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Las críticas al viaje de la vicepresidenta Francia Márquez con una comitiva de 53 a varios países africanos demuestran el profundo desconocimiento que hay en el país de un continente plagado de oportunidades y también dejó sobre la mesa el racismo latente en la sociedad colombiana. Paradójicamente, el representante a la Cámara Miguel Polo Polo, quien ocupa una curul en representación de las personas afros de Colombia, fue el que encarnó en una sola pregunta toda la ignorancia que abunda sobre el tema: “¿Qué tiene para ofrecernos África? ¿Café, cacao, aceite de palma?”, escribió. Entre eso y el cálculo de cuánto cuesta la diplomacia en este viaje particular es preocupante que la discusión no tenga más profundidad.
Todo hay que decirlo: la vicepresidenta Márquez ha adoptado la pésima costumbre de responder con agresividad a los cuestionamientos públicos. “No tengo que aclarar nada”, dijo, cuando estaba siendo interrogada por los costos de su trayecto. Esto, unido a que ni la Cancillería ni la Vicepresidencia han querido compartir de manera transparente qué es todo lo que se hará en el viaje, genera una fricción innecesaria. No pueden olvidar en el Gobierno que son, ante todo, funcionarios que les deben rendir cuentas a todos los colombianos, por más molestas y malintencionadas que sean algunas preguntas. Dicho eso, es verdad que el escándalo ha sido sobredimensionado.
¿Qué tiene para ofrecerles África a los colombianos? Para iniciar, comprender que no se puede hablar de un continente de manera uniforme y como si no estuviésemos hablando de una de las zonas más diversas, social y económicamente, del mundo. La Unión Africana cuenta con 55 países, cada uno con sus propias características, y no es coincidencia que después de años de colonialismo y condescendencia hoy haya una carrera de las potencias mundiales por fortalecer lazos con los Estados africanos. Desde el desarrollo tecnológico de un país como Nigeria a todos los aprendizajes sobre conflicto de Sudáfrica, el hecho de que en Colombia sigamos pensando en el sur global como una idea difusa nos está cerrando muchísimas puertas.
Según información del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, retomada por La Silla Vacía, en Colombia tenemos por lo menos 10 millones de personas que son parte de la diáspora africana. Sin embargo, las opciones de conectividad y los puntos de contacto con los países africanos son casi nulas. Y ni hablar de los colombianos que viven en ese continente, que básicamente han sido abandonados a su suerte por la diplomacia colombiana. Que nuestra vicepresidenta busque tender puentes implica crear relaciones que van a dar frutos por varias generaciones. Es el momento histórico de hacerlo.
El objetivo conocido es abrir embajada en Etiopía y nombrar a embajadores en Kenia, Sudáfrica y Ghana. Hay dudas presupuestales, como ha ocurrido con todo el esfuerzo diplomático de una Cancillería de labor opaca, pero eso no significa que no se trate de una inversión necesaria. Colombia no puede cerrarse al mundo ni conformarse con sus relaciones con Estados Unidos y Europa. Es momento de que el país explore nuevas fronteras y examine su racismo en las discusiones internas que se están dando.
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