Luis Gabriel Cano Isaza (1924-2010)
SE HA IDO EL ÚLTIMO DEL “PÓQUER de ases”, como Gabriel Cano Villegas llamaba a sus cuatro hijos que, cada uno desde un área de especialización diferente, lo acompañaron a forjar el desarrollo de El Espectador hacia la modernidad durante el siglo pasado.
El Espectador
Luis Gabriel Cano Isaza, el mayor de los cuatro, fallecido la noche del pasado domingo en su residencia en Cartagena, fue el cerebro de las finanzas y el emprendimiento empresarial que le permitió a este diario estar siempre en la vanguardia tecnológica y periodística. Todas las grandes innovaciones en el negocio de los periódicos llegaron primero a Colombia por El Espectador, gracias a la visión siempre actualizada de su Gerente General y luego Presidente.
Resultaría empero una mirada muy parcial circunscribir el aporte de Luis Gabriel Cano Isaza a este periódico y al periodismo nacional y hemisférico a sus habilidades financieras y empresariales. Porque, como todos los “ases”, por encima de la misión particular en la estructura del periódico, Luis Gabriel Cano Isaza fue en esencia un periodista comprometido con los valores que este diario ha defendido en sus ya 123 años de existencia.
Cuando Colombia enfrentaba la censura impuesta por la dictadura a mediados del siglo pasado y por ello la voz de El Espectador se había silenciado, Luis Gabriel Cano acompañó a su padre y le escuchó un memorable discurso por la libertad de prensa en América Latina ante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Desde entonces, Luis Gabriel Cano Isaza hizo de esa institución una segunda casa en la que luchó por transformar las palabras de su padre en acciones por la libertad de expresión en la región.
En ese empeño y tras vivir en carne propia la evolución de la censura, del bolígrafo de los dictadores a las balas de los violentos, promovió desde la SIP la elaboración de la memorable Declaración de Chapultepec que desde ese 1994 han venido firmando los presidentes del hemisferio como compromiso de respeto a la libertad de prensa en sus países. Ese trabajo dedicado tuvo su premio en 1996 cuando fue nombrado como presidente de la SIP, el primer colombiano en obtener dicho reconocimiento, y desde esa posición dio vida al programa de esa entidad contra la impunidad en los crímenes de periodistas, entre ellos el de su hermano, Guillermo Cano Isaza.
“Sí, mataron a mi hermano, nos pusieron una bomba, pero somos periodistas”, fue la respuesta de quien entonces presidía la compañía a un incrédulo reportero del The New York Times que vino al país a comienzos de los noventa a reportar ese milagro que entonces era la supervivencia de El Espectador frente a la declaratoria de eliminación por parte del cartel de Medellín. Ese era su talante, primero estaba siempre el periodismo. Así fue también como cuando desde la gerencia fue llamado a soportar el trabajo periodístico que lideró su hermano Guillermo para denunciar los autopréstamos del Grupo Grancolombiano, no dudó en apoyarlo aunque las finanzas se fueran al suelo con la mordaza económica que ese grupo le impuso al diario.
Y así, con esa misma entereza con que enfrentó los golpes bajos al periódico que fundó su abuelo, un día Luis Gabriel Cano tuvo también la visión para abandonar la Presidencia de la compañía y permitir que alguien ajeno a la familia llegara a liderar sin interferencias de sangre la reestructuración empresarial que permitiera la venta del periódico y, con ella, la continuación de su misión de periodismo independiente. Un acto de grandeza que permite hoy, al recordarlo con gratitud perenne, repetir que El Espectador sigue adelante, aunque ahora deba hacerlo sin su “póquer de ases”.
Luis Gabriel Cano Isaza, el mayor de los cuatro, fallecido la noche del pasado domingo en su residencia en Cartagena, fue el cerebro de las finanzas y el emprendimiento empresarial que le permitió a este diario estar siempre en la vanguardia tecnológica y periodística. Todas las grandes innovaciones en el negocio de los periódicos llegaron primero a Colombia por El Espectador, gracias a la visión siempre actualizada de su Gerente General y luego Presidente.
Resultaría empero una mirada muy parcial circunscribir el aporte de Luis Gabriel Cano Isaza a este periódico y al periodismo nacional y hemisférico a sus habilidades financieras y empresariales. Porque, como todos los “ases”, por encima de la misión particular en la estructura del periódico, Luis Gabriel Cano Isaza fue en esencia un periodista comprometido con los valores que este diario ha defendido en sus ya 123 años de existencia.
Cuando Colombia enfrentaba la censura impuesta por la dictadura a mediados del siglo pasado y por ello la voz de El Espectador se había silenciado, Luis Gabriel Cano acompañó a su padre y le escuchó un memorable discurso por la libertad de prensa en América Latina ante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Desde entonces, Luis Gabriel Cano Isaza hizo de esa institución una segunda casa en la que luchó por transformar las palabras de su padre en acciones por la libertad de expresión en la región.
En ese empeño y tras vivir en carne propia la evolución de la censura, del bolígrafo de los dictadores a las balas de los violentos, promovió desde la SIP la elaboración de la memorable Declaración de Chapultepec que desde ese 1994 han venido firmando los presidentes del hemisferio como compromiso de respeto a la libertad de prensa en sus países. Ese trabajo dedicado tuvo su premio en 1996 cuando fue nombrado como presidente de la SIP, el primer colombiano en obtener dicho reconocimiento, y desde esa posición dio vida al programa de esa entidad contra la impunidad en los crímenes de periodistas, entre ellos el de su hermano, Guillermo Cano Isaza.
“Sí, mataron a mi hermano, nos pusieron una bomba, pero somos periodistas”, fue la respuesta de quien entonces presidía la compañía a un incrédulo reportero del The New York Times que vino al país a comienzos de los noventa a reportar ese milagro que entonces era la supervivencia de El Espectador frente a la declaratoria de eliminación por parte del cartel de Medellín. Ese era su talante, primero estaba siempre el periodismo. Así fue también como cuando desde la gerencia fue llamado a soportar el trabajo periodístico que lideró su hermano Guillermo para denunciar los autopréstamos del Grupo Grancolombiano, no dudó en apoyarlo aunque las finanzas se fueran al suelo con la mordaza económica que ese grupo le impuso al diario.
Y así, con esa misma entereza con que enfrentó los golpes bajos al periódico que fundó su abuelo, un día Luis Gabriel Cano tuvo también la visión para abandonar la Presidencia de la compañía y permitir que alguien ajeno a la familia llegara a liderar sin interferencias de sangre la reestructuración empresarial que permitiera la venta del periódico y, con ella, la continuación de su misión de periodismo independiente. Un acto de grandeza que permite hoy, al recordarlo con gratitud perenne, repetir que El Espectador sigue adelante, aunque ahora deba hacerlo sin su “póquer de ases”.