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Dice el presidente de la República, Gustavo Petro, que hay “dos visiones diferentes de Colombia”. Una, en donde incluye a medios como El Espectador, se encuentra “unida a través del poder del dinero” y “trata de manipular la conciencia popular hacia los intereses exclusivos, y egoístas muchas veces, de los propietarios de esos medios”. La otra, que el Gobierno acaba de decidir financiar con recursos importantes, busca “lograr que cada ciudadano tenga una apreciación más subjetiva de diversas fuentes de la realidad”. Lo dijo frente a un grupo de medios alternativos y comunitarios que, en un momento del anuncio, entraron en coro a decir: “Petro, amigo, el pueblo está contigo”. La imagen no es sutil y dice mucho de cómo el mandatario entiende la independencia de los medios de comunicación.
Es difícil responderle al presidente Petro cuando ataca a los medios de comunicación porque sus generalizaciones, facilistas y populistas, tocan puntos en tensión que van al corazón de muchos debates en el periodismo. Sí, es cierto que el influjo de dineros privados en el modelo de negocios de los medios ha hecho, en algunos casos, que se coarte la libertad de expresión. Sí, existen en el mundo, y en nuestro país, ejemplos de alianzas antiéticas entre intereses particulares y comunicadores que olvidan que su primera lealtad es con los ciudadanos. Sí, en algo más mundano, todos cometemos errores y a veces el cubrimiento de este gobierno, como el de todos los anteriores, cae en injusticias. Empero, envenenar el pozo y decir que los medios que cuentan con capital privado están en un ejercicio de manipulación, es restarles credibilidad a voces críticas que han sido fundamentales para que el país conozca los abusos de este y de anteriores gobiernos. Es un sesgo cognitivo preocupante que un mandatario vea cualquier crítica y vigilancia como parte de una conspiración mayor para sacarlo del poder.
Porque nos mencionó en un par de ocasiones esta semana, nos vemos obligados a responder directamente al presidente. O a aclararle, si es que está genuinamente confundido. El Espectador no habría sobrevivido si un grupo económico no hubiera decidido comprarlo y sostenerlo año tras año. Eso no significa que el trabajo de nuestros periodistas durante estas décadas haya estado al servicio de los caprichos de los dueños. Por el contrario, el mandato por parte de quienes nos respaldan ha sido claro: hacer un periodismo independiente, autónomo, que construya confianza y aporte a la democracia del país. Nuestras investigaciones y posiciones han sido claves para denunciar abusos de poder, para cuestionar a los mandatarios de turno, lo cual nos ha ganado señalamientos y enemistades con todos los gobiernos que hemos cubierto, tanto en el nivel nacional como en el local. Lo que no le gusta al presidente Petro es que, por diferencia de criterios, también hayamos cuestionado sus posturas.
Finalmente, aunque es muy importante que el Estado apoye medios alternativos de comunicación y busque mayor pluralidad en las voces que informan, es irrisorio pensar que los dineros públicos generan independencia. En el evento donde el presidente Petro habló mal de los capitales privados, se vieron los rostros agradecidos y casi adoradores del director de RTVC, Hollman Morris, y de influenciadores que han recibido contratos pagados con los impuestos de todos. El contenido que ellos producen es valioso para el debate público, sin duda, pero está lejos de carecer de los sesgos que el mandatario tanto denuncia. Hay un doble rasero entonces, lo que lleva a pensar que el problema del presidente no es con la desinformación, sino con la crítica que le incomoda al poder presidencial.
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