pecho con orgullo argumentando que por supuesto no se referían al acto sexual, sino a una vulneración distinta de los derechos de los niños. Ingenuos nosotros que entendimos mal, sugieren. Pero esa es la misma estrategia que invita al “todo vale”, a promover “hechos alternativos”, a utilizar la hipocresía como herramienta discursiva. Es útil a nivel político porque apela a los sesgos tribales que nos tienen divididos, pero afectan los cimientos de una sociedad que necesita encontrarse en sus diferencias. Si ya no tenemos un lenguaje común para entendernos, solo queda la confusión y, por supuesto, la ira irracional.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Lo dijo Kakutani: “No podemos equiparar a la víctima con el agresor, nunca debemos crear falsas equivalencias morales o fácticas, porque entonces nos volvemos cómplices de los peores crímenes y las más nefastas consecuencias. Debemos dejar de banalizar la verdad”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Por favor, considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.

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