Mientras en la campaña presidencial colombiana fue común ver debates entre los candidatos sobre la legalización o no de la marihuana con fines recreativos, el mundo sigue dando ejemplos de que Colombia debería superar esas discusiones estancadas y abrir la puerta a su comercialización. Durante el gobierno de Iván Duque no hubo mayores avances, pero los resultados de tres años de legalización en Canadá dan varios argumentos a favor de abandonar los prejuicios y apostarle a ese nuevo renglón de la economía.
Deloitte Canadá presentó un informe de lo que ha ocurrido en ese país desde octubre de 2018 hasta diciembre de 2021, tiempo en que la marihuana ha sido legal tanto para fines recreativos como medicinales. Los resultados son abrumadores: ventas totales por US$8.500 millones, de los cuales el 68 % eran por marihuana con fines recreativos. Cuando se tiene en cuenta el aporte total a la economía canadiense, con inversiones de capital para poner a andar la industria del cannabis, estamos hablando de unos US$33.500 millones que impactaron de manera positiva la economía canadiense. En total, el gasto por persona consumidora al día está por encima de los US$50.
Como retoma el diario La República, Deloitte lo explica de manera clara: la industria aporta al PIB del país aproximadamente 1,09 dólares canadienses por cada dólar en ventas e invertido en capital. Y por cada US$1 millón en ventas, el sector del cannabis sostiene aproximadamente cuatro trabajos en Canadá y Ontario. Estamos hablando de unos 98.000 empleos permanentes en el sector, que además ha aportado US$11.600 millones en impuestos durante estos tres años. Un éxito rotundo.
La última vez que Colombia dio el debate sobre la legalización, el año pasado, los argumentos conservadores pedían no hablar solo en términos económicos. Según ellos, la marihuana es una droga de entrada a otras mucho más nocivas y la legalización promovería su consumo y lo aumentaría en poblaciones vulnerables. Canadá muestra un contraste con esa visión. El consumo se ha mantenido constante alrededor del 25 % y, en cambio, lo que sí ha logrado es que la mitad de la marihuana que se consume en el país ya está siendo comprada por vías legales.
Lo que estamos viendo, entonces, es que la legalización sirve de múltiples formas: genera empleos, dinamiza la economía, crea una nueva fuente de recaudo fiscal, no promueve el consumo y sí hace que este sea más seguro; además, debilita a los actores ilegales que se lucran por la venta ilegal de la marihuana. Sumamos un punto que nos parece esencial: la legalización reconoce que es parte de la autonomía de las personas decidir qué tipos de sustancias consumir y aleja al Estado de decisiones que deberían ser personales, pues no afectan de manera colectiva a la sociedad.
Colombia debería aprender de los ejemplos internacionales. El nuevo Congreso, con más representación de visiones liberales, debe priorizar la legalización de la marihuana con fines recreativos. Es momento de avanzar en el debate.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
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Mientras en la campaña presidencial colombiana fue común ver debates entre los candidatos sobre la legalización o no de la marihuana con fines recreativos, el mundo sigue dando ejemplos de que Colombia debería superar esas discusiones estancadas y abrir la puerta a su comercialización. Durante el gobierno de Iván Duque no hubo mayores avances, pero los resultados de tres años de legalización en Canadá dan varios argumentos a favor de abandonar los prejuicios y apostarle a ese nuevo renglón de la economía.
Deloitte Canadá presentó un informe de lo que ha ocurrido en ese país desde octubre de 2018 hasta diciembre de 2021, tiempo en que la marihuana ha sido legal tanto para fines recreativos como medicinales. Los resultados son abrumadores: ventas totales por US$8.500 millones, de los cuales el 68 % eran por marihuana con fines recreativos. Cuando se tiene en cuenta el aporte total a la economía canadiense, con inversiones de capital para poner a andar la industria del cannabis, estamos hablando de unos US$33.500 millones que impactaron de manera positiva la economía canadiense. En total, el gasto por persona consumidora al día está por encima de los US$50.
Como retoma el diario La República, Deloitte lo explica de manera clara: la industria aporta al PIB del país aproximadamente 1,09 dólares canadienses por cada dólar en ventas e invertido en capital. Y por cada US$1 millón en ventas, el sector del cannabis sostiene aproximadamente cuatro trabajos en Canadá y Ontario. Estamos hablando de unos 98.000 empleos permanentes en el sector, que además ha aportado US$11.600 millones en impuestos durante estos tres años. Un éxito rotundo.
La última vez que Colombia dio el debate sobre la legalización, el año pasado, los argumentos conservadores pedían no hablar solo en términos económicos. Según ellos, la marihuana es una droga de entrada a otras mucho más nocivas y la legalización promovería su consumo y lo aumentaría en poblaciones vulnerables. Canadá muestra un contraste con esa visión. El consumo se ha mantenido constante alrededor del 25 % y, en cambio, lo que sí ha logrado es que la mitad de la marihuana que se consume en el país ya está siendo comprada por vías legales.
Lo que estamos viendo, entonces, es que la legalización sirve de múltiples formas: genera empleos, dinamiza la economía, crea una nueva fuente de recaudo fiscal, no promueve el consumo y sí hace que este sea más seguro; además, debilita a los actores ilegales que se lucran por la venta ilegal de la marihuana. Sumamos un punto que nos parece esencial: la legalización reconoce que es parte de la autonomía de las personas decidir qué tipos de sustancias consumir y aleja al Estado de decisiones que deberían ser personales, pues no afectan de manera colectiva a la sociedad.
Colombia debería aprender de los ejemplos internacionales. El nuevo Congreso, con más representación de visiones liberales, debe priorizar la legalización de la marihuana con fines recreativos. Es momento de avanzar en el debate.
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