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El 11 de septiembre, hoy hace cinco décadas, los militares chilenos derrocaron por la fuerza al gobierno de la Unidad Popular (UP) que encabezaba su presidente constitucional, Salvador Allende. A las pocas horas, tras el bombardeo del Palacio de La Moneda y una resistencia heroica, Allende prefirió quitarse la vida antes que aceptar las imposiciones de los golpistas. Lo que siguió fue una dictadura de 17 años, con miles de asesinados, torturados, exiliados y la comisión de delitos de lesa humanidad que no se pueden repetir. Este aniversario es un buen momento para reflexionar sobre el valor esencial de la democracia.
El presidente de izquierda, Gabriel Boric, le ha conferido a esta fecha un significado muy especial con el deseo de que todos los chilenos se reúnan, más allá de sus afinidades políticas, alrededor de un propósito común. Logró suscribir, junto a sus cuatro predecesores, un acuerdo especial “Por la democracia siempre”, sobre la base de un compromiso de cuidar y defender la democracia, condenar la violencia, fomentar el diálogo, defender y promover los derechos humanos, así como fortalecer el multilateralismo entre los Estados. Según las conclusiones a las que arribaron dos informes de comisiones de la verdad, el número total de víctimas fue de 40.179 entre asesinados, desaparecidos, presos políticos y torturados.
Salvador Allende llegó al poder en 1970, luego de tres intentos fallidos en nombre del Partido Socialista. Gracias a la unión de las fuerzas de izquierda en la UP, se convirtió en el primer presidente marxista en ser electo democráticamente en el mundo. Se inició entonces la Vía Chilena al Socialismo, que vivió errores y sufrió tensiones internas entre las fuerzas más radicales que querían cambios de inmediato sin medir las consecuencias, así como las acciones de la derecha chilena que fueron minando el proceso de manera acelerada. Con el apoyo de los grandes empresarios, de los terratenientes y del Gobierno de Richard Nixon en los Estados Unidos, el país se vio abocado a huelgas, paros de transportadores y un gran desabastecimiento provocado y financiado por los enemigos de Allende. Poco a poco la mayoría de la sociedad se fue cansando de la inestabilidad reinante y el campo para que se diera un golpe de Estado, tal y como lo buscaban las élites y Washington, quedó listo.
El presidente sorteó una intentona golpista previa, se opuso a los sectores más radicales de la UP que le pedían que cerrara el Congreso y restaurara el orden, pero Allende hizo prevalecer su talante institucional y su respeto por la Constitución como el demócrata intransigente que fue. Su ministro de Defensa, Augusto Pinochet, se sumó a los comandantes de las demás ramas de las Fuerzas Armadas para llevar a cabo el golpe. Es por este motivo que el presidente Boric ha dicho que la democracia, sin importar las dificultades que afronte, debe ser defendida siempre con más democracia. Tiene toda la razón, pues nada, jamás, justifica bajo ningún concepto el quiebre de la institucionalidad democrática en un Estado de derecho.
La expresidenta Michelle Bachelet mencionó en estos días que el 70 % de los chilenos no habían nacido hace 50 años y agregó: “Tenemos una responsabilidad con la memoria, porque es lo que nos permite como sociedad reconocernos en el presente y conectar el ayer con el mañana”. Al respecto es muy preocupante que todavía hoy un 40 % de los encuestados creen que el golpe fue culpa de Allende y no de los militares golpistas y las personas que desde la sociedad civil permitieron que se llevara a cabo sin hacer nada para evitarlo.
Este año también Uruguay conmemora los mismos años de su golpe de Estado, se cumplen 40 años del retorno a la democracia en Argentina y son los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Son fechas que deben llamar a la reflexión para que nunca más volvamos a enfrentar este tipo de realidades.
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