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No eran mentiras, abandonemos el negacionismo

01 de mayo de 2022 - 05:30 a. m.
Ante los desgarradores testimonios de diez militares y un civil en la JEP, es inaceptable seguir negando la ocurrencia de crímenes atroces cuyas heridas están abiertas. / Fotografía: Óscar Pérez
Ante los desgarradores testimonios de diez militares y un civil en la JEP, es inaceptable seguir negando la ocurrencia de crímenes atroces cuyas heridas están abiertas. / Fotografía: Óscar Pérez
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Se cae por su propio peso el negacionismo que sectores políticos han adoptado para referirse a las ejecuciones extrajudiciales. Se tiene que caer por su propio peso, especialmente después de escuchar los desgarradores testimonios de 10 militares y un civil ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) esta semana. Es inaceptable que la actitud oficial, impulsada desde el Gobierno Nacional, sea la de seguir minimizando la ocurrencia de una alta traición a la patria, de crímenes atroces cuyas heridas están lejos de cerrarse.

Navegar por las palabras de los militares en la audiencia de reconocimiento de responsabilidad de la JEP en Ocaña, Norte de Santander, es adentrarse en un relato de terror que va más allá de lo que ha conocido este país en su violenta historia. Se trata de representantes del Estado que engañaron a personas inocentes para asesinarlas, disfrazarlas de criminales y presentarlas como el gran éxito de una política de seguridad inflada a punta del sufrimiento de miles de familias. Prestar atención a lo que se dijo esta semana en la justicia transicional ensombrece los discursos oficiales que, desde la presidencia de Álvaro Uribe, han intentado minimizar estos hechos. Qué importante es, entonces, que estos espacios se abran y se apoyen desde la institucionalidad misma, porque la pregunta abierta que queda es urgente: ¿qué hacemos con todo este dolor por resolver? ¿Cómo podemos hablar de reparación ante horrores impensables?

“Yo ejecuté, yo asesiné a familiares de los que están acá llevándolos con mentiras, con engaños. Les disparamos cruelmente, cobardemente, y manchamos su nombre y el de su familia. Dejamos a unos hijos sin padre, a una madre sin hijos. Pido perdón a Dios. Hicimos un teatro para mostrar supuestos combates. Quiero aclararlo acá: lo que asesinamos fueron campesinos”, dijo Néstor Guillermo Gutiérrez, por entonces cabo primero del Ejército.

“A este joven lo sacamos con mentiras un día de la casa, hicimos que se nos presentara para una carrera porque él era un mototaxista y con engaños lo hicimos salir del pueblo de Ocaña para entregarlo al mayor Rivera para que procediera al asesinato vil que cometimos con él”, dijo Rafael Antonio Urbano, sargento segundo del Ejército.

“Sus seres queridos que perdieron la vida en estos falsos combates nunca fueron combatientes, ni delincuentes, ni pertenecían a ninguna estructura criminal. Fueron personas de bien, campesinos, trabajadores, que fueron acechados, secuestrados y llevados a sitios donde las tropas los ultimaron en estado de indefensión y les colocaron armas solo con la finalidad de mostrar resultados operacionales”, reconoció el coronel (r) Gabriel de Jesús Rincón Amado.

Nos repetimos: ¿qué podemos hacer, como país, con todo ese dolor, con la confirmación de una traición que se lleva ocultando durante años? Para empezar, abandonar los discursos negacionistas. En respuesta a la audiencia ante la JEP, el presidente Iván Duque dijo que “es muy importante hacer la diferenciación de esas conductas individuales con lo que ha sido siempre el criterio institucional basado en el honor y el servicio”. En otras palabras: que se trató de “manzanas podridas”. Pero lo que ha podido demostrar la justicia transicional es que no estamos ante casos aislados, sino una persecución sistemática de personas inocentes para ser presentadas como bajas en combate. Ahora sabemos, por ejemplo, que las víctimas de estas ejecuciones eran mayoritariamente hombres entre los 25 y 35 años, habitantes de zonas rurales en su mayoría agricultores o comerciantes, señalados sin pruebas de pertenecer a la guerrilla. Todos separados de sus familias mediante engaños.

Duele que el Ejército Nacional esté en el centro de hechos tan terribles, pero ocultarlos, minimizarlos o negarlos no hace que la verdad desaparezca. Para sanar, para pasar la página, la justicia tiene que llegar a todos los rincones del país. Y para que llegue lo primero es el reconocimiento de la verdad. No hay de otra.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.

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Mario(97966)02 de mayo de 2022 - 09:02 p. m.
Ya vimos esta confesión; pero creo que moriremos y jamás veremos a las FARC confesar sus crímenes. Porque tristemente los victimarios son tratados como víctimas en nuestro pais
Francisco(82596)02 de mayo de 2022 - 03:38 p. m.
Puesto que el negacionismo es persistente, también debe serlo la lucha por la verdad, como hace EL ESPECTADOR. Es una constante en en la historia colombiana que el poder ejecutivo haya querido solucionar los problemas recurriendo a métodos criminales. Y el relato, como se sigue escuchando por boca del ministro Molano, tampoco ha variado: unos pocos, "manzanas podridas". Pero la verdad no se pudre
Arkanos(kwupp)02 de mayo de 2022 - 03:05 a. m.
Para nadie es un secreto que la manguala parácos- militares constituyeron la espina dorsal de la dictadura narco-uribista. En efecto, Matarife se hizo con el poder con la suculenta carnada de la tal "seguridad democrática", supuestamente para acabar con una guerrilla inderrotable, cuando sus verdaderas intenciones fueron enriquecer con marrullas a sus dos zánganos...🐷
  • Arkanos(kwupp)02 de mayo de 2022 - 03:12 a. m.
    Aún hoy, gobierna por interpuesto marrano, pero ahora para evitar su inminente condena, donde sabremos si será ejecutado o pasa sus últimos años en la isla Gorgona...🐀☠💩
alfonso(9763)02 de mayo de 2022 - 02:26 a. m.
*EL NARCO ASESINO ALVARO URIBE VÉLEZ Y EL SANGUINARIO GENERAL MARIO MONTOYA PAGARÁN TODO EL DOLOR DE LAS FAMILIAS HUÉRFANAS. LA VIDA ES UNA TIENDA DE LA QUE NADIE SE VA SIN PAGAR.*
Gloria(17799)02 de mayo de 2022 - 01:56 a. m.
Ya sabemos por qué querían acabar con la JEP
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