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La reciente persecución y encarcelamiento de opositores en Venezuela, por orden del régimen de Nicolás Maduro, es una muestra más de su absoluto desconocimiento de los acuerdos logrados en los diálogos con la oposición en Barbados. Acudiendo, una vez más, a supuestos planes de los opositores para asesinarlo con el apoyo de Estados Unidos, el régimen vuelve a usar el terror para amedrentar a quienes lo adversan y evitar la realización de elecciones libres a las cuales se comprometió. Es ingenuo pensar que un gobierno acusado de delitos de lesa humanidad, vinculado a grupos terroristas y del narcotráfico, honre su palabra, pues la segura derrota electoral llevaría a Maduro a la cárcel dentro o fuera del país.
Los grupos paramilitares del régimen reaparecen dentro de un plan denominado “Furia Bolivariana”, que incluye a civiles, militares y policías. Frente a las supuestas “conspiraciones”, la dictadura hace lo que mejor conoce: utilizar la fuerza para impedir la realización del proceso electoral. La candidatura de María Corina Machado es una amenaza cierta, dada su absoluta favorabilidad en las encuestas, lo que aumenta el temor de Maduro. Luis Almagro, secretario general de la OEA, manifestó en un mensaje de X: “¿Democracia? ¿Paz? ¿Elecciones libres y transparentes? ¿Liberación de los presos políticos? ¿Respeto a los DD. HH.? Las grandes burlas de la dictadura venezolana a actores internacionales”. Tiene toda la razón. No es la primera vez que el régimen opera de esta manera.
El gobierno ilegítimo, frente a las “intentonas terroristas”, asegura que defenderá el derecho a la paz. Fueron vandalizadas tres sedes de partidos políticos de la oposición y retenidas 32 personas que han sido acusadas de traición a la patria. Tarek William Saab, fiscal general del régimen, dijo que se expidieron 11 órdenes de captura, incluyendo periodistas, activistas por los derechos humanos y militares exiliados. Una vez más, el régimen vuelve a echar mano de personas que serán utilizadas más adelante como monedas de cambio, mientras las elecciones presidenciales quedan en entredicho. Por su parte, el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa, dijo que “la extrema derecha venezolana” estaba detrás de los intentos de asesinato.
Maduro sigue sin anunciar la fecha de los comicios, a pesar de la presión internacional para que lo haga luego de las conversaciones con la oposición, y no ha levantado la inhabilidad que pesa contra la señora Machado para participar en los mismos. Hace poco abrió la puerta a una acción belicista en contra de Guyana que, de momento, no ha trascendido. Un incidente militar le permitiría suspender o cancelar las elecciones con la excusa de la conmoción interior. Ahora lo hace con la teoría conspirativa. Las dictaduras tienen gran imaginación cuando de aferrarse al poder se trata.
Estados Unidos ha levantado sanciones impuestas al régimen, entregó a Álex Saab y obtuvo a cambio la liberación de presos políticos venezolanos, de algunos ciudadanos del país del norte y, en especial, consiguió el acceso de Chevron a territorio de Venezuela. El objetivo central, la realización de elecciones libres, transparentes y con supervisión internacional, continúa siendo una quimera. Si Washington no endurece su posición frente a Maduro, única posibilidad de ejercer presión eficiente, difícilmente habrá elecciones válidas y el esperado retorno a la democracia.
La líder opositora María Corina Machado ha manejado con gran tino los obstáculos que se le siguen atravesando en su aspiración. Sin dejarse provocar, dijo el martes en Caracas, durante una marcha, que “nadie nos saca de esta ruta electoral (...) quiera o no quiera Maduro, los vamos a obligar a medirse”. Esa debe ser la actitud, y ese es el camino legítimo que debe transitar la oposición.
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