Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Por supuesto que la Comisión de la Verdad, con todos sus hallazgos, debe aterrizar en los colegios de Colombia. El escándalo que se creó por el evento del próximo viernes, donde los centros educativos participantes tendrán distintas actividades para acercarse al trabajo de la Comisión, es injustificado y parece dado en términos de mala fe. No se trata de un adoctrinamiento, sino del reconocimiento de que una institución del Estado estuvo varios años recuperando decenas de miles de testimonios para contarnos lo que ocurrió en la violencia del país. ¿Acaso pretenden que echemos a la basura un insumo tan importante para el futuro de Colombia? ¿Qué tiene de malo que los estudiantes de todas las edades tengan acceso a un relato complejo, doloroso y sanador de la historia reciente y no tan reciente de nuestra nación?
La polémica empezó cuando el ministro de Educación, Alejandro Gaviria, publicó un video para impulsar la iniciativa llamada “La escuela abraza la verdad”. En él, el ministro dijo que “conocer nuestro pasado, hurgar en nuestras historias, incluso en las más problemáticas, enfrentar las verdades incómodas es fundamental para la reconciliación de nuestro país. Este 12 de agosto las escuelas de nuestro país recibirán el legado de la Comisión de la Verdad”. No se trataba, por cierto, de una iniciativa creada por el nuevo gobierno, sino por un plan impulsado desde la Comisión de la Verdad con otros aliados: la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), el Programa Nacional de Educación para la Paz (EducaPaz), el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación del Distrito de Bogotá, la Red de Bibliotecas Públicas de Cali y Rodeemos el Diálogo (ReD), entre otras.
Sin embargo, ardió Troya. El Centro Democrático, partido de oposición al gobierno de Gustavo Petro, fue contundente en un comunicado: “Los niños de Colombia merecen una educación sin sesgos ni adoctrinamiento, la verdad debe ser completa y sin parcialidad. Preocupa que el nuevo ministro de Educación, Alejandro Gaviria, quiera imponer una verdad politizada y una historia mal contada”. Varias columnas de opinión hablaron de revisionismo, de la imposición de una verdad oficial y hasta de la vulneración de la autonomía educativa que tienen los colegios del país. Solo hay un problema: todas esas objeciones parten de prejuicios falsos.
Primero, “La escuela abraza la verdad” es un evento de un solo día. Contando con secretarías de Educación aliadas de varias regiones del país, lo que hará es acercar a los estudiantes al trabajo de la Comisión de la Verdad el 12 de agosto. Hay planes específicos según la edad de los estudiantes. Es, apenas, un breve acercamiento a un trabajo titánico, un dar a conocer la multiplicidad de herramientas que se han creado con recursos públicos en el marco del sistema de justicia transicional.
Segundo, hablar de imposición es no reconocer que los colegios podían unirse de manera voluntaria. La autonomía siempre se ha respetado y se respetará.
Tercero, y quizás esto es lo más importante: la entrada de la Comisión a los colegios y las universidades debería ir mucho más allá del 12 de agosto. No se trata de un relato sesgado, sino de un esfuerzo institucional enorme y muy valioso. Documenta las heridas que nos han dejado los años, al mismo tiempo que da claves para superarlas. A pesar de que haya sectores políticos que se resistan, la apuesta por la paz creó la Comisión y no podemos desaprovecharla. No es adoctrinamiento, es abrir la puerta a conocimientos que durante muchos años estuvieron ocultos.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.